Cruces

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El artista mendocino Luis Scafati recuerda una traumática experiencia cuando, de niño, acompañó a su abuela a la iglesia y vio, en un rincón, un hombre desnudo atravesado por clavos en un madero. Y lo compara con la discusión en torno a las historietas de Sanyú, censuradas por las autoridades escolares del gobierno local. 

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CRUCES

Por Luis Scafati

Vecino a mi casa estaba el taller de don Atilio, un lugar que frecuentábamos todos los pibes del barrio.

En el encontrábamos las herramientas necesarias para nuestras construcciones, podía ser un autito que resolvíamos con una lata cilíndrica de aceite que cortábamos por la mitad y con la cuál hacíamos una Ferrari, o un carrito de rulemanes o lo que nos hacía falta.

Pero, además de las herramientas, las paredes de ese taller estaban tapizadas con fotos de almanaques, algo típico en esos días.

Disimuladamente mirábamos aquellas señoritas ligeras de ropas. Tetas y culos que parecían salir de esas láminas y se metían en nuestra imaginación germinando como flores exóticas.

Por supuesto que esas imágenes no pasaban inadvertidas para nuestra “inocente” mirada infantil. Probablemente hoy, los guardianes de la moral y las buenas costumbres encenderían sus alarmas ante semejante exposición de esas fotografías “pornográficas” a la mirada de desprevenidos infantes (la palabra pornografía está entre las preferidas de esa gente.)

Paradójicamente uno de los recuerdos mas traumáticos que tengo de mi niñez, no se generó en aquel taller mecánico y ante aquellos almanaques. Fue un mediodía que acompañé a mi nona, persona sumamente devota, a la iglesia del barrio.

Cuando entramos a ese lugar en penumbras, donde la gente se arrodillaba y parecía cargar sobre sus espaldas todas las tristezas del planeta, la sorpresa mayúscula fue descubrir en un rincón a un señor semidesnudo sostenido a una cruz con grandes clavos que atravesaban sus manos y pies con una corona de espinas que se le enterraban alrededor del cráneo y una herida sangraba en un costado del torso… algo terrible.

-¿Porqué le hicieron eso?- le pregunté consternado a mi abuela.

- Porque era muy bueno.- me respondió lacónica con su rosario en la mano.

-No conviene ser tan bueno.- pensé desde mis seis años.

Traigo esto a cuento hoy, recordando un post reciente sobre el escandalete mediático que provocaron ciertos libros calificados como pornográficos en mi provincia natal.

Muchas personas hablaron de “imágenes fuertes” a la que se exponía a los jóvenes y el daño psicológico que estas causarian.

No se porqué solo entra en la categoría de “imágenes fuertes” las referidas al sexo.

Que un pibe pase horas hipnotizado frente a la compu jugando a matar a otras personas no jode a nadie. Eso no es fuerte ni traumático. Que mire en un noticiero las víctimas descuartizadas en un accidente, no importa. Podría seguir enumerando, en fin…no conviene ser tan bueno.

 

Tomado del Facebook de Luis Scafatti

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