Por Pablo Iglesias
Secretario General de PODEMOS
Con las elecciones del 20 de diciembre la nueva transición política española ha dado un paso más poniendo fin al sistema del turno e inaugurando una nueva etapa política. La legislatura negra de Rajoy, marcada por la corrupción y el aumento de la desigualdad, ha hecho al Partido Popular perder cuatro millones de votos y obtener sus peores resultados electorales desde 1989.
La voluntad por parte de Ciudadanos de entregar el poder político al PP, como colofón a su pinchazo electoral, sólo confirma lo que poco a poco se ha revelado como el proyecto azul de la empresa naranja; al fin y al cabo vino viejo en odres nuevos. Lo que sí es inaudito es la abdicación de responsabilidades del PSOE y la parálisis de su secretario general. ¿Dónde está Pedro Sánchez? ¿Cómo es posible que no hayamos hablado todavía? ¿Es que no va a plantear la posibilidad de un Gobierno alternativo al de Rajoy?
Decía Enrico Berlinguer que la geopolítica de los viejos partidos está hecha de nombres y lugares. La mañana del 21 la geopolítica del poder del PSOE empezó a operar, caótica y contradictoria. Los nombres (Felipe González, Susana Díaz, Emiliano García-Page, Guillermo Fernández-Vara...) y lugares (Bruselas, Ferraz, San Telmo...) comenzaron una danza que empequeñecía a un secretario general que se mostró más preocupado por afirmarse como candidato a la reelección en su partido en enero que como candidato a la Presidencia del Gobierno. Pocas horas después Susana Díaz indicó que el Congreso del PSOE le venía mejor en abril; casi nada. Los barones del PSOE intervenían en televisión cerrando la posibilidad de que Sánchez dialogara con nadie que no fuera el PP o Ciudadanos. De esta forma, el PSOE queda abocado a aceptar que el PP gobierne o bien a la incierta búsqueda de una nueva candidata (o candidato) que pueda reparar en el futuro el resultado electoral de Sánchez (el peor del PSOE en la historia de nuestra democracia). Y mientras tanto la geopolítica de los lugares del poder se ha puesto también en marcha: como hiciera el diario El País en su editorial del 29 de julio de 2012, es un hecho que los representantes de los poderes oligárquicos presionan a Sánchez sobre la urgencia de pactar con el PP.
Nuestros más de cinco millones de votos, nuestras victorias en Cataluña y Euskadi, nuestros segundos puestos en Madrid, Comunitat Valenciana, Canarias, Baleares, Navarra y Galicia son históricos, pero no son suficientes para que informe al jefe del Estado de mi disponibilidad para ser presidente del Gobierno. Sin embargo sí son un mandato para proponer a todas las fuerzas políticas contrarias a que el PP continue gobernando un nuevo acuerdo de país para hacer avanzar la transición frente al inmovilismo. Blindar constitucionalmente los derechos sociales y derogar el 135 y las reformas laborales, acabar con los recortes, asumir la democracia como vía más eficaz de resolver la crisis territorial facilitando la viabilidad de un país unido en su diversidad, cambiar el sistema electoral, cerrar las puertas giratorias y asegurar la independencia judicial, no son líneas rojas para una negociación sino las bases mínimas de un compromiso histórico para la nueva etapa que comienza.
Si a Pedro Sánchez no le dejan intentar ser presidente, porque quizá no esté siquiera en condiciones de ser el líder de su partido, tal vez sea el momento de que una figura independiente de prestigio, asuma dar los pasos necesarios para intentar que en España deje de gobernar el Partido Popular y pongamos fin al tiempo de la corrupción y la desigualdad. Nosotros no permitiremos, ni por activa ni por pasiva, que el PP (con o sin Rajoy) siga gobernando y nos parecería una estafa democrática que el PSOE (con o sin Sánchez) lo permitiera o actuara pensando en su geopolítica interna de lugares y nombres.
Frente a los intentos de restauración y a las luchas intestinas de poder en las viejas maquinarias, la altura de Estado y el compromiso por la justicia social y contra la corrupción serán las líneas que guien nuestra acción para que España avance con el protagonismo de sus pueblos y sus gentes.