La capital brasileña fue testigo el martes de una llamativa postal cuando manifestantes indígenas vestidos con ropaje tradicional y armados con arcos y flechas protestaron contra el Mundial en una marcha hacia el nuevo estadio de esa ciudad y terminó enfrentándose con la policía, que les lanzó gas lacrimógeno. Como consecuencia, se canceló una ceremonia para inaugurar la exhibición del trofeo de la Copa del Mundo.
La protesta se produjo en la hora de mayor tráfico vehicular en el sector adyacente al Estadio Nacional Mané Garrincha, el recinto más costoso para el evento que comienza en 16 días.
La manifestación había sido convocada por el movimiento Trabajadores sin Techo, que reclamaba que la construcción de los estadios para el Mundial fue demasiado costosa, lo que llevó a una suba de precios de los bienes raíces y obligó a familias de bajos recursos a abandonar sus hogares. A ellos se sumaron indígenas vestidos con tradicionales ropas tribales y que portaban arcos y flechas, que se quejaban por una ley en el Congreso que amenaza con reducir el tamaño de algunas reservas para los grupos autóctonos.
En enfrentamientos transmitidos en vivo por televisión, la policía antimotines lanzó gas lacrimógeno contra pequeños grupos de manifestantes a medida que se acercaban al nuevo estadio, donde hinchas locales hacían fila para ver la Copa que entrega la FIFA al campeón del mundo, una exhibición que fue suspendida. Algunos manifestantes respondieron lanzando piedras, madera y latas contra los cerca de 500 agentes que rodeaban el estadio.
Un efectivo de la policía montada fue herido por una flecha disparada por uno de los indígenas en la manifestación, que fue detenido y liberado poco después. El oficial fue operado para retirar la punta clavada. Una moto de la policía también fue alcanzada por varios flechazos, mostró el canal televisivo Globo.
Activistas señalaron al diario O'Globo que al menos dos indígenas también resultaron heridos, aunque no está claro cómo ocurrió ni su estado de salud.
La protesta en Brasilia se produjo tras una marcha pacífica liderada por los Sin Techo en San Pablo la semana pasada. La participación de varios miles de personas suspendió el tráfico en el mayor centro de negocios de la región y generó temores de que más manifestaciones e incluso la violencia podrían interrumpir el Mundial.
El estadio de Brasilia costará 1900 millones de reales (850 millones de dólares) cuando quede completamente finalizado, dijeron auditores de la ciudad en un informe publicado la semana pasada, casi tres veces por encima del presupuesto inicial.
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Protesta en el Congreso
Poco antes, cerca de medio millar de líderes indígenas de cien etnias de todo Brasil -incluido el jefe indígena Raoni, de 84 años, gran defensor de la Amazonia- subieron al techo del Congreso en reclamo de políticas para sus pueblos.
Los indígenas, que llegaron luciendo sus pinturas, plumas, arcos y flechas tradicionales, descendieron pacíficamente del techo del Congreso poco después, recorrieron la gran avenida donde se encuentran los ministerios y luego se sumaron a la protesta de los Sin Techo.
"¿La Copa es para quién? ¡No es para nosotros!", clamaba Tamalui Kuikuru, de la región del Xingú de Mato Grosso, poco antes de los enfrentamientos con la policía un manifestante por un altavoz. "¡La Copa no la quiero, quiero ese dinero para salud y educación!", gritaba.
Los indígenas iniciaron su protesta con rezos tradicionales al ritmo de maracas en la plaza de los tres poderes, flanqueada por los edificios de la Presidencia de la República, el Congreso y la Corte Suprema.
Algunos ancianos usaban humo para "espantar el mal", según explicaron.
Los indígenas han multiplicado sus protestas en la capital durante el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff, a la que acusan de frenar la demarcación de sus tierras ancestrales y de favorecer a los grandes agricultores.
Múltiples protestas
En los últimos tiempos, ha habido protestas casi a diario en Brasil en las semanas previas al Mundial, que se extenderá entre el 12 de junio y el 13 de julio.
Una huelga de conductores de conductores paralizó ayer Salvador, en Bahía, una de las sedes del Mundial, afectando a un millón de personas. En Río de Janeiro, un nuevo paro comenzó esta medianoche, dos semanas después de dos paros que dejaron unas 700 unidades depredadas.
El martes, además, unos 500 profesores se manifestaron pacíficamente en una importante avenida de San Pablo, tras un mes en huelga en demanda de mejores salarios.
Los profesores de la red de enseñanza pública del municipio y del estado de Rio de Janeiro también están en huelga, y el lunes pasado unos 200 de ellos bloquearon brevemente la salida del bus que transportaba a la selección brasileña hacia su centro de entrenamiento.
Trabajadores de la salud cariocas evalúan asimismo entrar en huelga y los vigilantes bancarios de Rio paralizaron sus actividades hace casi un mes.
Además, los trabajadores del metro de San Pablo, que transporta cada día a 4,5 millones de personas, podrían paralizar el servicio el 5 de junio, una semana antes de la inauguración del Mundial en esa misma ciudad.
Brasil ya fue sacudido por una ola de masivas manifestaciones durante la Copa Confederaciones en junio del año pasado, para reclamar que el gasto público en los estadios fuera redirigido a la salud, la educación y el transporte.
Fuente: La Nación con información de AP, AFP y Reuters