
Sudamérica ha visto el surgimiento de una nueva corriente ideológica que, según el experto en relaciones internacionales Juan Gabriel Tokatlian, podría ser el inicio de un cambio geopolítico sin precedentes. Este fenómeno, descrito como la "internacional reaccionaria", se manifiesta en un alineamiento cada vez más estrecho de gobiernos sudamericanos con una visión del mundo que, liderada por figuras como Donald Trump, promueve el unilateralismo, la desconfianza en el multilateralismo y una fuerte crítica a las agendas de género, cambio climático y derechos humanos.
Argentina como caso de estudio
Argentina, bajo la presidencia de Javier Milei, se ha convertido en el principal exponente de esta nueva ola. Tokatlian destaca que el país ha pasado, en un solo año, a ser el más antichino de la región, a pesar de que su relación comercial con China es mucho más significativa que con Estados Unidos. Esta postura ideológica ha llevado a decisiones como:
- Rechazar la invitación a unirse a los BRICS.
- Buscar ser "socio global" de la OTAN.
- Priorizar la compra de aviones F-16 a Dinamarca (con tecnología estadounidense) en lugar de aviones chinos.
- Cancelar acuerdos con China para la construcción de una central nuclear y un puerto multipropósito en el sur del país, explorando en su lugar la posibilidad de una base estadounidense.
Estas acciones reflejan una alineación ideológica que va más allá de los intereses económicos o geopolíticos pragmáticos. Es un compromiso con una visión de "Occidente" que debe ser defendida de lo que Milei considera las amenazas de "quienes quieren destrozar el orden internacional".
¿Una Sudamérica a la medida de Trump?
La situación en Argentina no es un caso aislado. Tokatlian señala que la región podría estar en la antesala de un cambio de paradigma político. Con próximas elecciones en Chile, Perú, Colombia y Brasil, la derecha y la ultraderecha tienen la oportunidad de consolidar su poder, creando una "Sudamérica casi idéntica a los Estados Unidos" en términos de afinidad ideológica. Esto podría dejar a Sudamérica, con la posible excepción de Uruguay y Venezuela, con gobiernos alineados con las posturas reaccionarias.
Este posible escenario contrasta con la "ola rosada" de principios de siglo, que vio la llegada de gobiernos de izquierda en la mayoría de los países de la región. La nueva "ola oscura" representa no solo un giro ideológico, sino también un desprecio por las relaciones regionales. La falta de diálogo entre Argentina y Brasil, sus dos socios comerciales más importantes, es un claro ejemplo de este desinterés por la integración regional y la priorización de alianzas con Washington y Tel Aviv.
Costos y consecuencias de la "internacional reaccionaria"
El alineamiento incondicional de Argentina con Estados Unidos e Israel, y su confrontación con China y Brasil, tiene consecuencias concretas. En el ámbito internacional, esta política ha generado un deterioro de la credibilidad y la influencia de Argentina. La decisión de retirarse de una votación en la ONU sobre la Autoridad Palestina, por ejemplo, fue un "acto indigno" que demuestra el nivel de seguidismo a la política exterior estadounidense.
Este tipo de votaciones minoritarias afectan la capacidad de Argentina para obtener apoyo en temas cruciales, como la disputa por las Islas Malvinas o la promoción de candidaturas para organismos internacionales. La diplomacia argentina, históricamente conocida por su multilateralismo y su búsqueda de consensos, parece haber sido reemplazada por un enfoque ideológico que la aísla del resto del mundo, a excepción de su nuevo "triunvirato".
En un mundo que está virando hacia Asia, especialmente hacia China y la India, la apuesta ideológica de Argentina parece anacrónica y desconectada de la realidad económica. Mientras el país se distancia de sus principales socios comerciales, la "internacional reaccionaria" podría estar ganando terreno en la región, creando un panorama geopolítico completamente nuevo y potencialmente inestable para América Latina.

