Chelsea y Manchester City definen el campeón de la Champions League este sábado en el Estádio do Dragão (Estadio del Dragón), en Oporto, Portugal. Los dos clubes ingleses tienen algo en común: sus dueños se hicieron millonarios con el petróleo y el gas. Y esos dueños tienen algo que los emparenta: nunca tuvieron que explicar de dónde sacaron sus fortunas.
El Chelsea es del ruso israelí Román Arkádievich Abramóvich, de 54 años, desde 2003. El empresario se hizo millonario con el gas ruso en épocas del presidente Boris Yeltsin, quien sometió a la ex Unión Soviética al destino que le había pensado su enemigo histórico: Estados Unidos, de donde finalmente la sacó Vladimir Putin.
El City es del emiratí Khaldoon Al Mubarak, de 45 años, desde 2008. El empresario es el jefe del Departamento de Asuntos Ejecutivos de los Emiratos Árabes Unidos, además de gestionar negocios por todo el mundo con los petrodólares de la monarquía. Es dueño también otros equipos: el Melbourne City, de Australia; el New York City, de Estados Unidos, y el Montevideo City Torque, de Uruguay.
Abramóvich empezó a hacer negocios en la rusia socialista, en la que la actividad empresaria estaba prohibida. Es decir, arrancó en la ilegalidad. Con el advenimiento de la Perestroika, blanqueó el capital que amasaba a la vez que salió a invertir en sectores diversos. Al final, gracias a los favores de Yeltsin, se quedó con una multitud de empresas que el ex presidente privatizó. Así llegó a la industria petrolera, ganando fortunas con el gas ruso en un empresa que luego le vendió a la estatal Gazprom, que es una de las petroleras más grandes del mundo hoy.
Al Mubarak, entre negocios, dirige la minera Mubadala Investment Group, que ganó una licencia para la extracción de oro en Colombia, pero al final nunca consiguió la habilitación ambiental por más favores que pagó en el país cafetero.
El fútbol inglés es el más exitoso del mundo en los últimos años. Su resurrección se produjo a principios de los '90 con la creación de Premier, que se sostiene en la actualidad con capitales de procedencia cuestionada en su legalidad. El Chelsea y el City son dos exponentes del modelo inglés del fútbol. El equipo de Manchester nunca ganó una Champions, a pesar de que su dueño gastó más de dos mil millones de dólares en jugadores desde que compró el club.