Entrevista al sacerdote polaco que confesó su homosexualidad: "La solución de la Iglesia católica para los creyentes homosexuales es una vida asexuada"

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Por Marc Font
Para Público.es

El pasado día 3 el sacerdote polaco Kryzsztof Charamsa salió del armario y presentó a su pareja, el catalán Eduard Planas. Las consecuencias de su acto fueron inmediatas y el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, anunció su expulsión inmediata de la Congregación para la Doctrina de la Fe y de la Pontificia Universidad Gregoriana. Con todo, confiesa sentirse “liberado” y considera “irracional” y “anacrónico” el rechazo de la Iglesia católica hacia la homosexualidad. Antes de su confesión, Charamsa también acaparó titulares al defender el derecho a la autodeterminación de Catalunya.

-Diez días después de declarar su homosexualidad, ¿cómo se encuentra?

-Han sido días de felicidad, tranquilidad y de una libertad que creo que sólo puede entender una persona que se haya liberado de un peso tan fuerte en una sociedad, como la Iglesia, que no tiene ninguna simpatía por los homosexuales y vive con una verdadera mentalidad homófoba. Ha sido un nuevo inicio y siento una paz que nunca había tenido cuando estaba en el armario. La Iglesia no ha hecho todavía la necesaria confrontación con la realidad de las minorías sexuales. En mi comunidad, a nivel de mentalidad la respuesta ante personas homosexuales, transexuales, bisexuales o intersexuales es un rechazo que viene del miedo, no de un sereno conocimiento. Es un rechazo irracional.

-Tras sus palabras, el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, anunció que no podía seguir en la Congregación para la Doctrina de la Fe ni en las universidades pontificias. Su confesión también pretendía abrir un debate en el si de la Iglesia. ¿Cree que lo ha conseguido?

-Las consecuencias anunciadas por el portavoz del Vaticano se podían prever y son automáticas. Pero creo que el gesto y mi decisión vital serán un punto a favor de un debate. La Iglesia no discute porque trata la homosexualidad como un tabú, como algo que se debe esconder y no tratar seriamente, como si no existiera. La Iglesia quiere ver la homosexualidad como algo deformado y que no debería estar, como algo extraño en nuestra sociedad. Reduce al homosexual a un no ser, lo que para mi es el primer pecado de la homofobia eclesial.

-¿Ha recibido algún apoyo dentro del Vaticano?

-He recibido muchos apoyos, también de personas del Vaticano pero no haré público de quiénes. Hay personas que se han mostrado sensibles y preocupadas por lo que yo llamo una verdadera mentira institucional sobre la homosexualidad. Si lee documentos de mi congregación, que es el máximo órgano de enseñanza en la Iglesia, verá que tienen como base una visión de la homosexualidad que probablemente se podría justificar en el siglo XIX, pero no hoy. La medicina ha perdido perdón al colectivo homosexual por tratamientos que aplicaba en el pasado, la psicología ha corregido su visión y hay muchos estados que protegen a las personas homosexuales, simplemente garantizándoles los mismos derechos que a todas las personas humanas. Se debería prohibir la homofobia. En muchos países las mujeres consiguieron la igualdad de derechos y creo que en este momento la consecución de los derechos de los homosexuales debe ser una llamada para toda la sociedad y mucho más para la Iglesia.

-¿Tiene la sensación de que la Iglesia, al menos en su cúpula, está cada vez más alejada de la sociedad y se mantiene en posiciones anacrónicas?

-Sí. Yo también he vivido mi desarrollo personal porque estaba convencido de la posición de la Iglesia y he tenido que confrontarla con la ciencia. La idea de la Iglesia es que los cambios alrededor de la homosexualidad de la ciencia y de muchos estados son un influjo ideológico, consecuencia de la presión del lobby gay. Yo me he confrontado con la realidad y ahora sé que nuestra posición no es verdadera, sino que está basada en un prejuicio y en una mentalidad cerrada al conocimiento y con lo que repetimos un viejo juicio sobre la homosexualidad. La solución de la Iglesia católica para los creyentes homosexuales es una vida asexuada. Esta es su propuesta y está claro que estas personas poco a poco rechazan a la Iglesia, porque de lo contrario se rechazan a si mismos. Durante mucho tiempo, yo me rechacé a mi mismo.

-¿Esta actitud cerrada y anacrónica también provoca la fuga de los cristianos progresistas?

-No me gustan estas etiquetas, pero dicen algo y es que en el catolicismo hay muchísimas almas, toda la sensibilidad del arco iris y gente muy diferente que sabe estar junta. Muchos cristianos tienen la sensación de que la Iglesia no entiende la vida de los propios fieles. No tiene en cuenta el desarrollo de la humanidad en la sexualidad. En este ámbito, la comprensión de la persona humana que tenemos hoy no la teníamos en el siglo XIX. La Biblia no tenia ninguna idea de la orientación sexual, pero tampoco nuestros abuelos. La Iglesia no ha pasado el examen de comprensión del ser humano de hoy, no ha entendido su sexualidad.

-¿Y puede cambiar? Usted deposita sus esperanzas en el Papa Francisco.

-Sí. Según su mandato, él tiene un poder absoluto en la Iglesia y dice que tenemos una cosa humana a solucionar y debemos pensar en la situación humana de las personas que viven en familia. Él ha dicho que debemos discutir estas cosas con claridad, transparencia, libertad, sin prejuicios y sin repetir las soluciones del pasado. Debemos tener el coraje de poner delante la nueva realidad. Y poner la cuestión de la sexualidad de una manera más libre, más tranquila y más transparente, sin riesgos de rechazo y remordimientos. La mentalidad que vive en la Iglesia ahora es de rechazo de la homosexualidad como tal, pero también de la sexualidad heterosexual, que debe estar escondida y no vivida con transparencia.

-Su defensa del derecho a la autodeterminación de Catalunya fue criticada por la Conferencia Episcopal Española y el cardenal Cañizares. ¿Cree que la Iglesia debe intentar marcar doctrina en cuestiones como ésta?

-Me molestaron estas reacciones de los cardenales españoles, porque mi discurso, que básicamente era la explicación de los fundamentos básicos de la doctrina social de la Iglesia, venía presentado como si fuera contra alguien, contra España. Yo estoy fascinado por España, la amo y tengo muchos amigos españoles. Cuando era una simple presentación de la doctrina social de la Iglesia, que apoya el derecho a la autodeterminación de un pueblo que se puede considerar una nación. Este derecho no es contra nadie y aquí [en Catalunya] se expresa en un clima de fraternidad, no se expresa por ejemplo mediante la quema de banderas. La Iglesia española creo que ha reaccionado de una manera más política que cristiana. Si yo he hecho algo contrario a la doctrina social de la Iglesia sería muy fácil de demostrar, pero no ha sido así. Uno puede tener razones para defender la unidad de un Estado, pero no puede sobreponer razones que son relativas a un principio que es absoluto, como lo es la doctrina social, porque toca principios, los derechos humanos, que como cristianos defendemos. La reacción de la Conferencia Episcopal no es coherente con la doctrina social de la Iglesia.

-Más pronto que tarde su obispo le dejará sin la posibilidad de celebrar misas. ¿Por dónde pasa su futuro?

-En mi futuro quiero servir a los mismos ideales por los que me hice cura. ¿Cómo hacerlo? Debo empezar la búsqueda. Para un cura la suspensión del ejercicio de funciones es un drama personal y también profesional, pero soy creyente y tengo confianza en Dios e imagino que no dejará que me pierda. Pongo el futuro en sus manos. Pero también tengo a personas que están a mi lado y que me dan la certeza de que no estoy sólo y esto es muy importante cuando pierdes el apoyo precedente de una comunidad con la que has estado unido toda tu vida.

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