Por Alejandro Marcó del Pont
Para El tábano economista
La vida no es justa, acostúmbrate a ello (Bill Gates)
Si hay algo fascinante de la guerra de las vacunas es la diversidad de temas que se presentan. Algunos más o menos disfrazados, otros claramente camuflados, pero en general todos apuntan a cómo los más ricos y poderosos se benefician del desastre de la pandemia y lo empeoran. Convenios secretos, patentes, precios, tiempo de entregas, beneficios, financiamiento de investigación, organismos que aceleran el acceso a las vacunas, geopolítica, muestran solo una parte del abanico de temas.
En este entorno, Estados Unidos viene retrocediendo en la mayoría de sus lugares de influencia. En el comercio, frente a la Ruta de la seda, los acuerdos entre China, Rusia e Irán, y la Asociación Económica Integral Regional (conocida como RCEP), el tratado comercial más grande del mundo. Además, la guerra en Siria, el gasoducto Nord Stream 2, el multilateralismo, presentan algunas preocupaciones extra para los estadounidenses. Pero si hay un material coyuntural alarmante, es la diplomacia mundial de las vacunas.
El propio Foreign Affairs mandó a su gobierno mensajes de todos los colores invitando a vacunar al mundo entero como muestra de poder. Estados Unidos ha sido eclipsado por Rusia y China, quienes han comercializado y distribuido agresivamente sus vacunas en el extranjero, en gran parte para promover los objetivos de la política exterior. Rusia está utilizando los pinchazos para reforzar su imagen y perspectivas de inversión. China está donando dosis para ganar influencia en disputas territoriales y expandir su poder.
La palabra clave aquí resulta “condicionar”. Al igual que el FMI, como veremos, las vacunas operaron como un gran negocio, suprimiendo el ya de por si esfumado predomino estadounidense en gran parte del globo. Los beneficios le ganaron a la influencia de poder. El paso que sigue es volver los equilibrios a su lugar.
La mayoría de los países cuyos mandatarios transitaron la pandemia quedaron expuestos, golpeados, sin capacidad de reacción. La devastación legada de las políticas económicas neoliberales anteriores a la pandemia cuartaron cualquier grado de libertad para dar soluciones. Ahora la diplomacia de las vacunas tendrá que disciplinar nuevamente a los partidos que quieran mantenerse en el gobierno. Como la deuda es el condicionante central del poder del FMI, veremos que evitar muertes y subordinas gobiernos es el elemento central de las vacunas.
La influencia perdida es mucho mayor y más peligrosa de lo imaginada, la geopolítica es central en este juego. Pongamos unos ejemplos que dejaran expuesta la idea. La Comunidad del Caribe (CARICOM) tiene 14 miembros, lo que implica que tiene más votos en la ONU que toda América del Sur. Desde hace tiempo numerosos estados caribeños se aprovechan de la competencia entre China y Taiwán. En el mundo hay solo 15 países que reconocen a Taiwán como estado soberano, de ellos 5 son del Caribe: Belice, Haití, Santa Lucía, San Cristóbal, San Vicente y las Granadinas. A cambio de tal reconocimiento pueden contar con préstamos, obra pública, inversiones provenientes de Taiwán. Con la pandemia se sumaron mascarillas, test rápidos, respiradores, no con la etiqueta “Made in Taiwán”, sino con otra que dice “Taiwán ayuda”. Los votos en la ONU son importantes.
En contraposición, República Dominicana cortó sus relaciones con Taiwán hace unos años, lo que le valió que China alentara tal desaire dominicano enviando un avión a Santo Domingo con una carga de un millón de vacunas a bordo. La puesta en escena fue grandiosa, según el artículo publicado por Nueva Sociedad “El Caribe, China y la geopolítica de las vacunas”.
La parte de la influencia antes narrada contiene la porción más general de la geopolítica, ahora nos atreveremos a transitar hacia algo un poco más siniestro. Cuando los miembros del parlamento europeo se reunieron para leer el primer contrato públicamente disponible para la compra de vacunas contra la COVID-19, notaron que faltaba algo. De hecho, falta casi todo: ¿el precio por dosis? Censurado. ¿El calendario de entrega? Censurado. ¿La cantidad de dinero pagado por adelantado? Censurada. El contrato en revisión entre la UE con CureVac es considerado como uno de los más transparentes del mundo, imaginen los demás, y no lo decimos nosotros, lo hace un excelente artículo del New York Times.
Los gobiernos han invertido miles de millones de dólares para ayudar a las compañías farmacéuticas a desarrollar vacunas y, a su vez, están gastando miles de millones más para comprar las dosis. El riesgo de la innovación y sus costos fueron estatales. La demanda también está siendo solventada con fondos públicos, entonces, ¿por qué las patentes y los beneficios son privados y la mayoría de los detalles de los acuerdos con esas empresas son secretos? Veamos un poco este pastel de beneficios fármaco-sanitarios contra el Covid-19.
Hay una tesis que supone que los gobiernos del primer mundo, dueños de las vacunas, presionan para, según Zain Rizvi, del grupo de monitoreo Public Citizen, “se esté creando una escasez artificial de vacunas”, lo que tiene mucho sentido. Ya que, al menos con esta posición, han logrado, según los documentos disponibles, que las compañías farmacéuticas obtuvieron plazos de entrega flexibles, protección de patentes, inmunidad de responsabilidad si algo sale mal, falta de difusión de los contratos en general y del valor de la dosis en particular. Es decir, invisibilizaron la mayoría de los términos de los convenios.
Cómo se consigue esto. Veamos. Estados Unidos tiene comprados 780 millones de vacunas Pfizer/BioNTech de las cuales 40 millones irán a Covax para los pobres (5%). Compró 300 millones a Moderna, 400 millones a Johnson&Johnson y 300 millones a AstraZeneca (no aprobada en Estados Unidos). Bien, la pregunta ahora es ¿para qué necesita el gobierno americano 2.180 millones de dosis? Supongamos que quisiera poner tres dosis a su población, que es de 328 millones, necesitaría 984 millones de dosis. Tiene 300 millones para jugar a la diplomacia de las vacunas, que está implementando. Aun así, le siguen sobrando casi 900 millones de dosis. Idénticas ideas operan para la Unión Europea. Tiene adquiridas 2.300 millones de dosis y sus habitantes son 447 millones de personas; poniendo tres dosis llegaría a 1.341 millones, y le sobrarían 959 millones.
Esta lógica opera no solo en la UE y los Estados Unidos, también para Gran Bretaña. Según el NYT, poco días después de comenzar la vacunación, las compañías farmacéuticas Pfizer y AstraZeneca anunciaron que no iban a poder cumplir con sus plazos de entrega en Europa, lo que causó una preocupación generalizada debido a la propagación de las variantes peligrosas del virus, como en la actualidad la variante delta. Aun así, un punto clave en los contratos, el precio de la dosis, está anulado ya que las empresas lo consideran un secreto comercial. De hecho, algunas farmacéuticas han incluido cláusulas en sus contratos de suministro que les permiten suspender las entregas si los países revelan el precio.
Para entender los precios. Las facturaciones solo para el 2021 de alguna de estas empresas se encuentra estimada en un artículo de The Guardian, fruto de un minuciosos análisis, y a pesar que los datos no pueden ser homogéneos y comparables en un 100%, ya que, como hemos dicho, el juego es que exista mucho secretismo y poca transparencia. Según dicho artículo, Pfizer/BioNTech para el 2021 obtendrá ingresos por U$S 22.000 millones, Moderna unos U$S 19.600 millones, Johnson&Johnson más de U$S 12.000 millones. Las diferencias están no solo en las cantidades sino en los precios.
Si bien está estipulado que no pueden darse a conocer los precios de las dosis, siempre hay algún descuidado que los expone. Según Reuters Sudáfrica, pagará 5,25 dólares por dosis por 1,5 millones de inyecciones de la vacuna contra el coronavirus, mientras que la UE pagó 2,19 dólares por cada dosis de la vacuna desarrollada por la Universidad de Oxford y AstraZeneca. Algo similar sucede con Pfizer, un funcionario belga reveló por error una lista de precios, que mostraba que los contribuyentes estadounidenses estaban pagando 19,50 dólares por dosis de la vacuna Pfizer, mientras que los europeos pagaban 14,70 dólares. Para el estudio de The Guardian antes citado, basado en un analista de Barclays, la dosis de Pfizer/BioNTech está entre U$S 39 y U$S 30, dependiendo la cara del consumidor.
Hay una serie de puntos centrales aquí. Como no se pueden divulgar los precios, esto permite que la misma vacuna se pueda vender a diferentes valores. También vimos que los países centrales acapararon las primeras dosis, y lo reafirmaron introduciendo en los contratos la prohibición de donaciones y reventas de las vacunas. Lo que se puede hacer es realizar prestamos, de manera que quede asegurada la compra de la misma vacuna para su devolución y la segunda dosis. Los tiempos de entrega, por otra parte, se consideran información patentada, por lo que no existen puntos de referencia públicos con los que se pueda medir el desempeño de una compañía. O sea, las vacunas llegan cuando la empresa lo decide.
Los gobiernos firman al menos tres tipos de acuerdos de vacunas. Algunos les compran directamente a las empresas farmacéuticas. Otros a través de organismos regionales, como la Unión Europea, y muchos recurrirán al Fondo de Acceso Global para Vacunas COVID-19 (COVAX, por su sigla en inglés), y aquí comienza el baile. Que se produzcan y distribuyan vacunas de manera equitativa para una pandemia global es un rol esencial de Organización Mundial de la Salud. En su lugar se creó una institución privada para que lo supervise.
Como el inicio es poco venturoso, analicemos su constitución y soportemos su papel antes de saltar de un puente. La pandemia ha tenido muchas paradojas, pero la creación de un organismo como Covax no es una de ellas. Sobre todo, porque su función no es distribuir de manera equitativa las vacunas; de hecho no lo hizo, su función es evitar la cancelación de las patentes interviniendo como muro de contención ante las arremetidas contras las Big Farma.
El COVAX fue fundado por la Alianza Mundial para Vacunas e Inmunización y la Coalición para la Innovaciones en la preparación de Epidemias (GAVI y CEPI, por sus siglas en inglés), la Organización Mundial de la Salud, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), el Banco Mundial, y aquí se comienza a poner turbio, la Fundación Bill y Melinda Gates. Por cierto, GAVI fue creado por dicha fundación.
El COVAX cuenta con dos plataformas financieras diferenciadas para la compra de vacunas contra la COVID: una para países que están comprando directamente grandes cantidades de dosis a fabricantes individuales, y otra para países económicamente débiles, que no pueden financiar la compra de vacunas en este mercado, muy poco competitivo. En términos políticos, entonces, el mercado mundial está dividido entre los países más ricos que aplican políticas nacionalistas con respecto a las vacunas, por un lado, y el resto de países, por el otro, que sufren una “hambruna de vacunas”.
La primera vía de financiamiento, que el COVAX denomina amablemente “países autofinanciados”, consta en sí misma de dos vías. La primera es para aquellos países con capacidad de ser “países autofinanciados”, pero que consideran que no están obteniendo los mejores precios ni plazos de entrega, pero otro grupo de estos países con capacidad de “autofinanciarse” enfrentan otro riesgo. Como son países ricos, tienen la capacidad financiera de correr el riesgo y firmar acuerdos de compra con empresas cuyas vacunas todavía están en la fase de prueba y quizás no la pasen. La idea sigue siendo la misma, generar un clima de escasez, porque hasta las que no están aprobadas, las tienen las grandes potencias. COVAX ayuda en esta tarea como intermediario.
La segunda plataforma, denominada Compromiso Anticipado de Mercado (CAM) del COVAX, está dirigida a las 92 economías de renta baja y media designadas por el Banco Mundial, incluidas 12 economías que son elegibles para recibir apoyo de la Asociación Internacional de Fomento (AIF) del Grupo Banco Mundial, o sea, las migajas de las vacunas, pero sin que nadie proteste.
Para el COVAX, su “asociación” con el sistema de las Naciones Unidas es crucial para ganar legitimidad y obtener aceptación, pero el COVAX restringe efectivamente el papel de las organizaciones del sistema de la ONU -incluida la OMS- en los órganos de decisión clave, derivando a las/os representantes de los gobiernos a órganos asesores. La creación y el sistema en el que transita, la producción, compra y distribución de las vacunas realizados por las farmacéuticas es absolutamente brillante, perverso y a la luz del día.
Covax funciona también como una forma de privilegiar las vacunas transgénicas, patentadas y altamente experimentales, sobre todo las de ARN de Pfizer, Moderna y Johnson & Johnson, según un brillante informe de Amigos de la Tierra. Esta tecnología, basada en el método “ARN mensajero es totalmente experimental provocó, para tener una idea, que una ley votada por el congreso argentino, fuera modificado por un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) para que no se querelle a las empresas o el estado se haga cargo de los costos”.
Es patético que esto suceda, pero como se ve, ante los contagios y la muerte, las empresas, no solo generan una idea de faltante de vacunas y encubren los precios, sino que los gobiernos quedan como buenos o malos administradores o negociadores, dependiendo de cuantas vacunas consigan. Y esto depende de qué tan condicionados queden. Geopolítica para ganar respeto y dependencia para obtener inmunidad no son buenos inicios de una etapa superadora del mundo. Si así nos comportamos con pandemia, qué esperan acerca de la pobreza.