"No veo hoy en el horizonte grandes pintores, músicos, escritores, cineastas. Nadie ha logrado ocupar el lugar de Fellini y yo trato de recordarlo disipando todos los lugares comunes", dijo el maestro cineasta.
Por Ernesto Pérez
Para Ansa
Ettore Scola, uno de los más queridos y admirados directores de cine italiano, vuelve a la actividad que había abandonado hacía diez años con un film singular, mitad documental, mitad ficción, que será presentado en el próximo festival de Venecia (28 de agosto/7 de septiembre).
Se trata de "Che strano chiamarsi Federico!", que se exhibirá fuera de concurso el 5 de septiembre, cuando también le será entregado el premio a la carrera que le atribuye Jaeger Le Coultre, la fábrica de relojes de lujo que desde hace años consagra en Venecia la obra de un realizador mundialmente famoso.
Desde el 2003 Scola había jurado no volver a hacer cine, consagrándose a su rol no confesado de ministro de cultura en la sombra del Partido Democrático, una decisión calculada con el temor declarado de no arruinar una carrera con un film innecesario.
La ocasión del regreso se la brindó el vigésimo aniversario de la muerte de Fellini, de quien era amigo desde los tiempos en los que trabajaban juntos en la revista satírica "Marco Aurelio", durante la segunda guerra mundial, pero con quien nunca colaboró en cine.
"Más que definir que es mi película, me es más fácil decir lo que no es" ha declarado el autor de "Un día muy especial" y "Nos habíamos amado tanto", para no citar más que las dos más famosas de un total de 40 películas como director.
"No es ni un film de ficción ni un documental ni una colección de material histórico -aclara- es más bien un álbum de recuerdos, una antología de momentos inolvidables de mi vida. Una obra sincera y que siento muchísimo como mía".
"Extraño mucho a Federico porque estamos viviendo momentos muy difíciles sin figuras de reconocimiento", afirma Scola, que el 10 de mayo cumplió 82 años y ha sobrevivido a cuatro infartos y a la caída de muchos ideales que para él siguen siendo vigentes.
"No veo hoy en el horizonte grandes pintores, músicos, escritores, cineastas. Nadie ha logrado ocupar el lugar de Fellini y yo trato de recordarlo disipando todos los lugares comunes", añade.
"Por ejemplo, muchos lo consideran a él y a su cine misógino, machista y muchas veces se lo ha tachado de apolítico y de vivir fuera de la realidad y solo en un mundo propio y ninguna de las dos creencias tiene nada que ver con él", afirma.
Y cita como ejemplo "Ginger y Fred" donde vaticinaba los peligros de la televisión como vehículo de sugestión de masas o "Prova d'orchestra", sobre cómo la anarquía y el individualismo excesivos pueden dar paso a las dictaduras.
No olvida un film premonitorio como el postrer "Las voces de la luna", donde advierte que el desorden y la algarabía no dejan oír las cosas verdaderamente importantes.
"Federico era muy atento a lo que pasaba en su país y su influencia en la cultura italiana es muy importante -agrega- y si bien definirlo un cineasta politizado es evidentemente exagerado no era un hombre que se apartaba de la realidad". Scola admiraba de Fellini la genial creatividad y sobre todo su alegría "aunque en los últimos tiempos era amargado, había perdido la capacidad de sonreír porque creo que no era capaz de aceptar su ocaso como ser humano creador".
El film está escrito por sus hijas Silvia y Paola, sus colaboradoras fijas de los últimos tiempos, y en él trabajan sus nietos Giacomo y Tommaso Lazotti. "Su presencia me ha regalado una emoción extra que me ha hecho volver a mi juventud", comenta.
Inmediatamente después del estreno veneciano, la película será proyectada en el festival de Toronto y allá irá con ella Scola.
"Yo soy un viejito que debería estar acostumbrado a estos adalides, pero siento una grandísima emoción y espero que la reacción del público me ayude a comprender que clase de obra he hecho", declara.