Raúl Carnota, músico, autor y cantante, uno de los más grandes del folclore actual, falleció en la mañana de este sábado a los 66 años en el Sanatorio Güemes, donde permanecía internado desde el viernes.
La internación del compositor de "Salamanqueando pa mí", fue el paso final de unos pólipos en la garganta y una enfermedad pulmonar obstructiva crónica (epoc), que este año lo sacaron de la actividad.
Prolífico y creativo, Carnota desplegó una obra esencial nutrida por canciones propias y versiones que configuraron un horizonte renovado para la música popular argentina que resultó inspiradora para muchos jóvenes artistas.
"Siempre me consideré un artesano de la canción. Me gusta eso. No sirve tener una buena letra y una melodía mala, o viceversa. Una cosa lleva a la otra, es una simbiosis. La composición es cosa seria, un trabajo de horas, días y años. En la canción hay un nivel poético, un nivel musical. Pero también puede ser un negocio interesante, hay tipos que sacan un hit y facturan fortunas en Sadaic. Hoy entendemos que cualquiera saca un tema con la fórmula conocida, siempre la misma, del amor, lo romanticoide", dijo en una entrevista a la revista La Pulseada.
En la misma nota, le pidieron a Carnota definiciones sobre la cultura popular argentina, y precisió: "Tenemos seis zonas de influencia (Noroeste, Centro, Litoral, Cuyo, La Pampa y La Patagonia), pero es más una división política que cultural, porque en lo cultural está todo interrelacionado. Nuestra música es toda fusión: la chacarera tiene una influencia de la marinera peruana, y ésta tiene origen africano, era sólo tambores y después los españoles le pusieron guitarra. ¿El candombe es uruguayo? No, es africano. ¿La chacarera es santiagueña? No, es producto de la mezcla de las culturas".
-Los folkloristas nunca aceptaron mucho tu música…
-Nunca me importó porque siempre fui muy inquieto y tuve una verdadera intención de aprender cuando me colaba en las peñas y tocaba con tipos de todas las provincias, me conocí las rítmicas de cada lugar del país. Si vos no subestimás a nadie, podés aprender de todos. Y cuando tuve que poner mi huella digital, lo hice como quise. La armonía existe desde Bach, y nosotros, que éramos rubios, porteños y metíamos guitarra eléctrica, quisimos renovar las raíces con nuevas combinaciones armónicas en las viejas melodías. Es como cuando se pinta un cuadro: usás los siete colores o indagás un poco más y ampliás la paleta. Yo tengo la ventaja de tener sangre vasca: la cabeza me funciona a prueba de balas.
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Fuente: Télam/Anred