Diego Lagomarsino es, por lo que se sabe, el último hombre que vio a Alberto Nisman con vida. Se trata de un técnico que arregla computadoras en la fiscalía y es, además, el dueño del arma que terminó con la vida del fiscal, el domingo por la tarde. El sábado por la noche, él mismo había ido hasta el la torre Le Parc de Puerto Madero a llevarle la pistola Bersa calibre 22, tras un una supuesta charla en la que el mismo Nisman le habría dicho que temía por su seguridad.
A través de una jueza de su confianza, Lagomarsino hizo llegar su versión de los hechos al diario Página/12. Allí contó que, horas antes de su muerte, Nisman le contó que había recibido un llamado telefónico del desplazado director de Operaciones de la ex SIDE, "Jaime" Stiusso, quien le habría aconsejado que se cuidara. Que desconfiara de su custodia y que resguardara la seguridad de sus hijas.
Lagomarsino, según la descripción de la jueza que se acercó al diario porteño, “es un pibe joven, casado y con hijas chicas. Tiene mucho trabajo: le decimos ‘Cerebrito’, porque arregla todos los problemas en las computadoras. Yo le creo”. "Como es obvio, este diario no tiene elementos para creer o descreer de la versión del técnico informático", aclaró el matutino en la nota.
Página 12 enumera porqué Lagomarsino es clave en la pesquisa de la muerte de Nisman:
-Es el último que lo vio con vida.
- Le facilitó la pistola de la que salió el disparo que le produjo la muerte. En eso no hay dudas: el plomo encontrado en el cráneo del fiscal se corresponde con la vaina encontrada en el baño y esa vaina salió de la pistola Bersa, calibre 22.
- Tenía un contrato altísimo en la fiscalía, de 40 mil pesos por mes. Los fiscales consultados por este diario se sorprendieron con semejante cifra: “Por esa plata, ese contrato no es lo que parece ser”, afirmaron.
- Iba pocas veces a la fiscalía.
- En la mayor parte de las ocasiones, se veía con el fiscal en su vivienda, últimamente en el edificio Le Parc.
Esta es la entrevista del periodista de Página 12 con la jueza que acercó la versión de Lagomarsino al diario:
–¿No es una cifra desmesurada para ese trabajo?
–Diego dice que a veces el fiscal lo citaba a la una de la mañana de un sábado. Que debía estar listo todo el tiempo. Es cierto que iba poco a la fiscalía. El afirma que la mayor parte del trabajo lo hacía de forma remota: le mandaban los archivos y él los desbloqueaba o copiaba o hacía los backups. Diego dice que nunca conoció el contenido de esos archivos.
–¿Y cómo consiguió ese trabajo tan bien remunerado?
–Un juez de San Isidro tenía problemas en la computadora de su casa y recurrió a Diego. Como siempre suele suceder, Diego arregló los problemas. Le aseguro que es un tipo genial. Nisman también tuvo problemas en la computadora y este juez se lo recomendó. Así empezó la relación. Después Nisman le preguntó si no quería un contrato en la fiscalía. El no era monotributista sino responsable inscripto. Diego dice que en la Unidad AMIA había otros contratos de ese nivel.
Consultados por Página/12, en la procuración insisten con que semejante contrato es de lejos el más alto en la Unidad AMIA, que manejaba el fiscal Nisman, y en todas las fiscalías en general. Destacan que, en el momento de su inicio, Lagomarsino sólo tenía el secundario completo.
–¿Cómo fué que le prestó el arma?
–Diego cuenta que Nisman lo llamó por teléfono y, como declaró ante la fiscal, le pidió prestada el arma. Le dijo en esa conversación que Stiuso lo había llamado el viernes y le había dicho que debía tener cuidado. Que desconfiara de su custodia y que les pusiera seguridad a sus hijas. Eso es lo que le contó Nisman a Diego para justificar que le pedía el arma. Hoy en día, Diego llora todo el día. Está destruido y se siente culpable.
–¿Por qué?
–Básicamente porque no pensó en ese momento. Se pregunta cómo no se dio cuenta de que Nisman debía tener facilidad para conseguir un arma y no evaluó por qué se la pedía a él. También piensa ahora que era raro que le pidiera algo por seguridad cuando tenía semejante custodia. Pero, claro, Stiuso supuestamente le había recomendado que desconfiara de los custodios. Aun así, se pasa el día llorando. Hoy en día, cree que Nisman tenía tomada la decisión (de suicidarse) el sábado a la noche cuando Diego le llevó la pistola.
–¿Tiene miedo?
–Diría, más que todo, angustia. Se pasa el día llorando. Cuando se enteró a la mañana temprano del lunes, pidió consejo a otro juez, porque no me encontró a mí. Ese juez le aconsejó presentarse de inmediato. Fue solo a declarar el lunes a las 9 de la mañana. Estaban la fiscal Fein y el juez Manuel de Campos. Diego lloró durante toda la declaración.
–¿Usted sabe cuál era la relación de Lagomarsino con el fiscal?
–No en detalle. Diego siempre dijo que tenía una relación de confianza, pero que siempre el fiscal le hacía sentir que él era el jefe. Quizás dé una pauta que, en los últimos meses, Nisman contó que había dejado terapia y que había optado por respaldarse en El Arte de Vivir (nombre del grupo de autoconocimiento, yoga y meditación fundado por el gurú Sri Sri Ravi Shankar, nacido en India).
–¿Cómo fue el último encuentro, cuando le entregó el arma?
–Diego contó que no fue muy largo. Como era habitual, lo hizo entrar por la puerta de servicio. Nisman estaba solo en el departamento y lo invitó a tomar un café. Le llamó la atención que se lo tuvo que preparar él mismo. Estuvieron sentados en la mesa y Diego dice que lo vio tranquilo. Al ratito se fue, pero esta vez por la puerta principal, algo que no era usual. También recuerda que la despedida fue sin darse la mano porque justo se abrió el ascensor, donde había unas mujeres, y no le dio tiempo.
–¿Relató algún encuentro anterior?
–Creo que dijo que el anterior fue justo el día en que el fiscal iba a hacer la denuncia, el 13. Y ese día le llamó la atención una frase de Nisman: “Yo esto lo tengo que hacer, no tengo alternativa”.