
Javier Milei anunció la semana pasada que cambiaría la Ley de Glaciares para habilitar la minería en periglaciares. Dijo que la idea se la dio Alfredo Cornejo. La ministra de Energía y Ambiente lo negó, pero admitió que la Provincia prepara un protocolo para proyectos mineros en ese sentido cuyo titulo anticipa: "Guía de la Autoridad Ambiental Minera de Mendoza: Estudios de Glaciares y Ambiente Periglacial en Proyectos Mineros". Se trata de un manual de 10 páginas que establece el camino a seguir para caracterizar y, eventualmente, operar, en zonas con presencia de esas reservas hídricas.
La Guía de la Autoridad Ambiental Minera que redefine los requisitos para proyectos mineros en etapa de prospección y exploración
El texto, elaborado por el Ministerio de Energía y Ambiente, busca en teoría garantizar la protección de glaciares y ambientes periglaciares, considerados reservas estratégicas de agua sin embargo, la misma habilitación de la minería en esas zonas es critica, como advirtió a principios de este año el IANIGLA.
El Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA-CONICET) que recomendó no aprobar 17 proyectos mineros en el Distrito Minero Malargüe Occidental (MDMO 2) de Mendoza. En rigor, pidió no avanzar con 8 y suspender 9 hasta que haya más información.
El dictamen fue emitido el 22 de abril. El 7 de mayo, con la audiencia pública encima -se hará este sábado- el Gobierno pidió que se le permita avanzar pese a las objeciones y que en el camino completará la información faltante, cuando ya se haya aprobado la Declaración de Impacto Ambiental.
Estos son los 10 puntos principales del protocolo para la minería en periglaciares:
1. Marco legal como fundamento
La guía recuerda que la minería debe operar bajo un entramado normativo estricto: la Ley Nacional Nº 26.639 (Glaciares), la Ley Provincial Nº 5961, y el Inventario Nacional de Glaciares (IANIGLA, 2018). El texto enfatiza que “el bien jurídicamente protegido es el cuidado del ambiente y la conservación del patrimonio natural y cultural”.
2. Cartografía y escalas de detalle
Cada proyecto debe presentar estudios individualizados con escalas diferenciadas: “1:5.000 o superior en exploración, 1:10.000 en prospección”. Los informes deben incluir mapas georreferenciados en GIS, con shapefiles en coordenadas UTM y acceso a capas climáticas, hidrológicas y geomorfológicas. La obligación de entregar información digitalizada marca un salto en transparencia y fiscalización.
3. Estaciones meteorológicas de alta frecuencia
El protocolo exige instalar estaciones en sitios representativos del relieve. Deben registrar “temperatura, presión atmosférica, humedad relativa ambiente, precipitación (debiéndose contemplar sensores que permitan discriminar precipitación líquida y sólida), radiación solar y velocidad y dirección del viento, con una frecuencia de recolección de datos de al menos 30 minutos”.
La guía también ordena complementar con imágenes satelitales (Sentinel, MODIS, Landsat, Grace) para ubicar la “isoterma de 0℃”, clave para delimitar ambientes criogénicos.
4. Medición de nieve y evaporación
En exploración, se suma la instalación de “un sensor de evaporación o en su defecto un tanque clase A y de instrumental destinado a cuantificar el espesor efectivo de la precipitación nívea, mediante la instalación de snow pillow y/o snow scale cuyo emplazamiento estará condicionado por el relieve y la topografía”.
La terminología técnica revela una intención de mostrar la exigencia de medir con precisión la acumulación de nieve, un factor decisivo en el balance hídrico de montaña.
5. Geomorfología y validación de geoformas
Se requiere elaborar mapas geomorfológicos que identifiquen geoformas glaciar, fluvial y periglaciar. El texto especifica que se debe usar la clasificación del ING: “descubiertos, cubiertos, de roca (o escombros), y dinámica (activos, inactivos, fósiles)”.
Además, se deben identificar fenómenos de remoción en masa, tanto gravitacionales como rotacionales, para evitar riesgos en movimientos de suelo y rocas.
6. Hidrología de superficie
Los proyectos deben ampliar la línea de base hidrológica con monitoreos semestrales en prospección y trimestrales en exploración. Se exige medir “caudales (aforos), determinación de parámetros in situ (pH, temperatura, conductividad eléctrica, oxígeno disuelto, sólidos disueltos totales, etc.) y la recolección de muestras a los efectos de ser analizadas en laboratorio”.
Las muestras deben ser analizadas por elementos mayoritarios, minoritarios, trazas y oligoelementos, contrastadas contra los niveles guía de la Ley 24.585.
7. Permafrost bajo vigilancia
En exploración, se deben instalar sondas HOBO enterradas a 20 cm para medir la temperatura del suelo. El protocolo indica: “Los datos de temperatura del suelo se deberán registrar a intervalos preestablecidos, generalmente 30 minutos, durante un periodo de por lo menos dos años consecutivos, aunque estadísticamente es preferible analizar los datos por al menos tres años”.
La ubicación de sondas se define a partir de un modelo digital de terreno (DEM), considerando elevación y exposición de laderas.
8. Modelos y regresión múltiple
Los valores de temperatura deben ser analizados mediante “un programa de regresión lineal múltiple, empleando la insolación directa y la elevación como variables principales, para crear un mapa donde se indican las diferentes condiciones de permafrost identificados que confirme o no su presencia”.
Este cruce de datos permite construir mapas predictivos de distribución de permafrost, que luego se contrastan con observaciones directas y estudios geofísicos.
9. Monitoreo topográfico y geofísica
Cuando se detectan geoformas criogénicas, se implementa un monitoreo anual mediante puntos de control y observación estática. Además, se recomienda “la excavación de calicatas de verificación mediante el empleo de maquinaria pesada hasta profundidades del orden de los 5 - 5,50 m y la realización de prospección geofísica terrestre mediante los métodos de tomografía eléctrica y de manera subordinada sísmica”.
Los resultados permiten calcular volúmenes de hielo y su equivalente en agua, información clave para evaluar impactos.
10. Isótopos y balance hídrico
El protocolo exige al menos un análisis isotópico en cuencas con glaciares de roca: “Se recomienda analizar isotópicamente por isótopos de oxígeno (18/16) aguas de precipitaciones, de arroyos, y de descarga de glaciares de roca, junto con mediciones de descarga de arroyos, para desarrollar un presupuesto hidrológico para los arroyos alpinos en las cercanías del área del desarrollo minero propuesto”.
El objetivo es determinar la contribución del derretimiento glaciar al caudal de los cursos de agua y evaluar la sustentabilidad hídrica.
La supuesta misión de la conservación
La guía concluye que los estudios criológicos y su conexión con la hidrología son “necesarios para operar dentro de los márgenes de las leyes ambientales vigentes nacionales y que tienen como misión preservar el medio ambiente y garantizar el uso sustentable de los recursos naturales”.
En teoría, el protocolo es para identificar las zonas con "permafrost probable" y "potencial valor hídrico". Sin embargo l cierre tiene una conclusión llamativa: la guía sugiere que "es muy probable que el porcentaje de área a ser impactada sea muy reducido y el valor hídrico poco significativo". En otras palabras, el protocolo busca demostrar, mediante datos, que la superficie minable con alto valor hídrico a proteger es pequeña, allanando el camino para la intervención.


