Por Gabriel Orqueda
Para Rolling Stone
Entre campañas publicitarias millonarias, algún show posiblemente escandaloso y una profusión de eventos promocionales, todas las estrellas pop de hoy cumplen con el mismo ciclo antes de sacar un disco: se anticipa el primer single, sale, se anticipa el video, sale, se anuncia la fecha de lanzamiento del disco, se filtra un par de semanas antes, muchos lo escuchan antes de tomar la decisión de comprarlo o no, y sale.
El año pasado lo hicieron Justin Timberlake, Lady Gaga, Miley Cyrus y Katy Perry, bajo el dogma de que mientras mayor charla previa haya sobre un disco antes de su salida, más va a vender. Beyoncé está en otra. A las 00 del viernes 13 de diciembre, cuando ya muchas listas de discos del año estaban cerradas o publicadas, la ex Destiny's Child subió a iTunes Beyoncé, su quinto disco, un "álbum visual". Catorce temas y diecisiete videos, en un pack de 17 dólares. Sin single promocional, sin anticipo a las radios, sin ninguna clase de aviso de que algo iba a suceder.
Tan sorprendente como la decisión de un lanzamiento tan audaz es la misteriosa logística que lo permitió. Estamos hablando de un disco con invitados superestrellas como Jay-Z, Drake y Frank Ocean, colaboraciones de Pharrell Williams, Sia Furler, Justin Timberlake y Miguel, y videos rodados en París, Nueva York, Sidney o Río de Janeiro. ¿Cómo hizo para mantener el secreto? Usó un montón de nombres clave para el proyecto, los productores, las reservas de estudios y hoteles. La fecha de lanzamiento fue cambiando y se definió con sólo una semana de anticipación. Después, lluvia de contratos de confidencialidad para todos los involucrados y voilá.
Tan pronto salió el disco, Beyoncé publicó un video en Facebook. "Extraño esa experiencia", dijo al recordar el estreno de "Thriller" de Michael Jackson como un evento familiar. "Ahora la gente sólo escucha unos segundos de una canción en el iPod y realmente no se prestan a toda la experiencia. Es todo sobre el single, el hype. Hay tanto que se mete entre la música y los fans."
Un poco como The 20/20 experience de Justin Timberlake, Beyoncé es R&B futurista que desafía las estructuras y suele pasarse de los cinco minutos por track. Hay excursiones al funk ("Rocket"), al neo-disco ("Blow") y al hip-hop brumoso estilo The Weeknd ("Haunted"). Es su disco más experimental, sin hits obvios y en el que más explícitamente habla de su sexualidad y su visión del feminismo. Con Katy Perry y Britney apuntando al mínimo común denominador del pop de masas de hoy y Gaga pujando por lograr otro nuevo evento, Beyoncé se ubica un paso al costado y otro al frente de todas sus competidoras.
El disco vendió más de 80 mil copias en tres horas. Y a los cuatro días superaba el medio millón. Con costo publicitario cero. En 2013 My Bloody Valentine y Bowie tuvieron lanzamientos sorpresivos, pero el hecho de que una artista del género, perfil y estatus de Beyoncé lo haya hecho a tal extremo lo convierte en algo sin precedentes. Al igual que Radiohead con In Rainbows y el pagá lo que querés, ella no está ofreciendo un modelo de negocio replicable. Es un experimento y un lujo que se puede dar una artista de su magnitud en este momento preciso de su carrera. Y resultó ser una jugada brillante.