El periodista Javier Miguel contó que "el vestuario quedó atónito" cuando comprobó que el entrenador Martino resignaría el tiki tiki por un estilo más vertical. El resultado fue nefasto.
Por Javier Miguel
Para Sport
El pasado jueves más de un jugador empezó a sospechar que el Tata Martino llevaba algo entre manos. El argentino empezó a realizar ejercicios tácticos formando un doble pivote y hablando especialmente con Alex Song. Estaba claro que el dibujo exitoso de las últimas semanas –con los jugones en su máxima expresión–iba a cambiar. Sin embargo no fue hasta un día después cuando las cartas se desvelaron al probar un equipo revolucionario, con seis cambios respecto al once que deslumbró en Manchester. De estos seis cambios solo uno era obligado, ya que Alba se quedaría en Barcelona por una sobrecarga y Adriano entró en su lugar. El resto eran, simple y llanamente, rotaciones.
Algunos miembros del vestuario asumieron atónitos el dibujo táctico planteado por el Tata para afrontar el partido contra la Real Sociedad. Se cargaba de un plumazo la exitosa ‘sociedad’ de los jugones para dar paso a un mediocampo más físico, buscando más la verticalidad que la posesión. Una vuelta de tuerca que convertiría a Martino en un genio si salía bien, pero en un villano si la cosa se torcía. Y desgraciadamente la cosa se torció y de qué manera.
En la plantilla tienen la sensación que el técnico intentó dar un golpe de efecto alineando este equipo, demostrar a todos que no solo con la posesión y la circulación de balón se ganan los partidos, que el ‘tiki taka’ es importante pero no la única alternativa al juego. Hay que tener en cuenta que Guardiola y Tito ‘mamaron’ desde el primer día la filosofía del balón como epicentro del mundo, mientras que el Tata viene de otro fútbol, donde se infunde más categoría al físico y al juego más directo.
Por eso quiso aprovechar que se sentía fuerte –le habían dedicado hasta portadas destacando sus méritos y anunciando su posible renovación hasta 2016– y que tenía a sus jugadores totalmente enchufados para demostrar que con su filosofía de juego también se pueden sacar los partidos adelante. Y no quería hacerlo ante el Rayo o el Almería en casa sino que lo haría en un campo difícil, Anoeta, donde el Barcelona se había estrellado en los últimos años, para dar una lección a todo el mundo que hay otras formas de ganar jugando al fútbol.
Este ‘ataque’ de entrenador que sufrió el Tata llevó al equipo al precipicio, en el peor partido del Barcelona en muchos años. La imagen del desconcierto total que se vivió en el campo fue la de un Alex Song desubicado, incómodo, incapaz de circular el balón y hasta, en el colmo del infortunio, marcándose un gol en propia puerta. Pero la culpa no fue del camerunés sino de su entrenador que lo llevó directamente al matadero, ubicándole como interior derecho con el objetivo de construir. En el vestuario ya se temieron que el experimento no saldría bien porque Song es el jugador muy flojo tácticamente y que cuenta con pocos automatismos en el juego. Es un estilo como el holandés Van Bommel, aquel que un día reconoció que su mente iba siempre dos o tres segundo por atrás que los ‘jugones’.
Lo que hace tiempo que el vestuario sí ha asumido es que el técnico argentino tiene dificultades a veces para leer los partidos y hacer los cambios adecuados para buscar el objetivo deseado. El sábado se vivió esta situación en toda su extensión. Tras el descanso el partido estaba empatado por una jugada puntual de Leo Messi, pero estaba claro que el camino no era el correcto. Sin embargo, el Tata decidió continuar, creyendo que aún había un ápice de esperanza para levantar el partido y salirse con la suya. Luego, ante el estrépito general, decidió dar entrada a Cesc Fàbregas. El luminoso marcaba un 3-1. Todo estaba ya decidido. Una vez más: tarde y mal.
También dejó un poso de desconcierto en el vestuario la forma que afrontó la derrota el Tata. Se escondió, se parapetó en sus colaboradores y no dijo nada a sus jugadores. Se espera que mañana salga del ‘estado de shock’ y haga una arenga a sus pupilos.
Entre los directivos también hubo escepticismo al hacerse oficial el once y aún más tras el encuentro. Solo Andoni Zubizarreta intente defender lo indefendible.
Hasta ahora al Tata solo se le había señalado por haber paralizado el fichaje de un central en verano –David Luiz estaba cerrado tras la negativa de Thiago Silva–, desoyendo los consejos que le daban sobre el estado físico de Puyol, y por la ya comentada poca capacidad de reacción durante los partidos. Ahora ya tiene una ‘muesca’ más en su curriculum. Esperemos en este caso que este lamentable error no signifique acabar tirando la Liga.