Historia de la historia

Espías, soldadas, esposas, cocineras, enfermeras: las mujeres al frente en la Revolución de Mayo

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Tiempo estimado de lectura: 8 minutos

Manuela Pedraza, soldada tucumana que combatió codo a codo con su marido por las calles de Buenos Aires en 1806.

Un 25 de Mayo para las mujeres

Por Valeria Pita
Para Télam

¿Dónde estaban las mujeres en la revolución de Mayo? ¿Qué papeles ejercieron? ¿Cómo sus vidas se enlazaron a la revolución? El tiempo pasa y estos interrogantes siguen resonando. Afortunadamente, varias décadas de historiografía feminista permiten recuperar la agencia histórica de las mujeres e invitan a reconsiderar desde otros puntos de mira ese pasado.

Las mujeres hemos estado en el pasado tanto como los varones. No hay historia sin mujeres. En las plazas, en las calles y en las casas, las mujeres vivieron sus días antes y después de que los miembros del Cabildo se reunieran y decidieran hacerse cargo del gobierno. Ellas formaban parte de un mundo donde las maneras de pensar, de entender el gobierno, el amor, la maternidad y la paternidad eran radicalmente distintas a lo que conocemos. Ese era un mundo de lecturas colectivas en voz alta, de encuentros en las puertas de las iglesias, de juegos de apuestas y tragos compartidos en pulperías y almacenes, y de intensas tertulias donde escuchar podía ser tan importante como platicar. También era un tiempo de relaciones jerárquicas. Un mundo dividido entre personas libres y esclavas, propietarios y pobres, peninsulares y criollos. En síntesis, un mundo en el cual la libertad y la igualdad no tenían los sentidos compartidos de hoy.

En ese tiempo de relaciones sociales jerárquicas y desiguales, la crisis de 1810, movilizó no solo a un sector de varones letrados, con intereses en la administración del gobierno o en el comercio. Las mujeres también se implicaron, tomaron partido, enlazando sus destinos a la causa revolucionaria. Lo hicieron basándose en ideas de igualdad, pueblo, patria, libertad, soberanía, a las que le dieron sentidos específicos.

Algunas mujeres de la elite abrieron sus casas. En sus recepciones ya no solo se contaban las noticias de los periódicos europeos. Sus tertulias se convirtieron en ámbitos de discusión. Poco tiempo después se desprendieron de sus dotes para equipar a los ejércitos patrios. Quedar sin joyas ni dote significaba desprenderse de un reaseguro ante el abandono de esposos, la quiebra de sus negocios o la pérdida de bienes. Para esas mujeres, el ciclo revolucionario habría inaugurado debates e intercambios. Pero, sobre todo, abrió posibilidades para ejercer un dominio sobre sus vidas, un lugar social y un pasaporte político, en un tiempo en el cual las mujeres no gobernaban, no ejercían la Justicia, ni formaban parte de las empresas.

Los sentidos de la libertad, la igualdad, la soberanía, la tiranía o la patria fueron seguramente muy distintos para otras mujeres, quienes estaban inmersas en relaciones de dependencia y subordinación, como las esclavas, las indígenas, las trabajadoras pobres. Para ellas el clima revolucionario encarnó en expectativas de emancipación. En los años inmediatamente posteriores a las Jornadas de Mayo, las mujeres del campo popular actuaron como espías, participaron en la organización de redes de información, en acciones de protesta y de propagación de las ideas patriotas. También cocinaron, dieron de comer, asistieron a los heridos, y cuidaron campos, huertos, ganado.

Reconocer la variedad de acciones y experiencias en las que las mujeres participaron en el ciclo revolucionario es un ejercicio de desmitificación que implica desplazar tonos heroicos, excepcionales o románticos, para dar lugar a la escritura de una historia capaz de situar a las mujeres en la historia y, a la par, devolver la historia a las mujeres.


Valeria Pita es doctora en Historia, investigadora del Instituto de Investigación de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y del Conicet.


Las sombras de mayo

Por Anypdelsur.org

Uno de los factores exteriores que intentó intervenir en la Revolución de Mayo fueron las mujeres, pero estas estaban sometidas a no poder criticar con respecto a decisiones políticas, porque su género no era tomado en cuenta , ya que todos los derechos y privilegios los poseía el hombre.

La Independencia de Norte América y la Revolución de Francia habían declarado los derechos del hombre pero excluía totalmente a las mujeres. Por lo que durante un movimiento de independización aparecieron conjuntos de mujeres que pedía insistentemente igualdad de derechos. Para así iniciar un largo proceso que disminuyera la diferencia que había social y políticamente entre hombres y mujeres.

Una importante persona del Consulado, Manuel Belgrano, destacó la preocupante situación de las mujeres en ese momento.

Encausada la revolución, uno de los propósitos era la emancipación femenina, es decir lograr la libertad de derechos de las mujeres. Pero, todo siguió igual,  ya que continuo con sus labores en el hogar y atendiendo al hombre.

Hasta mediados del siglo xx las mujeres no podían desempeñar cargos políticos, ya que era una actividad exclusiva para los hombres. Pero de todas las mujeres que ayudaron a la causa revolucionaria,…..de eso no se habla…. la política, la literatura y la educación seguían negadas para las mujeres.

Todo esto tuvo un pequeño cambio en 1823 cuando Rivadavia fundó una sociedad de beneficencia, que fue el primer lugar público en el que pudieron participar  las mujeres libremente.

Protagonistas sin invitación

Nadie las invitó al Cabildo Abierto del 22, cuando se depuso al virrey Cisneros. Arriesgaron su reputación el histórico día 25 y se apiñaron entre soldados patricios y vecinos que, reunidos frente al Cabildo, querían saber de qué se trataba

Para pensar a las mujeres de Mayo hay que retroceder a 1801 en Buenos Aires. La aldea colonial (donde las cuentas del rosario y los días pasan, para las recluidas damas de sociedad, con igual monotonía) se estremece con un escándalo.

María de Todos los Santos Sánchez

María de Todos los Santos Sánchez, muchacha de 14 años que la historia conocería como Mariquita, se había negado a casarse con Diego del Arco, un distinguido caballero español mucho mayor que ella, riquísimo comerciante criollo, el hombre que su padre designó para ella. Estaba todo listo para la ceremonia: todo menos la novia. Ni los gritos, ni las amenazas consiguieron que la chica dijera el «sí» y el novio tuvo que salir de la casa tan soltero como había entrado.

Poco después Mariquita también salió como había entrado del convento donde había sido internada en castigo: salió resuelta a no dar el brazo a torcer y a casarse con su amor, su primo segundo, Martín Jacobo Thompson. Probablemente, Mariquita Sánchez, que sería de Thompson, no sabía que esta escena en la que se fundaba a sí misma como mujer no sólo afirmaba sus derechos en la vida privada sino que daba un paso precursor para la lucha pública.

Mariquita Sánchez de Thompson tuvo una participación directa en la revolución, ya que en su casa se realizaron tertulias, que eran como reuniones en las que se ponía en discusión temas importantes. Mariquita era una mujer imponente e inteligente. Su padre se había opuesto a su boda con Thompson, pero ella hizo caso omiso a ese hecho y no escuchó a su padre e inclusive levantó su propio negocio, en el cual tuvo mucho éxito.

Nos conviene partir de esta escena para hablar de las mujeres de Mayo en general, y de Mariquita en particular, es porque para una mujer revolucionaria suponía como tarea reclamar los derechos morales de la sociedad.

En ese entonces las mujeres no sabían cómo actuar, como tener derecho a ser una ciudadana, como tener el derecho a ser sólo un individuo.

La acción legal que Mariquita Sánchez y Martín Thompson emprendieron en 1804 para poder casarse tuvo gran repercusión  en la sociedad del género femenino porteño: era parte de los efectos de las nuevas ideas en las mentes jóvenes. Por eso, cuando el virrey Sobremonte le dio permiso a los enamorados, ellos se convirtieron en marido y mujer luego de 4 años de lucha, muchos sintieron que el triunfo no era sólo personal.

Cumplió un papel fundamental en la tormentosa historia argentina. Sus cartas, diarios y demás escritos no sólo son hoy magníficos y lúcidos testimonios, sino que funcionaron como una importantísima informaciones para nuevas generaciones.

Casilda Igarzábal

En las conspiraciones contra Cisneros, otras Señoras participan en la causa con igual valor. La tradición guarda las palabras con que Casilda Igarzábal, esposa de Nicolás Rodríguez Peña, le ruega a Cornelio Saavedra, que no dude, cuando acudió a su casa a la cabeza de un grupo de señoras. El comandante del Cuerpo de Patricios dicen que dudaba en ponerse al frente del movimiento contra Cisneros. Ella venía, junto con las demás, a presionarlo para que se decidiera y lo invitaba a ir a su quinta en la que Juan José Castelli, Manuel Belgrano y otros rebeldes estaban conspirando. Saavedra aceptó ir. La estrategia para el Cabildo Abierto del 22 de mayo se planeó allí ese 18. Gracias a la presión de estas MUJERES….Sin embargo no fueron invitadas a participar del mismo.

María Guadalupe Cuenca

Una mujer reconocida ,María Guadalupe Cuenca, la esposa de Moreno, discutía estrategias con su marido. Juntaba dinero de sus herencias y dotes, organizaba actividades sociales lucrativas, prestaba sus casas para reuniones clandestinas, cosía. Sus obras tenían riesgo, pero no llevaban firma. Son pequeños hechos que sostienen, invisibles, grandes hechos espectaculares.

Martina Céspedes

Otra mujer que participó durante las invasiones inglesas, fue Martina Céspedes. Que usó la estrategia de hacer pasar uno en uno a los ingleses y les ofrecía aguardiente y luego los tomaba prisioneros. En premio, Liniers nombró a Martina sargento mayor. Detalle romántico: ella entregó sólo once prisioneros. El restante se terminó casando con Josefa, una de las hijas.

Manuela, María Ana, las Juanas

En las Invasiones, las ollas de agua arrojadas por mujeres desde las terrazas son más conocidas que algunas actuaciones individuales. Manuela Pedraza, una humilde soldada tucumana, combatió codo a codo con su marido por las calles de Buenos Aires en 1806. Cuando él cayó muerto a su lado, mató al soldado que le había disparado. Y continuó peleando.

María Ana Perichon de Vandeuil de O’Gorman, logró disfrutar de la vida, ya que fue amante de Liniers, en la Reconquista de Buenos Aires de 1806 fue figura central y tuvo poder político.

La salteña Juana Moro de López que sedujo a realistas como parte de su espionaje.

Y entre todas, Juana Azurduy, que descolló por sus dotes militares. Esta huérfana de sangre, mestiza, nació en Chuquisaca en 1780. Luchó contra los españoles al frente de su tropa: primero junto con su marido, Manuel Ascensio Padilla y luego sola. El 25 de mayo de 1809, la sublevación de Chuquisaca sacudió el Virreinato del Río de la Plata desde el Alto Perú, Juana y Manuel colaboraron con entusiasmo con los rebeldes. Aunque el movimiento fue derrotado, toda la zona ingresó en una «guerra de republiquetas»(grupos guerrilleros independentistas), que no cesaría hasta la definitiva independencia de la América hispana, en 1824.

En ese lugar combatió Juana, la guerrillera, desde el día en que dejó a sus cuatro hijitos al cuidado de una india y salió a reunirse con su marido al campo de batalla. Allí la encontraron las dos expediciones que envió Buenos Aires al Alto Perú, que fracasaron en el intento de extender la Revolución. Las tropas de Juana y Manuel prestaron servicios muy importantes. Se cuenta que fue ella quien tomó el cerro de la Plata y se apoderó de la bandera realista, hazaña que Padilla no le reconoció. Como muestra de gratitud, el gobierno de Buenos Aires la nombró teniente coronel.

Durante el resto de los años, Juana continuó su resistencia en una guerra de guerrillas sangrienta y desastrosa en la que vio morir a sus cuatro hijos, combatió embarazada de la quinta hija, que luego dio a luz a orillas del río Grande, mientras su marido peleaba, y escapó con ella en brazos, a caballo, recién parida, porque sus enemigos había aprovechado su convalecencia para intentar apoderarse de los caudales de la tropa.

Entonces, la estrategia que proponía San Martín se impuso en Buenos Aires: abandonar la vía altoperuano y acceder a Lima cruzando los Andes y el mar. Esto fue exitoso para la causa, pero dejó a Juana y a su tropa, liberados a la suerte del destino. Cuando el enemigo capturó y mató a Padilla, ella rescató de una pica de la plaza pública la cabeza de su hombre. Viuda y con una sola hija, después de desesperados y vanos intentos por continuar la causa revolucionaria, se puso al servicio del general Martín Miguel de Güemes y participó activamente en la defensa del Norte patriota.

En las guerras de la Independencia, se movilizaban mujeres de todas las clases sociales. Y los métodos de combate variaban.

Así eran las mujeres argentinas en aquellos tiempos: bellas, inteligentes y algo liberales; valientes, hacendosas, guerreras y sacrificadas.

Un vivo ejemplo fue Juana Azurduy que vio morir a sus hijos, al amor de su vida, y a su esperanza, pero siguió luchando hasta el final. Fue una de las tantas mujeres admirables que lucharon codo con codo junto a los hombres pero que en la historia no son tan mencionadas, mejor dicho no son mencionadas.

Bibliografía:

Recalde Héctor, Historia V, Ed.: Mapu

Lanusse Agustina, Diario la Nación

Goldman Noemí, Historia oculta de la revolución de Mayo, Ed.:Sudamericana

Quesada Saénz María, Diccionario Biográfico de Mujeres argentinas

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