La comisaría séptima, de Godoy Cruz, fue puesta en foco en una nueva audiencia del IV Juicio de Lesa Humanidad por su rol como centro clandestino de detención donde se torturaba a presos políticos en sesiones donde participaban no sólo militares sino también médicos que controlaban la resistencia del sujeto de suplicio.
El testimonio de Francisco Amaya, quien permaneció dos semanas secuestrado en la seccional cabecera de Godoy Cruz durante la segunda quincena de octubre de 1976, fue crucial en ese sentido.
Amaya viajó desde San Rafael para dar cuenta de los hechos que lo tuvieron como sujeto de detención ilegal, golpizas y torturas junto a Pablo Rafael Seydell y Luis Matías Moretti a partir del 15 de octubre de 1.976, tanto en esa seccional como en la Penitenciaría Provincial.
"El 15 de octubre de 1976 en la mañana, Amaya fue interceptado por un grupo de policías cuando se dirigía a una cita. Lo esposaron en el piso, lo encapucharon y lo trasladaron al Cuerpo de Motorizada en un patrullero. A la noche lo trasladaron a la Comisaría Séptima de Godoy Cruz", señaló sobre lo dicho por el testigo una crónica de Radio Nacional.
Primero fue aislado pero luego entró en contacto con Seydell y Moretti -que fueron torturados en esa dependencia “más veces” que él- y con Ramón Córdoba y Roque Argentino Luna, que “venían del D2”. El 29 de octubre fue trasladado con los dos primeros a la Penitenciaría, pero antes debió soportar dos tremendas sesiones de torturas, además del hambre recurrente. Mencionó por ejemplo que lo alimentaban con la polenta que daban a los animales, sigue el relato ofrecido por la radio estatal.
Sigue la reconstrucción del testimonio de Amaya: "El sábado 16 ocurrió 'el ablande': lo vendaron, lo colgaron acuclillado con alambres en los ganchos que había en el patio de la comisaría -Amaya desplegó físicamente frente al Tribunal cómo fue ese castigo- y lo sometieron a insultos, golpes y a “un simulacro de violación” con un palo. El 18 de octubre llegó el interrogatorio “formal”: lo subieron por una escalera a un altillo, lo ataron a un camastro y le aplicaron electricidad en todas sus partes sensibles hasta perder la noción del tiempo. Allí percibió la presencia de un médico que lo 'controlaba'".
Tanto la disposición espacial de la comisaría como los hechos que lo tuvieron como víctima y como testigo fueron puntualizados por Amaya en el croquis que el Tribunal le exhibió. Respecto a los responsables de su padecimiento -además de los acusados en este juicio Antonio Indalecio Garro y José Lorenzo- señaló que por sus gritos y los de sus compañeros era imposible que alguien de la Séptima -empezando por el comisario- desconociera que allí funcionaba un centro clandestino de detención y torturas. Incluso mencionó “que hasta el cura de al lado” debía saberlo, en relación a la Iglesia aledaña a la seccional.
Fuente: Radio Nacional Mendoza
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