La selección española de basquet sucumbió ante la de Francia en el duelo de cuartos de final del Mundial celebrado en el Barclaycard Center de Madrid por 65 a 52. El equipo de Juan Antonio Orenga mostró su peor cara, atenazado por los nervios y por la presión de ser anfitrión hasta desembocar en una eliminación que, de paso, podría liquidar una generación histórica.
Igual que ocurrió hace un año en el Eurobasket de Eslovenia, la selección francesa cortó el paso a su vecino, que volvió a caer en cuartos de final igual que hace cuatro años en Estambul frente a Serbia. Esta derrota, doblemente dolorosa por la condición de anfitrión, cierra el sueño del segundo oro mundial y siembra la incertidumbre total en la mejor generación del baloncesto español. Solo Pau Gasol estuvo a la altura en un equipo dimitido.
Envuelta en una esponjosa nube de elogios y parabienes. Así llegaba España al cruce de cuartos de final por méritos propios, después de seis partidos abofeteando rivales sin temblar, entre ellos la propia Francia, que llegaba con la lección aprendida. Los triples de Boris Diaw (11-2, min.4) enmudecían un Barclaycar Center que había hecho propósito de enmienda después del frío partido contra Senegal.
Cogió la responsabilidad el capitán Juan Carlos Navarro, protagonista de las primeras penetraciones para aclarar el nebuloso juego español. Un parcial de 0-10 ponía al anfitrión por delante (11-12, min.8) y la afición barruntaba que su equipo se iba a disparar en el marcador, que el mal inicio pasaría a la historia como una anécdota en el camino del campeón.
Pero no hay rosas en el destino sin rocas en el camino. Quizá comidos por las ganas de agradar, los jugadores españoles se obsesionaban en pasar de primera macha a quinta sin pasar por las intermedias y claro, el motor se colapsaba. Los exteriores se olvidaban de cerrar el rebote y los interiores no aplicaban su dictadura de anteriores jornadas. La estadística gritaba: Francia dobló en número de capturas al descanso (25-13).
Los hombres de Vincent Collet aprovecharon especialmente la coyuntura en el segundo cuarto, cuando siempre coinciden en cancha los tres bajitos Rodríguez, Calderón y Llull, los dos últimos emparejados con rivales mucho más poderosos físicamente como Batum y Gelabale. El gigante Gobert ametralló con dos mates mortales de necesidad, aunque Ibaka pudo taponar la tercera intentona.
El base extremeño mantenía al equipo en el equilibrio (21-21, min.15), pero España seguía transmitiendo malas vibraciones, con la defensa demasiado agujereada y el ataque extrañamente descoordinado y aciago desde el perímetro. El mal día había llegado. Ante el vecino. Ante el campeón de Europa. Ni un triple de Calderón, primero del equipo después de diez intentos, podía calmar la situación (35-28 al descanso).
Con Llull en el quinteto, garantía de poción mágica para toda la aldea, España empezó arramplando en la segunda parte, jaleado por un Palacio de los Deportes que elevaba lo decibelios al máximo nivel visto hasta la fecha en esta Copa del Mundo. Un parcial de 6-0 y dos posesiones agotadas sin ni siquiera tirar obligaban a Collet a echar el freno con un tiempo muerto.
Con el partido empatado (39-39, min.25) restallaron las rencillas entre dos viejas rivales que acumulan un puñado de reyertas importantes en los últimos años. Llull salía volando al parqué en una trifulca y los jugadores pecheaban señalando culpables por aquí y por allá. El partido había alcanzado su punto de ebullición.
Marc Gasol, quizá con la cabeza en Barcelona, donde había nacido su primogénita un día antes, tampoco lograba conectarse a un partido donde las tácticas se evaporaban progresivamente en favor de la pura emoción, un arma de doble filo para un anfitrión. Entre tantos nervios, un 'alley-oop' entre el 'Chacho' y Rudy desahogaba al respetable y situaba a España por delante a falta del último cuarto (42-43).
Francia, que al fin y al cabo jugaba el teórico rol de víctima, sólo había anotado siete puntos en el tercer cuarto, buena muestra de que todos, llevaran camiseta blanca o roja, respiraban la misma presión. Pero Francia empezó a filtrarla mejor. Mantuvo la calma y empezó a mover mejor la pelota, procurándose un parcial de 7-0 que llevó el terror a Madrid (51-45, min.34).
Orenga optó entonces por el equivalente al patadón en el fútbol, esto es, balón al mejor y rezar. Pau Gasol no eludió su responsabilidad, pero Thomas Heurtel replicaba al otro lado de la cancha y Francia tocaba la victoria con los dedos, dominando por cinco puntos a falta de 1:50 (57-52). Precisamente fue el base del Laboral Kutxa quien liquidó la contienda con un triple a falta de un minuto (60-52) en un recinto que acabó pidiendo a gritos la dimisión de Orenga.
Fuente: Europa Press