Por Martín Goldbart
Para Télam
Lionel Messi fue, a su manera, el dueño del equipo argentino que igualó con Paraguay por la primera fecha del Grupo B de la Copa América 2015.
Ordenó a sus compañeros, buscó la mejor ubicación para hacer daño y, cuando lo encontró, no perdonó.
El capitán, que fue ovacionado cuando lo nombró la voz del estadio al dar las formaciones, pareció haberse sentido más cómodo cuando se tiró al medio y abandonó el puesto de extremo derecho.
Ángel Di María fue su socio favorito y Ever Banega y Javier Pastore los interlocutores a la hora de ajustar cuestiones del juego.
En el primer tiempo, ante las constantes faltas de Paraguay, le reclamó al árbitro, Wilmar Roldán, haciendo uso de sus facultades como capitán.
El rosarino colaboró molestando a los defensores en la salida y se hizo cargo del penal para poner el transitorio 2 a 0 en la primera etapa.
En el complemento tuvo chances claras, pero falló en la definición. Sin embargo no dejó de encarar a los defensores rivales, de provocar peligro y preocupación permanente al equipo de Ramón Díaz.
Cuando Paraguay se le fue encima a fuerza de pelotas paradas, no logró sostener la pelota para conservar el triunfo. Una actuación, más allá del resultado, positivo de La Pulga de cara a lo que se viene en el campeonato.
