"Vecinos en la eternidad", el último libro de Ariel y Fabián Sevilla, reúne las historias del camposanto capitalino, que conocen al dedillo después de años de hacer el recorrido guiado para mendocinos y turistas. Entrevista con los autores.
Por Gabriela Valdés
La idea era provocar a los hermanos Sevilla, que han tallado en piedra su imagen de apasionados de la historia, y acaban de sacar un libro sobre los secretos que esconden las tumbas del cementerio de Capital. Pero Ariel y Fabián conservan su inocencia y no notaron, o quizás omititieron, el carácter hilarante de las preguntas que con impunidad les soltamos en el chat pensando que habría una segunda oportunidad de entrevistarlos, con café y poses y frases rimbombantes de por medio.
El resultado, pese a las preguntas irrespetuosas que hablan de Muertópolis en vez de Necrópolis -en EXPLÍCITO cambiamos de ciudades todo el tiempo para que AFIP no nos cobre Ganancias-, nos pareció fiel al espíritu de estos hermanos gemelos que ven magia en rincones del tiempo donde otros sólo miran telarañas.
"Vecinos en la eternidad", se llama el libro en el cual volcaron su experiencia después de años de realizar el recorrido por el camposanto capitalino, respondiendo a la curiosidad y al morbo de los paseantes con igual prestancia.
Y como hacen todo en la vida, casi al unísono los Sevilla respondieron el cuestionario sobre la publicación:
-¿Cómo surge la obsesión de los Sevilla con Muertópolis?
-Obsesión suena a una preocupación que roza con lo enfermizo. Por eso, preferimos usar el término “pasión”. Sin embargo, cuando uno encara una investigación, de la cual se desprenden un programa de visitas guiadas sostenido a lo largo de los años –por lo que hay que ir renovándolo permanentemente- y un libro, es cierto que el compromiso se vuelve una obsesión. Porque la investigación no queda para uno, sino que los conocimientos se socializan y eso implica mucha responsabilidad. Indagar Muertópolis surgió a partir de una curiosidad personal; curiosidad por conocer las historias de los difuntos, por entender qué significado tienen las representaciones que muestran los sepulcros, por comprender porqué en el pasado la gente elegía ser recordada con fastuosos monumentos y estatuas. Y, a medida que fuimos encontrando respuestas, nos dimos cuenta que Muertópolis es un reflejo de la sociedad, la economía y la ideología, en fin: de la cultura de los mendocinos del pasado.
-¿Qué diferencia hay entre la necrofilia y el interés por recorrer tipo turista las tumbas de un cementerio?
-Necrofilia es una atracción morbosa por la muerte o una perversión sexual que tiene su fuente de placer en los cadáveres. Nosotros estamos muy lejos de eso: el placer sexual lo obtenemos de personas vivas. La puesta en valor de un cementerio como circuito turístico-cultural permite apreciarlo como un “depósito” abierto al público de historias individuales y colectivas; de testimonios estéticos y simbólicos; de prácticas y rituales; de creencias “oficiales” y “profanas”; de modas y gustos; de vanidades personales, hegemonías, expresiones de poderío de la élite y hasta de marginaciones. Interpretarlo y recorrerlo con mirada turística-cultural es otra manera de internarse en el pasado de Mendoza y su capital, de revelar parte de la identidad provincial y su devenir en el tiempo, y de acercarse a las mentalidades y las costumbres y tradiciones de los mendocinos de antaño.
-¿Qué es lo mejor que tiene el libro para ustedes?
-Nos sentimos orgullosos de dos aspectos. El haber reconstruido, aunque sea en parte, la biografía de mucha gente anónima, ya que en general en los libros de historia se habla de los “consagrados”. Y el ofrecer interpretaciones posibles a muchos de los símbolos que muestran los sepulcros; simbolismos, entendidos como mensajes, que en el pasado eran muy conocidos por la gente, pero que por el cambio en las costumbres y el desuso perdieron sus sentidos, los cuales en el presente hay que encontrarlos en diccionarios o libros especializados que, dicho sea de paso, son carísimos y difíciles de hallar.
-Supuestamente la muerte nos iguala, pero en los cementerios también sigue, como en la vida, una clara diferenciación de clases sociales ¿De eso también da cuenta el libro? ¿Cómo?
-Antes la élite le quería decir a sus pares quién era o quién creía ser levantándose, con mucha antelación a la “hora fatal”, construyéndose pomposos mausoleos, lo que incluso generaba competencia por ver quién se hacía la tumba más estrambótica. Imaginate el cementerio como si fuera la Avenida San Martín o el entorno de la Plaza Independencia. Los frentistas, vale decir los mausoleos que dan sobre las calles, pertenecen a personas que tuvieron gran poder económico, político y social; y eso, además de la ubicación, está plasmado en la monumentalidad de sus tumbas. En cambio, hacia el interior de los cuadros, en general, encontrás tumbas más sencillas, de personas menos pudientes e “influyentes”, o al menos de gente que no le interesaba la ostentación.
-¿Cuál es de todas las historias atrapó más a los Sevilla? ¿Alguna de gemelos tal vez?
-El único gemelo que conocemos y que está en el cementerio es Jacinto Álvarez, “similar twin” de Agustín Álvarez, pero que está enterrado en Buenos Aires. Uno era médico y político; el otro intelectual. Y pese a que estaban fieramente enfrentados en lo ideológico, nunca perdieron el sentido de la hermandad. Más allá de que nos hemos encontrado con historias fabulosas, resultado de nuestra investigación, siempre lo más fascinante es lo que cuenta la gente en las visitas guiadas: que antes era común, los viernes, ver a un grupo de fantasmas que se tomaban un micro para irse de farra al cementerio de Godoy Cruz; o que durante muchos años, frente a la necrópolis, no hubo parada de micros o taxis porque los choferes y tacheros no querían saber nada con detenerse cerca del tumberío.
-¿Alguna vez tuvieron una experiencia "extra" al hacer la investigación o escribir el libro?
-En unas de las primeras visitas guiadas, allá por 2003 y cuando el cementerio antiguo era tierra de nadie, pasó corriendo una travesti que era perseguida por dos policías. Esta chica acababa de usar un mausoleo para atender a un cliente.
-¿Harían, como contrapartida, un libro sobre nacimientos o maternidades? ¿Por qué la muerte y no la vida? ¿Por qué el Tánatos y no el Eros? ¿Va a haber un libro de amores de los Sevilla?
-Aunque en la actualidad, en general, la gente no piensa tanto en la muerte, como sucedía en el pasado, indefectiblemente la muerte tiene que ver con la vida. La muerte es igualadora en el sentido en que todos morimos: el punto final; por eso, vida y muerte están íntimamente vinculadas. Y al investigar cómo moría la gente en el pasado, qué rituales seguía, qué costumbres y creencias sostenían, es investigar sobre cosas de la vida de antaño. Tanto Tánatos como Eros nos dicen cosas sobre una comunidad en el tiempo; pero nosotros elegimos a Tánatos. En ese sentido, por lo pronto no estamos interesados en “una historia del amor” del pasado. En realidad, no sabemos hacia dónde irán nuestros intereses en el futuro: depende de lo que nos apasione o, tal vez, de lo que nos obsesione lo suficientemente necesario como para dedicarle el tiempo que requiere una investigación histórica.