Por Javier Polvani
@javierpolvani
La salida desdobladora del gobernador Francisco Pérez no fue idea suya. La sola posibilidad de que esa decisión le costara el repudio de la Casa Rosada alejaba al mandatario del desdoblamiento, pero la soledad en la que lo dejó el resto del peronismo local lo arrastró a dejar de lado cualquier consideración para socializar con el partido el resultado de los comicios.
Carlos Ciurca fue el mentor del adelantamiento de las elecciones con la consigna de salvar la ropa en la mayor cantidad de departamentos posibles. Doce de los 18 municipios son gobernados por el oficialismo provincial y de estos siete se plegaron a la movida desdobladora y el resto estaba listo para hacerlo, aunque el gobernador no lo hiciera. La idea primaria era que los departamentos votaran en comicios separados de los provinciales y nacionales, con cada intendente batallando por su ropa contra los enemigos, sin amigos cargados en la mochila.
En ese escenario, el jefe del sector azul, Juan Carlos Mazzón, el Chueco, fue determinante para arriar a Pérez a concretar algo que no estaba dispuesto: la ruptura con la estrategia de la Casa Rosada, que en Mendoza tiene representantes sin peso específico de votos, Unidos y Organizados, con Guillermo Carmona como principal referente compartiendo cartel con su par en Diputados de la Nación, Anabel Fernández Sagasti.
De entrada, Mazzón resistió el adelantamiento con sus intendentes -Jorge Giménez, de San Martín a la cabeza-, aunque Alejandro Bermejo, de Maipú, uno de los líderes del sector azul en Mendoza, se cortó solo y tomó el camino elegido por Ciurca. Con las cartas jugadas, el gobernador abandonado por el grueso del peronismo provincial y una grieta en su propia tropa, el Chueco viró para no verse ninguneado por primera vez en décadas en su provincia.
Así al gobernador no le quedó más que dejar de lado sus creencias, su estrategia y hasta las expectativas de cobrarle al kirchnerismo su alineamiento a pesar de todo. En pocos días, Ciurca fagocitó el poder del flamante presidente del Partido Justicialista de Mendoza y mandatario provincial. El vice tiene tropa en casi todo el territorio, mientras el jefe de Estado no tiene nada, salvo el afecto del santarrosino Sergio Salgado.
Con la olla tapada antes de que Pérez pudiese poner los ingredientes de su gusto, el mandatario abdicó. Entregó la estrategia por completo a Ciurca y Mazzón, que en el viraje de última hora salvó la imagen del superoperador, aunque esta vez debiendo ceder gran parte de la escena al poder creciente dentro del peronismo mendocino del vicegobernador.
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