Los incendios forestales están "mutando" en más frecuentes y virulentos, un proceso que se ha acelerado por el "cambio climático" que a su vez contribuyen a agravar, siendo algunas regiones de Argentina "vulnerables" a estos siniestros de "sexta generación", aunque no de la magnitud del caso australiano, según especialistas.
"Hoy hay certeza del rol central del cambio climático: no produce los megaincendios pero sí las condiciones ambientales propicias", dijo a Télam la doctora en ciencias de la atmósfera e investigadora del Conicet Inés Camilloni.
"A su vez las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por el aumento de incendios pueden agravar el cambio climático", aportó el presidente de la Asociación de Amigos de Parques Nacionales y biólogo Norberto Ovando.
Para Camilloni, el caso australiano -donde ya se quemaron más de 5 millones de hectáreas- "nos muestra en una forma concreta hacia donde estamos yendo con el clima", esto es, que "no sólo la temperatura global va en aumento, sino que los eventos extremos", ya sea de calor, lluvias o sequías, "se vuelven más severos y frecuentes".
El también experto en la Comisión Mundial de Áreas Protegidas explicó que las grandes sequías "generan bosques totalmente estresados y disponibles para quemar", es decir, grandes masas de "combustible".
A su turno, el comandante general de bomberos (R) y responsable del Departamento de Incendios Forestales de la Academia Nacional de Bomberos, Edgardo Mensegue, explicó que incendios como el de Australia son clasicados como de "sexta generación", una categoría inexistente hasta hace "cuatro años" y que debió crearse a partir de eventos que superaban lo conocido hasta ahora.
Los incendios de primera generación surgieron en los años '50 con el éxodo rural que produjo la pérdida del denominado paisaje de mosaico que actuaba como cortafuego: "eran los que uno apagaba la llama y ahí quedaba".
Los de segunda generación aparecieron en los años 70-80 y "son muy rápidos porque se producen donde hay mucha continuidad de combustible, principalmente en el sotobosque", y requieren diversificación en los medios de respuesta.
Los de tercera se tipificaron en los '90 y "son generados por focos secundarios, es decir, bolas de fuego producto de material volante o rodante" que las corrientes de aire caliente generadas por el mismo fuego puede transportar a dos o tres kilómetros de distancia, "superando las barreras de defensa o cortafuego".
"La cuarta generación es un fuego de interfase, que se dan dentro de urbanizaciones con mucha o poca forestación", dijo.
En el caso de los de quinta generación, ya se trata de megafuegos que se producen sólo si se combinan "olas de calor con mucha sequía" y son "incontrolables, no importa los recursos con los que cuentes", como fue "el incendio de Chile de 2017".
Ovando explica que los de sexta generación son aún "más grandes, rápidos, intensos e incontrolables", con la particularidad de que "pueden generar las temidas 'tormentas de fuego'", es decir que "dominan la meteorología de su entorno" generando rayos en seco que "provocan más incendios" a cierta distancia.
"Se propagan a una velocidad de entre 2 y 5 kilómetros, llegando a consumir entre 4 y 13 mil hectáreas por hora", dijo Ovando.
Por su parte, Camilloni recordó que "desde el 2007 las proyecciones del cambio climático mostraban un aumento de la posibilidad de ocurrencia de estos eventos en Australia, mientras que otras regiones del mundo también aumentaban signicativamente la posibilidad de incendio", entre ellas "algunas regiones de Sudamérica y todo el continente africano".
"Argentina, donde las olas de calor son más frecuentes e intensas, tiene algunas regiones vulnerables a los incendios pero no a megaincendios, aunque todo depende del manejo que se haga de la situación", dijo.
Bosques andino-patagónicos, en riesgo
El riesgo a futuro se encuentra en la zona andino patagónica, una región de bosques donde se sabe que las lluvias van disminuir: "allí la prevención debería ser central", agregó la investigadora del Conicet.
Mensegue considera que Argentina ya experimentó incendios de sexta generación, como el de La Pampa en 2017 donde se consumieron 1,1 millones de hectáreas.
Para Ovando, los incendios de sexta generación vuelven "obsoletos" los "modelos tradicionales de gestión de incendios", que deben ser repensados al tiempo que se lleve adelante una "política de prevención" también adaptada a esta "nueva era".
Mensegue, en cambio, consideró que "los bomberos en nuestro país tienen herramientas, material y capacitación para combatir incendios", aunque gran parte del éxito depende de la prontitud del "ataque inicial" puesto que mientras más inmediato sea, "más posibilidades de controlar el fuego".
"Si no se controlan en las primeras horas, después pueden durar 5 o 10 días", dijo.