Su obra poética era mucho más que cuatro versos escritos en un cuaderno manchado de whisky. Tenía un estilo propio que inundaba todas sus manifestaciones, y que despuntaba en algo que pocos en su tiempo se atrevieron a hacer: desligarse de la tradición literaria estadounidense para abrir camino a una nueva generación que ansiaba nuevos lenguajes.
Por María Ramiro Martín
Para Jot Down
Cuando la diversión muere, se convierte en el Juego.
Cuando el sexo muere, se convierte en el Clímax.
Todos los juegos contienen la idea de la muerte.
Jim Morrison. Los señores (1969)
No son estas palabras para una canción de rock. Por supuesto que ser autor de canciones no le presupone a uno ser poeta, sin embargo, no es este el caso del líder de los Doors, que después de componer y grabar una de las obras más emblemáticas de la historia de la música rock —L.A Woman— renunció a la lujuria del éxito para refugiarse en París, cuna de la bohemia, y continuar con su obra literaria. Había publicado ya tres libros de poemas: Las nuevas criaturas (1968), Los señores (1969) y Una oración americana (1970), pero la muerte pilló a este chamán maldito a los 27 años con un cajón de cuadernos inacabados y un nombre manchado por el escándalo de encarnar en sí mismo la revolución. Corrían los años 60 y América veía desnudarse a una generación que marcaría el inicio del cambio.
Por su aportación poética a las letras americanas, eclipsada por su figura de estrella musical, Jim Morrison fue uno de los precursores de un tipo de literatura que, como el país, estaba todavía despertando.
Es curioso cómo leyendo las anotaciones sobre lo que Rimbaud inspiró a Morrison, se puede llegar a entender lo que el personaje debió experimentar en su cuerpo cuando en 1969 se masturbó sobre el escenario, en pleno show en Miami, frente a miles de fans. Aquello fue probablemente un error que el grupo pagaría caro, pero el listo de Jim aprendió una lección: había que hacerse a uno mismo vidente. Rimbaud se lo había enseñado.
El poeta se hace vidente por un largo y racional deterioro de todos los sentidos, de todas las formas de amor, de sufrimiento y de locura. Se busca a sí mismo en una inmensa tortura para la que necesita toda su fe, toda su fuerza sobrehumana, donde se convierte de entre todos los hombres en el gran paciente, pero también en el erudito porque solo él alcanza lo desconocido. Así fue el trance hacia su propia poética.
Puedes disfrutar la vida de lejos. Puedes mirar las cosas pero no probarlas. Puedes acariciar a la madre con los ojos.
No puedes tocar esos fantasmas.
XXIII. Desierto
Morrison comenzó a jugar con la poesía y la prosa desde muy temprano, quizá por la necesidad de contar lo que sucedía a su alrededor. Cursó estudios de cine en la UCLA, y aunque no llegó a materializarlos nunca en forma de película, él mismo confesó años después que mucho de lo escrito durante su vida no había sido más que una especie de tratado de estética de su visión cinematográfica. Este texto, escrito en 1969, nos habla de imágenes y reflexiones que fácilmente nuestra retina transforma en fotogramas:
"Extrañas, fértiles correspondencias los alquimistas percibían en inverosímiles órdenes del ser. Entre hombres y planetas, plantas y gestos, palabras y el tiempo. Estas inquietantes conexiones: el grito de un niño y el roce de la seda; la espira de una oreja y la aparición de perros en el patio; la cabeza baja de una mujer durante el sueño y la danza matinal de los caníbales; estas son conjunciones que trascienden la estéril señal de cualquier montaje “voluntario”. Estas yuxtaposiciones de objetos, sonidos, acciones, colores, armas, heridas, y olores, brillan de manera inaudita, imposibles maneras.
El cine no es nada si no es una iluminación de esta cadena del ser que hace que una aguja colgada de la carne provoque explosiones en una capital extranjera.
El cine, heredero de la alquimia, lo último de una ciencia erótica".
El éxtasis de los sentidos: el sexo y la muerte
La visión de Rimbaud, combinada con el conocimiento de Morrison sobre los rituales chamanes de América y la poesía romántica, fueron suficientes para elaborar la receta de la experiencia y lo que él pensaba que sería la expansión de la conciencia.
El chamán dirigía la sesión. Un pánico sensual, deliberadamente evocado por drogas, cánticos, bailes, lanza al chamán hasta el trance. La voz cambiada, movimiento convulsivo. Actúa como un loco. Estos profesionales histéricos, escogidos precisamente por su inclinación psicopática, fueron apreciados en otro tiempo. Mediaban entre el hombre y el mundo del espíritu. Sus viajes mentales establecen el punto crucial de la vida religiosa de la tribu.
XXXVII. Las nuevas criaturas
Al escuchar su cuerpo —la apertura de sus sentidos— Morrison entraba en éxtasis. Blake dijo que el cuerpo era la cárcel del alma, a menos que los cinco sentidos estén completamente desarrollados y abiertos. Él consideró a los sentidos “ventanas del alma”, y Morrison lo adaptó a su vida diaria: cuando el sexo involucra todos los sentidos con intensidad, puede ser como una experiencia mística.
Pero esta conexión en Morrison va ligada a la muerte. Para él, estar unidos a alguien es una experiencia emocional que significa la metafórica muerte de uno mismo en el acto del coito o eyaculación. A la vez, el amor es uno de los pocos dispositivos que tenemos para evitar el vacío.
Baila desnudo sobre huesos
Rotos los pies sangran y manchan
Cortes de cristal cubren tu mente
Y el seco final de la barba
Del vacío mientras la gente
Lanza hilos en tranquilos estanques
Y arranca a la antigua trucha
Del profundo hogar. Escamas
Encontradas de un verde brillante.
Un cuchillo fue robado. Un
Valioso cuchillo de caza
Por unos extraños chicos
Del otro campo al otro lado del lago.
Las nuevas criaturas.
Sus versos oscuros y subjetivos mucho le deben a la lectura de Baudelaire y Artaud. Yuxtaposiciones, imágenes violentas, vocabulario impetuoso y agitador que se mezcla con notas autobiográficas y conforma su propia mitología. Decía Morrison que el arte había muerto, y que era ahora el momento de liberar nuestra vida cotidiana. Dylan Thomas, escritor anglosajón a quien admiró, también hablaba de la poesía como algo orgiástico y orgánico, como la cópula, divisoria y unificadora, personal pero no privada.
El surrealismo no era otra cosa que un nuevo tipo de magia para mi. La imaginación y los sueños, toda esta intensa liberación del inconsciente, cuyo objetivo era que las cosas se acostumbraran a ocultar el alma, que debe abrirse paso, debe marcar el comienzo de una transformación de los significados y de los símbolos.
Tuvo tiempo entre su infancia itinerante y su carrera como estrella del rock para leer a los grandes clásicos. Friedrich Nietzsche fue su filósofo de cabecera, cuya praxis aplicó también en sus conciertos. Morrison veía en el espectáculo del rock un sucedáneo de la tragedia griega.
Según la filosofía de Nietzsche, son dos los principios rectores del arte: el apolíneo —representado en la escultura— y el dionisiaco —representado en la música—. Recordarán que Dionisio fue uno de los 12 dioses mayores del Olimpo, el Baco de los romanos. Primero fue adorado como árbol rodeado de yedra, y después como hombre barbudo y vigoroso.
Su actitud hacia la modernidad fue de desdén. Personificó la figura literaria del viajero errante o “wanted”, que él mismo usaba en sus poemas. La realidad perdida que buscaba en la ciudad, esa metrópolis definida en términos modernistas y simbolistas, era en el fondo una reflexión de la sociedad.
Todas las fuentes artísticas de las que bebió las aplicaba en cada uno de sus conciertos. De esta forma cada uno de sus shows era una experiencia única e inaudita en la historia de la música, y los fans enloquecían por verle. Cada canción era un ritual y a menudo combinaba sus hits con introducciones en prosa que hacían del lenguaje de Morrison un sello de identidad de los Doors.
Al igual que la principal técnica de manipulación a la multitud que utilizó en el escenario, hizo uso la pausa para dar gran efecto a sus poesías, pero no en el sentido convencional del término gramatical o formal; en lugar de una cesura, puntos suspensivos o cambio de línea, utiliza una imagen como una barrera a superar, que ser destruida. También a través de la estructura del poema, que replicaba la lógica irracional de la corriente de la conciencia, proyectaba un lenguaje como pinturas abstractas de escenas violentas.
La grandiosa autopista
está
atestada
de
amantes
y
buscadores
y fugitivos
tan
impacientes
por
complacer
y
olvidar.
Desierto
Había ocurrido: la poética de Morrison era mucho más que cuatro versos escritos en un cuaderno manchado de whisky. Las constantes de su universo interior eran los leiv motivs de su literatura y de su música. Jim tenía un estilo propio que inundaba todas sus manifestaciones, y que despuntaba en algo que pocos en su tiempo se atrevieron a hacer: desligarse de la tradición literaria estadounidense para abrir camino a una nueva generación que ansiaba nuevos lenguajes.
Poeta de la Generación Beat
Jim Morrison nos dejó ideas sobre la poesía que nos indican que su dedicación y entrega fue mucho más que un viaje a su propio mundo. Fue una inmersión espaciotemporal en la nación que acunaba el cambio.
El poema es el registro de un movimiento de la percepción de la visión. La forma poética es el patrón de ese movimiento a través del espacio y del tiempo. La imagen de fondo es el contenido de la visión emergente en el poema. El vehículo de movimiento es la imaginación. La condición de movimiento es la libertad.
¿Les suena?
Morrison quiso ser poeta francés (y por ello quizá les resulte familia el lenguaje que utiliza) pero estaba demasiado perdido en el desierto de Arizona, o medio drogado en algún backstage. No fue un advenedizo más del simbolismo —aunque sí le inspiró en sus orígenes—. Llevaba en sus venas el sello de “maldito” y emanaba bohemia allá donde tocaba, y aquellas dos características, unidas a su estilo a la hora de escribir, le hicieron sin saberlo el más rockero de los poetas de la generación Beat. Pudiera ser un descubrimiento, pero esto ya lo dijo su buen amigo Michael McLean, otro de estos poetas, con quien llegó a planear un guión cinematográfico.
La idea de que la percepción puede ser modificada y ampliada concienzudamente fue un principio fundamental de la generación Beat. La idea del poeta-vidente. Y así fue la poesía que sin querer marcó un período fundamental de la historia de Estados Unidos: concisa, profunda en términos de claridad de expresión y de tono; plagada de imágenes en versos simples, emocionales; una poesía pesimista y melancólica, resignada a la realidad que le tocaba ilustrar.
Volvamos a aquel concierto, el fatídico concierto en el que el líder de los Doors convirtió en un escándalo público. Cuántas cosas te hubieran sido más fáciles sin este numerito, Jim. Pero aquella generación ya estaba convulsa, agitar era poco para lo que necesitaba decir, los folios y el micrófono se le quedaron pequeños. Hubo tiempo después para arreglar el entuerto entre discos y giras, pero ya estaba todo dicho. Había despertado el chamán, el loco poeta de los sueños de América, el chico malo y desafiante líder de una banda de rock. Qué letras escribirías ahora encerrado en el cuarto de baño, mirando el mundo desde tu melena alucinada.
Fuente: JotDown.es