Cuando los ecos del golpe del 76 suenan como una letanía. Cuando parece tan lejos que la atrocidad pueda apoderarse de un país como lo hizo desde ese 24 de marzo el golpe en Argentina, emerge la figura de Sebastián Moro. El caso del periodista mendocino, fallecido en Bolivia cuando estaba en pleno desarrollo el golpe de estado que derrocó a Evo Morales, nos recuerda porqué la democracia siempre debe dormir con un ojo abierto.
En Mendoza se conmemora este martes, con una campaña de pañuelos reales y virtuales en las redes, otro aniversario del inicio del golpe cívico, militar -y clerical, como agregan las Abuelas de Plaza de Mayo-. Y es ineludible el recuerdo, en carne viva, de lo ocurrido con Sebastián Moro.
Sebastián dejó un enorme trabajo, en cuerpo y espíritu, como cronista de los juicios de lesa humanidad en Mendoza para Radio Nacional y para el colectivo de crónicas de los juicios.
En Bolivia fue redactor y editor del semanario Prensa Rural y despachaba reportes para medios de todo el mundo hasta que, en medio de un ataque de las hordas golpistas a los periodistas de medios independientes, campesinos y afines al gobierno, fue hallado en su casa con signos de haber sido golpeado.
“La muerte del periodista Sebastián Moro en el marco del Golpe de Estado, es ‘extremadamente dudosa'”, concluyó la delegación argentina que viajó a Bolivia para relevar denuncias de violaciones a los Derechos Humanos en ese país. Su muerte hace que hoy las banderas por Memoria, Verdad y Justicia flameen con nuevos vientos.
