
La deuda soberana argentina volvió a quedar en el centro de la tormenta financiera. Este lunes, los bonos en dólares cerraron con una caída promedio del 3%, impulsando al riesgo país hasta la zona de los 1.200 puntos básicos, su nivel más alto desde el 7 de octubre de 2024.
El salto desde los 1.140 puntos del viernes refleja la creciente desconfianza de los inversores, que exigen una prima de riesgo cada vez mayor para mantener títulos argentinos frente a bonos del Tesoro de Estados Unidos de similar plazo, hoy con un rendimiento apenas por debajo del 4% anual.
Mercado en tensión
La jornada estuvo marcada por un clima de cautela y volatilidad. El dólar mayorista operó muy cerca del techo de la banda de libre flotación establecida por el Banco Central, lo que obligó a la autoridad monetaria a intervenir con ventas puntuales para contener la presión cambiaria.
En la plaza bursátil, las acciones locales buscaron un punto de estabilización tras las fuertes bajas de la semana pasada, mientras los operadores aguardaban los anuncios del presidente Javier Milei sobre el proyecto de Presupuesto 2026. El mensaje, previsto en cadena nacional, generó expectativa sobre posibles definiciones en materia fiscal y cambiaria.
Factores detrás del golpe a la deuda
Analistas del mercado señalan que la combinación de reservas internacionales limitadas, un escenario político incierto y la proximidad de las elecciones legislativas de octubre alimentan la percepción de riesgo. La reciente derrota del oficialismo en la provincia de Buenos Aires y la falta de mayorías en el Congreso suman presión a la estrategia económica del Gobierno.
En este contexto, la caída de los bonos refleja no solo dudas sobre la capacidad de pago de la deuda, sino también la búsqueda de cobertura en dólares por parte de inversores institucionales y minoristas.
El salto del riesgo país implica un encarecimiento del financiamiento externo y complica la posibilidad de acceder a nuevos créditos en condiciones favorables. Para el Ejecutivo, que sostiene una política de “déficit cero” y control estricto del gasto, el desafío será sostener la estabilidad cambiaria sin erosionar aún más las reservas y, al mismo tiempo, contener la tensión social derivada de los ajustes presupuestarios.
Golpe al gobierno
El salto del riesgo país a la zona de 1.200 puntos básicos no es solo un dato financiero: es un mensaje político y económico que condiciona de forma directa la gestión de Javier Milei y su equipo económico.
Financiamiento externo cerrado
- Con este nivel de riesgo país, emitir deuda en los mercados internacionales se vuelve prohibitivo: los inversores exigirían tasas de dos dígitos en dólares, inviables para un programa de estabilización.
- Esto obliga a depender de organismos multilaterales (FMI, BID, Banco Mundial) o de financiamiento interno, lo que limita el margen de maniobra.
Presión sobre reservas y política cambiaria
- El dólar mayorista operando al límite de la banda oficial tensiona la estrategia del Banco Central, que debe decidir entre defender el techo con ventas de reservas o permitir un deslizamiento cambiario que podría acelerar la inflación.
- El mercado interpreta que cualquier intervención fuerte erosiona la capacidad de pago futura, retroalimentando la suba del riesgo país.
Impacto político en año electoral
- La escalada se produce a semanas de las legislativas de octubre, en un contexto donde el oficialismo ya sufrió un revés en la provincia de Buenos Aires.
- Un resultado adverso podría dejar al Gobierno sin capacidad de veto en el Congreso, debilitando su poder de negociación para aprobar reformas clave.
Señal de desconfianza estructural
- El salto refleja dudas sobre la solvencia fiscal y la acumulación de reservas, así como sobre la viabilidad del programa económico sin cambios de esquema tras las elecciones.
- La curva de rendimientos invertida —bonos cortos rindiendo más que los largos— indica que los inversores ven más riesgo en el corto plazo que en el largo.
Riesgo de espiralización
- Si el Gobierno no logra estabilizar expectativas, podría enfrentar una doble presión: más demanda de dólares y caída adicional de los bonos, lo que a su vez elevaría el riesgo país y encarecería aún más el crédito.
- Esto complica la estrategia de “déficit cero” y obliga a priorizar medidas que restauren confianza rápidamente.

