31 años después de su asesinato bajo la dictadura del demócrata Cejuela, indemnizaron a la familia de Benedicto Ortiz

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Benedicto Ortiz tenía 53 años y fue ultimado por un balazo de la Gendarmería cuando participaba de una marcha en la que se pedía el retorno a la democracia.

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Luego de 30 años de democracia, el Gobierno de Mendoza concretó una reparación histórica a familiares de Benedicto Ortiz, asesinado en 1982 cuando participaba de una marcha en la que se pedía el regreso a la democracia.  En cumplimiento de la Ley 8547, se lo otorgó una indemnización de $300 mil a Blanca Villegas, viuda de Ortiz.

Participaron de la reunión, realizada en Casa de Gobierno, familiares de Ortiz, además de su esposa, sus hijos Raúl y Ana, su yerno Javier Videau, su nieto y Juan Carlos Quaglini, amigo del sindicalista asesinado.

En representación del Gobierno estuvieron presentes, además del ministro de Desarrollo Social y Derechos Humanos, Guillermo Elizalde, la subsecretaria de Derechos Humanos, María José Ubaldini.

José Benedicto Ortiz

El 30 de marzo de 1982, el Secretario Gremial de AOMA participaba de una marcha convocada por la CGT Nacional. La movilización tenía como objetivo pedir la modificación de la política económica y el regreso de la democracia. Durante la marcha, de la cual participaban alrededor de 700 personas, fue ultimado por disparos de Gendarmería.

Falleció el 3 de abril de ese año como producto de las heridas que le provocaron, aunque el parte médico indicó “muerte por neumonía”.

El ejército retiró las cintas de Canal 9 que servían de prueba clave. El entonces fiscal Carlos Ernesto Fuego dictaminó que “el fallecimiento de José Benedicto Ortiz se debió a un acto propio, solamente a él imputable y no cabe responsabilidad alguna del Estado Nacional, toda vez que el hecho que causa la muerte es culpa exclusiva de la víctima”.

Aquel día de 1982, una columna de 700 personas copaba todo el ancho del trayecto de la calle Mitre hasta Pedro Molina. Se movía rumbo al Centro Cívico, hacia lo que sería una parada táctica, un compás de espera improvisado porque se sabía que el paso de la columna principal venía retrasado con Mario Zaffora a la cabeza. La protesta había sido organizada por la CGT en todo el país en medio de un clima agónico, de inminente rebelión contra la política económica de un régimen que le negaba al pueblo la libertad.

Ese día se había iniciado con una huelga general cuyo acatamiento en Mendoza fue prácticamente total. Faltaba coronar esa gloriosa jornada con la entrega en mano de un petitorio al gobernador Bonifacio Cejuela. Por entonces la autoridad militar montaba un gran operativo para blindar todo el perímetro de los alrededores de la Casa de Gobierno. Cuando el reloj marcó las 17.45, en el horizonte de la vereda norte de Pedro Molina se empezaba a dibujar una escena de horror.

Un camión de Gendarmería sorprendió a todos en contramano. A los manifestantes no se les ocurrió otra cosa que hacer flamear las banderas argentinas y entonar las estrofas del Himno Nacional. De ahí en más todo sucedió vertiginosamente. De entre los 20 gendarmes que bajaron del camión con fusiles FAL sobresalió uno que disparó hacia quien sostenía la bandera. Ese hombre en el acto quedó tendido en el piso boca arriba. Su herida en el tórax era captada con nitidez por las cámaras del Canal 9 que dejarían testimonio visual de todo lo acontecido.

Hubo corridas, gritos, gente queriendo ganar la calle, algunos que intentaron arrojar alguna que otra piedra, gesto por demás minúsculo comparado con el fuego que abrió la Gendarmería cuyos efectivos estaban parapetados entre los pinos y los árboles. Hay testigos que dicen que fue del camión que avanzó en contramano de donde surgieron las pimeras ráfagas, primero hacia la copa de los árboles y luego hacia el piso. Algunas de las balas que rebotaron dieron sobre los trabajadores.

La transmisión en vivo del Canal 9 se apagó repentinamente no sin antes sacar al aire una versión de que las fuerzas de seguridad habían disparado con balas de salva para repeler y dispersar. Pero no eran de salva: eran reales. Aunque eso tardaría en salir a la luz, lo mismo con la lista de heridos donde el más grave sin duda era José Benedicto Ortiz.

De acuerdo a múltiples testimonios, los gendarmes atacaron y se retiraron. Fue la gente la que trasladó a los heridos hasta la clínica Mitre, ubicada a pocos metros del lugar del hecho mientras que Ortiz fue traslado en ambulancia al Hospital Central. Muy poco después se montaba un segundo operativo de copamiento de los respectivos centros médicos por órdenes bien precisas del Comando de la VIII Brigada con la complicidad de la Justicia Federal.

 

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Participaron de la reunión, realizada en Casa de Gobierno, familiares de Ortiz, además de su esposa, sus hijos Raúl y Ana, su yerno Javier Videau, su nieto y Juan Carlos Quaglini, amigo del sindicalista asesinado. Foto: Prensa Gobierno de Mendoza.

 

Fuente: Gobierno de Mendoza/ Revista 23

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