Por Enric Llopis
Para Rebelión
“Hoy será un día histórico del actuar racista y terrorista del Estado chileno y del gobierno del criminal Sebastián Piñera”, manifestaba el pasado 12 de octubre la Comunidad Mapuche Autónoma del territorio de Temucuicui, en respuesta al “Estado de Excepción” de 15 días decretado por el presidente, que incrementa el uso de las Fuerzas Armadas. Asimismo se demuestra, según la declaración comunitaria “el rotundo fracaso del Estado” y “la falta de voluntad política”.
La explicación de los mecanismos de represión figuran, entre otros contenidos, en el libro colectivo Las luchas del pueblo mapuche, coordinado por el periodista e investigador Raúl Zibechi, y el antropólogo Edgars Martínez. Publicado por Coordinación Baladre e Iniciativas sociales Zambra, en la edición han colaborado Ecologistas en Acción, CGT y el Centro de Documentación sobre Zapatismo (CEDOZ). Recientemente Baladre y Zambra han publicado ensayos de Zibechi como Los pueblos rompen el cerco. Tiempos de colapso. La siguiente entrevista se realiza por correo electrónico.
-¿En qué consistió la denominada Pacificación de la Auraucanía, desplegada por el Estado chileno entre 1861 y 1883? ¿Qué consecuencias tuvo?
-Fue una invasión militar al territorio mapuche cuya autonomía había sido reconocida incluso por la Corona española, porque nunca pudieron conquistarlos ni dominarlos. Cuando la independencia Chile era un pequeño país cuya burguesía comenzó a expandirse militarmente hacia el norte y el sur, atacando a los pueblos originarios.
En el caso de Wall Mapu, las consecuencias fueron desastrosas para el pueblo mapuche: perdieron la mayor parte de sus tierras, la población se redujo como consecuencia del genocidio y de la dispersión, se empobrecieron y fueron confinados en espacios acotados donde la sobrevivencia se hizo muy difícil.
-El libro comienza con una referencia al asesinato de Camilo Catrillanca, en noviembre de 2018; la confirmación de la sentencia por parte de la Corte Suprema contra siete excarabineros por el crimen, en mayo de 2021; y la represión en la Comunidad de Temucuicui. ¿Qué trascendencia tuvo el asesinato del joven comunero?
-El asesinato de Camilo fue el momento de mayor expansión del movimiento mapuche entre el pueblo chileno, mucho mayor que ante crímenes anteriores o ante las huelgas de hambre del bicentenario.
Miles de chilenos, de norte a sur, salieron a las calles, montaron barricadas, hicieron sonar cacerolas, en una muestra inédita de apoyo al pueblo mapuche. En Santiago, por ejemplo, durante 15 días hubo cortes de calles con quemas en varios barrios. La importancia de este apoyo al pueblo mapuche recién la comprendimos, por lo menos en mi caso, cuando en la revuelta de 2019 la bandera mapuche fue la que flameó en todas las manifestaciones, desplazando otras banderas, incluso la del Estado de Chile.
-¿Consideras que la izquierda política y el movimiento social chileno han asumido las reivindicaciones de los pueblos originarios?
-Para nada. En este mismo momento, con una Convención Constituyente presidida por una mujer mapuche y cuando estamos a semanas de las elecciones presidenciales, el gobierno decreta el estado de emergencia y envía soldados y tanques a Wall Mapu. La reacción de la izquierda es simbólica, cuando no debería ser otra que abandonar las instituciones que, de ese modo, se convierten en cómplices de la militarización de todo un pueblo.
Deberían darse hechos concretos, no sólo declaraciones. Para la izquierda hegemónica el tema mapuche es apenas un punto electoral, su población un posible caudal de votos, y poco más. Pero esto no sucede sólo en Chile, en toda la región latinoamericana las izquierdas no toman en serio a los pueblos originarios. Apoyar el nombramiento de una mujer mapuche al frente de la Convención Constituyente, no se condice con la pasividad ante la militarización.
-En los periódicos La Jornada y Desinformémonos has escrito sobre los riesgos para el movimiento mapuche que implica la Convención Constituyente. ¿Dónde está el peligro?
-El principal peligro, como estamos viendo, es el vaciamiento del movimiento popular que se escora hacia las instituciones y abandona la calle y la organización autónoma. Lo hace porque cree que con una buena Constitución y un gobierno progresista, las cosas van a cambiar. Sin embargo, no quieren ver que las experiencias anteriores en la región nos enseñan que el modelo de despojo sigue en pie y se profundiza, que la militarización continúa, que la violencia contra los pueblos y contra las mujeres no se consigue frenar.
En suma, el peligro es el aislamiento de los pueblos y de las y los que luchan, por parte de gobiernos que apenas muestran un discurso –y sólo un discurso- diferente al de la derecha, sin cambios estructurales y con políticas sociales que no resuelven la pobreza sino la alivian durante un tiempo.
-El 12 de octubre el presidente Piñera decretó el Estado de Emergencia en el Wallmapu ¿Qué mecanismos de represión utiliza habitualmente el Estado de Chile contra las comunidades y organizaciones?
-Desde la represión dura y pura hasta montajes judiciales para criminalizar a las comunidades rebeldes, pasando por el secuestro de personas, la invasión armada de los lof para intimidar y hacer retroceder la lucha. Además se arman civiles para atacar a las comunidades, usando toda la gama de medidas de contrainsurgencia. Se militariza Wall Mapu porque hay un crecimiento tremendo de las recuperaciones de tierras, que en un año se multiplicaron por cuatro o cinco, en un proceso imparable. Lo que está haciendo el Estado de Chile, es usar el terrorismo para seguir sometiendo a un pueblo que se levanta.
-¿Pueden citarse ejemplos de sectores económicos y empresas beneficiarias de la acumulación por desposesión en los territorios mapuche?
-En particular, las grandes empresas forestales, grupos empresariales muy poderosos que hicieron su agosto durante la dictadura de Pinochet. Esas empresas invadieron el territorio mapuche con plantaciones de pinos, al punto que llegas a un lof y te encuentras con que las comunidades están apretadas entre pinos y no tienen tierra suficiente para vivir. Esas plantaciones desplazaron los árboles nativos, sobre explotan el agua y la tierra, y la madera es chipeada para explotarla al norte, en general a varios países de Asia.
A esto deben sumarse las grandes obras de infraestructura, en particular las hidroeléctricas, los monocultivos de salmones que contaminan el océano y ponen obstáculos a las comunidades de pesca.
-El libro colectivo dedica un capítulo a la huelgas de hambre de los presos políticos, por ejemplo la llevada a término por el machi Celestino Córdova. ¿Por qué es importante esta forma de lucha?
-Las huelgas de hambre han sido el modo de dar a conocer la resistencia de los presos mapuche, de visibilizar la criminalización y los montajes judiciales y de recabar solidaridad entre el propio pueblo mapuche, los otros pueblos originarios y los chilenos y chilenas de abajo. A mi modo de ver, las huelgas de hambre han sido fundamentales en este largo proceso de ruptura del cerco informativo, que finalmente se ha conseguido, porque el pueblo mapuche es un símbolo de dignidad y resistencia muy potentes en el sur de este continente.
-Por último, ¿consideras que existe alguna relación entre las resistencias zapatista y mapuche?
-Lo que existe es una potente resonancia de las dignidades rebeldes. No se trata de si existen lazos orgánicos o relaciones políticas. Sabemos que el EZLN ha asumido la consigna mapuche “Marichiwew” (cien veces venceremos), y que entre organizaciones mapuche hay mucho interés por lo que sucede en Chiapas.
Pero lo más importante es la resonancia de dignidades, de rebeldías en resistencia, de la terca voluntad de seguir adelante pese a todas las represiones, sean de la derecha o de la izquierda, porque en Chile fue la progresista Bachelet una de las que aplicó la ley antiterrorista durante su gobierno, contra el pueblo mapuche.