Javier Polvani
@javierpolvani
El presidente Javier Milei es intrépido, ya sea porque no teme a los peligros o porque obra o habla sin reflexión, elijan ustedes entre las dos variantes que da el diccionario para la palabra "intrépido". Da envidia después de Alberto Fernández, que se escudó en la correlación de fuerzas para no hacer nada de lo que tenía que hacer para trascender.
Es riesgoso para un presidente ser intrépido, pero es mucho peor no hacer nada. Ver a Milei ejercer el poder sin desviar los ojos de ahí hacia el fondo de la gestión es alucinante.
Creo que no hay chance alguna de que salga bien su gobierno. Nunca un presidente fue por tanto con tan poco.
Néstor Kirchner tenía infinitamente menos en las estadísticas electorales (22% en la primera vuelta, sin balotaje por abandono de Carlos Menem) que en la realidad. Construyó una popularidad sólida de entrada y alineó al peronismo a la vez que endulzó a los radicales para gobernar sin saltear el Congreso.
Milei no engordó su base de sustentación después del balotaje. El shock confirmado fue una cortina de hierro para nuevos entusiastas del proyecto.
En el Congreso depende de una maraña oscura y cara de alianzas que no tienen nada que ver con la sustentación parlamentaria del primer kirchnerismo, que vino a hacer la revolución en sentido inverso de la que trae la Libertad Avanza infiltrada por Mauricio Macri.
Milei es intrépido, mucho más capaz que Patricia Bullrich para liderar la gestión de las políticas que los dueños de la Argentina aportaron al plan que coordinó Federico Sturzenegger para la candidata que salió tercera en las elecciones generales de octubre.
Milei tiene en su capital a las fuerzas del cielo, un componente falopa de su entramado de poder, que le suma adictos sin echarle adherentes ni auspiciantes agnósticos.
En el balotaje, los electores de Bullrich no le hicieron asco a ese delirio ni mucho menos. Milei sacó 25 puntos más en el balotaje que en las generales de octubre, los mismos puntos que sacó Bullrich en la primera vuelta.
El efecto Milei está en las góndolas, pero esa es la punta del iceberg. El plan no puede más que empobrecer a los asalariados en lo inmediato. Mientras más demore el tratamiento del DNU y la Ley Ómnibus más difícil le será a Milei sostener la base de sustentación electoral intacta. Eso no alcanza para que el gobierno fracase. Ni sueñen.
Alberto Fernández llegó al 2023 con un rechazo popular explícito abrumador desde 2021. Con la Justicia y el establishment en contra, a la vez, y una interna en el Frente de Todos con daños ineludibles.
En el Congreso Milei no tiene chances de sacar el DNU y la Ley Ómnibus sin negociar partes. A libro cerrado son impasables. El plan tiene chances, de todos modos. Medio Congreso le pide mandar muchas leyes en lugar del ómnibus para conseguir sus propósitos.
¿Por qué Milei radicaliza la discusión cuando podría negociar con más éxito la parte más importante de sus paquetes de medidas? Tiene cuatro patas, mueve la cola, va con la lengua afuera tirando baba. Es un perro. La correlación de Alberto Fernández, a la basura.
Milei amenazó con un plebiscito si el Congreso no le sonríe. Del dicho al hecho hay un trecho, si no se apura llegaría a las urnas con gran parte del electorado desahuciado, como ocurrirá según lo pronosticó el Presidente y su ministro de Economía, Toto Caputo, en los próximos meses.
El DNU está vigente. Depende ahora de la Justicia si tendrá el Gobierno hasta marzo para arrasar con todo lo que pueda mientras junta los votos del Congreso.
El ejercicio del poder de Milei es alucinante. Si consigue el favor judicial de Macri será una cosa, si no será otra. La gloria o Devoto. Es alucinante.
Argentina tendrá un motivo más para los investigadores sociales del mundo si Milei corona con gloria. La democracia existe para que los dueños tengan que discutir algo con las mayorías. Si los dueños ganan las elecciones, se tienen a sí mismos y a las mayorías. El plan de Milei es el de los dueños. No entiende el que no entiende.
