Por Pablo Salinas* (publicado en Info News)
Cuando yo tenía 6 años, en 1977, fui secuestrado junto con mi mamá por fuerzas militares.
Recuerdo perfectamente el operativo, con personas de civil que destruyeron mi casa, que tiraron un ropero donde guardaba mis soldaditos de juguete, que llegaron diciendo “Policía Federal”. Recuerdo que entraron todos de civil, que nos pusieron a un costado y se dedicaron a romper y tirar todo y también a saquear.
Yo vivía con mi mamá y su compañero (mi padre de crianza) en un monoblock en frente de un barrio humilde en la llamada “bajada pucará”, cerca de la terminal de colectivos, en la Provincia de Córdoba. Mi mamá estudiaba psicología y su compañero era ajedrecista.
Luego del operativo, mi mamá y yo fuimos conducidos al D2 de Córdoba. Tuvieron que pasar 35 años hasta que pude volver a pisar el espantoso lugar donde fuimos conducidos.
Recordaba las paredes verdes, recordaba los barrotes de las rejas, recordaba cada baldosa del piso de ese lugar. Y era tal como lo recordaba.
Hace unos pocos meses, cuando Osvaldo Bayer presentó mi libro “La Aplicación de la Tortura en Argentina”, en el marco de la feria del libro de Córdoba, me detuve en la puerta del D2, estuve un rato allí, observando el lugar, y luego junte fuerzas y entré.
Hoy es un lugar recuperado para la memoria, pero mis ojos no pudieron contener las lágrimas. Ese lugar había sido el último lugar donde vi a mi madre luego de que se la llevaran y hasta que recuperó la libertad cuatro años después.
Inmediatamente pensé, que ellos no tenían derecho a llevarse a mi madre, que no tenían derecho de conducirme con tan solo 6 años de edad a un calabozo donde sentía los gritos y los quejidos de otras personas que jamás se borraron de mi mente.
Ellos no tenían ningún derecho de hacernos todo esto, ni a nosotros, ni a todos nuestros compañeros.
Allí estaba, en el D2, con 41 años, abogado, autor de un libro y tesis doctoral. Y sentía que ese había sido el lugar donde mi vida había sido impactada por la historia de este país, el lugar donde me habían quitado a mi mamá, donde había tenido que sentir el sufrimiento ajeno en momentos que no correspondía.
Y allí, un hombre se acercó, un compañero, un ex preso político y humildemente me preguntó si quería recorrer el lugar. Me llevó a la habitación donde se practicaban las torturas y luego al archivo donde dejé constancia, 35 años después, de lo que había vivido.
Sentí una emoción profunda de saber que el D2 de Córdoba pertenece a los organismos de derechos humanos y que gente tan precisa y correcta me haya acompañado en mi segunda entrada al D2, una entrada que está vez tenía que ser liberadora.
Me pidieron que contara mi historia y quiero contarla, quiero que muchos conozcan estas historias que son partes de nuestra historia.
Mi mamá y yo fuimos detenidos y llevados al D2, mi padre de crianza se salvó porque estaba jugando un campeonato de ajedrez y luego se entregó en San Luis y pasó 6 años como preso político en La Plata y en las peores cárceles, sin ningún proceso penal.
Hoy quiero contar lo que pasó. Porque lo pude reconstruir con el tiempo. Supe que el día del secuestro primero detuvieron a mi tía Ani. Ella fue conducida a donde estábamos nosotros y allí se presentaron, diciendo: “¡Policía Federal!”.
Se llevaron todo y rompieron todo. Mi tia Ani pedía que me dejaran a mi con ella y sin embargo decidieron llevarme al D2 junto con mi madre, seguramente para torturar a mi madre o presionarla usándome para hacerlo. Nos metieron en un Fiat 125 de color naranja, y nos llevaron al D2 de Córdoba.
Entramos por un pasillo verde y aunque mi mamá me tapaba los ojos pude ver que había otras personas.
Fuimos llevados a una celda, donde las paredes eran también verdes, y los barrotes, eran metálicos y fuertes.
Mi tío Ciro, hermano de mi mamá y esposo de mi tía Ani logró que me entregaran y fui finalmente recuperado por mi familia.
Y así crecí. Mi abuelo Ismael Cavalotti, me crio esos años. El era un militar retirado que había sido leal a Perón y no podía comprender que al ejercito de San Martín lo hubieran transformado en una banda de delincuentes que torturaban, asesinaban y secuestraban chicos.
Mi mamá fue trasladada a Devoto donde yo la visitaba y podía hablar con ella por un tubo de metal con agujeritos y frente a un vidrio.
Luego de estar todos esos años a disposición del P.E.N. sin proceso penal alguno y detenida ilegalmente mi madre fue liberada.
Pasaron los años y decidí estudiar Derecho, decidí también hacer mi tesis sobre la tortura en el proceso militar con la que me doctoré en Derecho en la Universidad Nacional de Córdoba y que fue prologada por Raul Eugenio Zaffaroni y presentada por Osvaldo Bayer.
Fui abogado en el primer juicio a represores en San Rafael Provincia de Mendoza donde conseguimos la condena. Luego fui querellante en el 2° juicio y este viernes se dicta la sentencia del 3° juicio a represores.
En todos los juicios representé la querella del Movimiento Ecuménico de Derechos Humanos y a los familiares de nuestros compañeros. Solicité reiteradamente que tengan un poquito de humanidad y nos digan dónde están los cadáveres de nuestros compañeros, lo solicité en cada alegato, ellos lo saben, privaron a los familiares de dar sepultura a sus muertos, violaron los principios más elementales del derecho, desde la época de la Antígona de Sófocles.
Y es así como mi vida quedó cruzada por la historia de mi país.
Mi país y mi familia son reflejos de una misma historia. Por eso estoy orgulloso, del proceso que inició Nestor Kirchner y continua Cristina Fernandez de Kirchner, este proceso de memoria, verdad y justicia.
También estoy orgulloso porque lo mejor del radicalismo (con Alfonsín padre y el juicio a las Juntas) y lo mejor del justicialismo (con Nestor y Cristina Kirchner con los procesos iniciados en 2005) lograron llevar adelante los juicios en todo el país y hacer que Argentina sea única en el mundo y que me sienta feliz de vivir en este país.
Mis cuatro hijos crecieron sabiendo lo que sucedió con su abuela y su padre, conocieron al juez Garzón cuando viajó a Mendoza y saben lo ocurrido, el camino es mantener la memoria vigente y las sentencias que se están produciendo ayudaran a mantenerla.
Debemos recordar las palabras de Primo Levi cuando se refería a la memoria de lo ocurrido en el holocausto y que es aplicable a lo sucedido con el terrorismo de Estado producido por el gobierno que dio el golpe de 1976 “Pensad que esto ha sucedido: Os encomiendo estas palabras. Grabadlas en vuestros corazones Al estar en casa, al ir por la calle, Al acostaros, al levantaros; Repetídselas a vuestros hijos. O que vuestra casa se derrumbe, La enfermedad os imposibilite, Vuestros descendientes os vuelvan el rostro”
Yo no los perdono, yo quiero justicia, quiero verdad, quiero memoria.
*Víctima de a dictadura y abogado querellante en el juicio contra represores en Mendoza.