II Juicio de Lesa Humanidad: cuatro testigos rememoraron el corredor del terror en rutas, comisarías y tribunales del Sur

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En el Megajuicio de San Rafael se juzga a 16 militares y 10 policías por secuestro, torturas y desapariciones en el Sur provincial. Foto: Explícito.

El II Megajuicio de Lesa Humanidad en San Rafael continuó sus audiencias con los testimonios de Juan Carlos Carbajal, Valeria Malena Zapata, Daniel Domínguez y Edita Teresa Vázquez, quienes recordaron detenciones y desapariciones que comenzaron en 1974, bajo el gobierno de María Isabel Martínez de Perón, y siguieron bajo el régimen militar instaurado el 24 de marzo de 1976.

Carbajal rememoró la detención de su hermano, Ángel y de su cuñada Matilde en diciembre de 1974 y la segunda vez que cayeron en manos de militares, en junio de 1975, cuando un grupo de policías se presentó en su domicilio las 2 de la madrugada, con una orden emanada del Decreto Presidencial, firmado por María Estela Martínez de Perón para detener a Ángel y Juan Carlos Carbajal, ambos militantes de la JP.

Ángel era profesor de Matemática, Física y Química, vicedirector en Monte Comán y trabajaba en el sindicato de docentes, por lo que durante el allanamiento encontraron un listado de afiliados al sindicato que se llevaron. También “encontraron” un libro de Mao Tse Tung, que nunca había visto. Se robaron herramientas del padre que era contratista.

En un tramo de su testimonio habló de cómo los uniformados que tomaron el poder de manera ilegal sembraban pruebas en las casas de los detenidos: en el operativo participaron alrededor de 60 policías, provinciales y federales y personal de civil. Entraron a la casa alrededor de 20. El encargado del procedimiento era el policía González, nombre que figura en el acta de allanamiento. Buscaron como testigo del procedimiento a un señor de apellido Cuartara, que fue llevado directamente a la habitación de Juan Carlos por el policía a cargo que sacó de su bolsillo unos panfletos del ERP y lo puso en un cajón del ropero.

Los hermanos fueron trasladados a Infantería por el subcomisario Barrera, quien le dijo a Juan Carlos: “Si usted conoce a alguien que tenga algo que ver con el ERP o Montoneros, dígalo y le damos la libertad y no lo molestamos más”. El testigo le contestó: “Le agradezco, pero no, haga lo que quiera conmigo y si me quiere matar, hágalo. Él escribió lo que quiso y yo lo firmé”.

Después de detallar las torturas a las que fueron sometidos en Infantería, contó su hermano Ángel estuvo allí hasta octubre de 1975 y él hasta marzo del 1976, cuando lo trasladan al D2 de Mendoza con Juan Carlos Berón, Rosales, Nilo Torrejón, Santiago Illa, Jorge Berón, Luis Berón, Orlando Flores y Carlos Carbajal.

Lo trasladaron luego a la U9 de La Plata, hasta marzo de 1977 que efectivizaron su opción para salir del país. Su hermano y sucuñada siguen desaparecidos.

Madre detenida, padre desaparecido

Valeria Malena Zapata declaró por la detención de su madre Mabel  Blanco y la desaparición de su padre Carlos Zapata.

La testigo relató que el 6 de marzo del 1978 iban en una citroneta roja al paraje de Los Molles con su padre, su madre, su abuelo Jesús Blanco, su hermanito de 4 años y ella que tenía 6.

Recordó: “Era la tardecita, aparecieron dos autos haciendo señas con las luces de los autos de policía. Mi papá se detuvo; eran muchos y estaban de civil, armados. Nos hicieron bajar a todos, mi hermano iba con un vaso de plástico en la mano y una sola zapatilla. En el auto blanco nos llevaron a mi abuelo y a nosotros; en el otro, a mis padres. Los que nos llevaron a nosotros, eran de edad mediana con bigotes, amables, nos convidaron facturas. Nos bajaron en la ruta y nos dijeron que camináramos, que íbamos a encontrar una estancia y allí nos íbamos a reencontrar con nuestros padres. Caminamos, mi abuelo llevaba  a mi hermano alzado. De pronto, encontramos un auto con un acoplado tapado con una lona. En él había tres personas mayores; un hombre, una mujer y la hermana de ésta. Nos dejaron pasar la noche con ellos. Mi abuelo durmió en el carromato, nosotros apretados en el auto. Ellos estaban preocupados porque mi abuelo dormía en ese lugar tan frío. Esa noche miré las estrellas. Mi hermano lloró toda la noche. A la mañana siguiente, esas personas nos llevaron a poner la denuncia a la comisaría de El Sosneado y luego nos acercaron hasta la citroneta. Mi abuelo manejó hasta San Rafael. Nos quedamos ahí hasta que mi abuela vino de Buenos Aires y todos nos fuimos a esa ciudad hasta que apareció mi mamá".

Sobre cómo se salvó su madre de un destino fatal, contó: "Mi abuela era modista y también mi tía, tenían como clientas varias esposas de marinos. Una de ellas, por la gestión de mi abuela que hizo todo lo que pudo, logró que liberaran a mi mamá.  Mi madre me contó que estuvo los 44 días con los ojos vendados y esposada, no supo donde estaba. La liberaron en Miramar. Le dieron plata para el viaje y le pusieron un boleto en la mano. Cuando vimos a mi mamá, no la reconocimos, pesaba 33 kilos; no tenía fuerzas ni para alzarnos.”

Alvear, parte del corredor del terror en el sur

Daniel Domínguez alias El Pelusa contó que tenía 25 años, trabajaba en un taller de motos y militaba en la JP con Aldo Fagetti, Héctor Chaves, Pereira y varias mujeres. Lo detuvieron el 17 de setiembre  de 1976  en su casa en calle Chaperouse de General Alvear donde vivía con su mujer y sus 3 hijos, una que era bebé y los otros  de 3 y 4 años. Entraron 3 personas que se identificaron como policías pero estaban de civil, uno lo apuntó con una metralleta; a cargo de Reveco, policía al que el día anterior le había entregado una moto que le había arreglado.

Se lo llevaron detenido a la Seccional 14 de General Alvear, que estaba al lado de la Municipalidad y del Poder Judicial. Luego lo tiraron en un auto y lo  llevaron al destacamento de Alvear Oeste. Ahí le dijeron que ellos eran sus dueños, que lo mataban o lo dejaban ir. Dijo: “Traté de aguantar todo lo posible. Me atacaron psíquicamente, me amenazaban con matar a mis hijos.” Después de un día, el policía Reveco lo dejó en libertad.

Recordó: “Después de salir en libertad, durante dos años, me siguieron, sabían adónde iba o venía, siempre pasaban en un coche Torino vigilándome, también me provocaban en la calle. Yo  no les respondía porque no quería volver a caer preso.”

El zapatero que no conoció a su bebé

Edita Teresa Vázquez declaró sobre la desaparición de su esposo, Omar Ozán, quien trabajaba en un taller de zapatería. Tenían un hijo de un año, Martín, y ella estaba embarazada de 7 meses.

La tarde del 7 de julio del 1976 su esposo demoró en regresar de su trabajo, lo que no era habitual, y ella se preocupó mucho. Más tarde, se presentó la policía en su casa preguntando por Omar. La testigo relató: “Al otro día le pedí a un vecino que me prestara unas monedas para comenzar a buscarlo. Fui a todos los Destacamentos de policía y a la Municipalidad donde me dijeron: ‘que estaban pasando cosas raras, que a ellos se les había perdido  un soldado.’ Nadie me daba respuestas a pesar de que me veían embarazada, asustada y llorando. A Omar se lo llevaron detenido y nunca más lo volví a ver.”

Presentó un hábeas corpus, pero lo rechazaron. Agregó: “Todos los chicos del barrio éramos de la JP. Aprendíamos dactilografía, guitarra. La Unidad Básica estaba en la Calle Alem. Omar me contaba que había un grupo para hablar de política,  que lideraba Luis Sabés. Él trabajaba a la vuelta del lugar donde trabajaba Omar. Yo también iba a reuniones donde estaban Ricardo Ríos, Sueta, Illa, Irma Berterré, Marta Guerrero, Sonia Luna. Solíamos a ir a ayudar a la gente de la Costa Brava, les ayudábamos con arreglar las casas y les llevábamos ropa.”

Un operativo militar frente a niños

Abel Ivan Berón -hijo de Juan Carlos Berón, sobrino de Jorge Berón, de Luis Abelardo Berón y de José Guillermo Berón; desaparecido- relató que cuando él tenía 6 años, su padre se fue a trabajar  y no volvió por mucho tiempo. Vio la detención de sus tíos Jorge y Luis. Vinieron dos Unimog, uno por la calle Telles Meneses y el otro por la calle Albarracín.  Militares armados rodearon la casa y la allanaron.

Recordó: “Éramos 4 hermanos, nos tuvieron sentados en sillas, teníamos que pedir permiso para todo. Hacían callar a mi abuelo. Mi abuela se acuerda que se llevaron frazadas y alhajas de oro. Mi hermana Laura tenía 5 años y mi hermano Rómulo, 3; hasta los 11 años se orinaba cuando veía un móvil de la policía. Muchas veces allanaron la  casa donde vivíamos todos.”

Fuente: juiciosanrafael.hol.es

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