Por Manuel Ligero
Para La Marea
Basel Adra y Yuval Abraham documentan la expulsión ilegal de los palestinos de Masafer Yata, en Cisjordania. Su trabajo, extraordinario, es un testimonio desgarrador de los crímenes perpetrados por el Gobierno israelí en los territorios ocupados.
El eterno debate sobre la verdadera utilidad del periodismo está más vivo que nunca. Lo cierto es que llevamos una década desmintiendo mentiras y eso no ha tenido ninguna influencia en la política mundial. La gente no cambia de opinión aunque esté equivocada y sea plenamente consciente de ello. Pero puede que estos malos tiempos para la verdad sean algo pasajero. Habrá que confiar en eso. Habrá que confiar en la buena voluntad de los seres humanos.
Hay múltiples ejemplos de cómo el periodismo ha cambiado el curso de los acontecimientos. La imagen de la niña Kim Phúc huyendo del napalm mientras la piel se le caía a tiras, capturada por el fotógrafo Nick Ut, supuso el principio del fin de la guerra de Vietnam, por poner un ejemplo. Ese es el efecto que buscan el palestino Basel Adra y el israelí Yuval Abraham con el documental No Other Land (acompañados en la dirección por Hamdan Ballal y Rachel Szor). Nadie, salvo un psicópata, podría verlo sin sentir indignación, vergüenza, horror.
La película narra la lucha de los palestinos de la región de Masafer Yata, al sur de Cisjordania, por permanecer en sus hogares. Durante 20 años han plantado cara a las apisonadoras, a los tanques, a las ametralladoras del Ejército israelí, al acoso de los colonos para evitar la expulsión de la tierra que ha sido su hogar durante generaciones.
Hay mapas del siglo XIX en los que ya aparecen estas aldeas, y estaban pobladas por estos mismos pastores. Pero nada ha conseguido detener los planes de expansión del sionismo, absolutamente ilegales según el derecho internacional. Durante el día evacúan y derriban escuelas, parques infantiles, casas que sus legítimos dueños vuelven a construir por la noche. Llevan años haciéndolo, pero desde los atentados del 7 de octubre de 2023, ya no hay freno a la brutalidad israelí. Los colonos entran en los pueblos y disparan a la gente indefensa con la misma impunidad con la que lo haría un camisa negra en la Italia fascista. Lo hacen delante de los niños y se ríen mientras ejecutan desahucios, demoliciones y asesinatos. Está grabado. Lo grabaron Basel Adra y Yuval Abraham, y todo el mundo debería verlo.
Cuando uno observa la actuación del Ejército israelí y de los colonos escuadristas en No Other Land es inevitable pensar en que ya hemos visto ese tipo de imágenes y que, en su día, tuvieron repercusiones. Las tuvieron penalmente para los criminales y moralmente para los que les dejaron hacer. Hoy nadie podrá decir que no sabía lo que está ocurriendo. Muchos alemanes alegaron eso cuando se liberaron los campos de concentración tras la Segunda Guerra Mundial. No sabían nada. Todo ocurría a sus espaldas. Si hubieron sabido…
Rizando el rizo, muchos israelíes que participaron en la masacre de Sabra y Chatila (1982) confesaron que no eran conscientes de los crímenes en los que estaban participando. La película Vals con Bashir (2008) trataba precisamente de eso, del trauma que supone ser un asesino y descubrirlo a posteriori. Supongamos que es así, aceptemos el arrepentimiento de quien tiene las manos manchadas de sangre inocente, pero lo que está ocurriendo hoy en Gaza y Cisjordania es distinto. La consciencia durante el acto de matar es total. Los atropellos provocan risotadas entre los colonos, los soldados festejan la muerte con el símbolo de la victoria, como quien celebra un gol.
No es la ley
«¡Es la ley!», grita un soldado israelí a una madre palestina mientras derriban su casa. La empuja para apartarla. Su hija llora, buscando refugio tras sus faldas. Es el tipo de imágenes desgarradoras que podemos ver en No Other Land. Y el soldado miente, por supuesto. La ley internacional considera ilegal la ocupación de los Territorios Palestinos. Así se estableció en 1967, pero para el Gobierno de Israel la ley no significa nada. El Estado israelí existe precisamente porque así lo quiso la ONU, a quien hoy considera una enemiga. Sus resoluciones, que una vez posibilitaron un hogar para los judíos del mundo, son desoídas sistemáticamente. Hasta disparan contra sus fuerzas de paz.
La complicidad de Estados Unidos en estos delitos y la inacción de la Unión Europea, que contempla impertérrita el horror, podría llevar a mucha gente a pensar que es imposible cambiar las cosas. «Ojalá podamos cambiar esta realidad de mierda», comentan entre ellos Basel Adra y Yuval Abraham, armados con su videocámara, su teléfono móvil, su ordenador. Su amistad, puesta a prueba por el brutal sistema israelí, es otro de los motivos por los que todo el mundo debería ver No Other Land. La forma en la que Yuval, judío y activista por los derechos humanos, es acogido en la aldea palestina demuestra que la excusa del antisemitismo para matar árabes «en defensa propia» es otra falacia fácilmente desmontable. Otra cosa bien diferente es si, en los tiempos que vivimos, alguien va a cambiar de opinión cuando se le pone la verdad delante de la cara. Pero hay que creer, como creen Basel y Yuval.
Es poco probable que este documental se lleve los máximos premios periodísticos o cinematográficos por la sencilla razón de que se otorgan en Estados Unidos. Eso no impide que estemos ante uno de los mejores trabajos que se han hecho nunca en este género. Al margen de su reconocimiento oficial, habrá que incluir las imágenes recogidas por estos dos jóvenes en la galería de los John Hersey, Francisco Boix, W. Eugene Smith, Ryszard Kapuscinski, Svetlana Aleksiévich, James Nachtwey… Hablamos de esa fuerza.
Hay una escena muy elocuente que indica el nivel de impunidad con el que Israel está cometiendo estos crímenes. Uno de los colonos, mientras arrasa una de las aldeas de Masafer Yata, se dirige directamente a la cámara que sostiene Yuval. «¡Vete a casa y escribe un artículo!», le grita mientras se ríe a carcajadas con un desprecio y una crueldad muy difíciles de expresar con palabras. El colono habla con total conocimiento de causa. Ha entendido perfectamente estos tiempos de «verdades alternativas» y fascismo rampante en los que vivimos. Cree que es intocable.
Pues bien, seguiremos su consejo. Escribiremos un artículo. Y otro. Y después otro. Hasta que el mundo despierte y podamos cambiar «esta realidad de mierda». Ha ocurrido otras veces. Y si todo el mundo viera No Other Land, quién sabe, quizás podría volver a ocurrir.
‘No Other Land’ se estrenó en salas el 8 de noviembre. La película cuenta con la distribución de Filmin.