En los primeros cinco meses del año, policías mataron con armas de fuego a cerca de 400 personas a lo largo y ancho de Estados Unidos, según reveló una investigación publicada este domingo por el diario The Washington Post.
Tras meses de protestas en todo el país por las políticas racistas y represivas de las policías locales, el diario hizo lo que el FBI no hace y relevó todos los casos de este año en los que uno o más policías mataron a un sospechoso con un arma de fuego. El resultado fueron 385 casos a nivel nacional.
En Estados Unidos, cada fuerza policial, a nivel estadual o municipal, puede elegir si reporta al FBI los tiroteos y los casos en los que sus oficiales matan a un sospechoso o a un detenido. Desde 2011, menos del 3% de las más de 18.000 fuerzas policiales lo hacen.
Sólo con esos datos y algunas previsiones, el FBI estimó en la última década que alrededor de 400 personas mueren en tiroteos protagonizados por policías por año, lo que representa un promedio de 1,1 muerte por día.
Según la investigación del Post, sin embargo, la tasa de muertes a manos de un policía armado este año ya se acerca a 2,6 muertes por día. Si esta tendencia continúa, a final del año alrededor de 1.000 personas habrán fallecido por disparos de policías en el país.
Pese a que las 385 víctimas que contabilizó el Post en cinco meses igualan a lo que el FBI estima que sucede a lo largo de un año, especialistas advirtieron que es posible que el resultado final de la investigación del periódico sea es muy conservador.
"Los tiroteos muchas veces no son informados. Nunca vamos a reducir el número de tiroteos iniciados por la policía si no empezamos a seguir de manera fehaciente esta información", sentenció al medio capitalino, Jim Bueermann, un ex jefe de policía y actual presidente de la Fundación de Policías, una ONG con sede en Washington.
Además, la cifra difundida por el Post no incluye a aquellas víctimas que fallecieron ahogadas o como consecuencia de golpizas otorgadas durante o después de la detención, casos comprobados que en los últimos meses desataron masivas protestas protagonizadas por la comunidad negra en ciudades como Nueva York y Baltimore.
Mientras que la mitad de las víctimas reportadas por el Post son blancos, la relación racial cambia sustancialmente cuando se analiza sólo los casos en los que los sospechosos estaban desarmados. En esos casos, dos tercios de las víctimas son negros o latinos.
Más aún, si se comparan los números revelados por el Post con la distribución demográfica de Estados Unidos, los ciudadanos negros son asesinados por la policía tres veces más que los blancos o que cualquier otra minoría.
Pero el problema de la brutalidad policial en Estados Unidos no es sólo un problema racial.
Al menos 92 de las 385 víctimas relevadas, o sea alrededor de un cuarto del total, fueron identificadas por familiares o por la misma policía como personas con algún tipo de enfermedad mental.
(Fl)Al menos 92 de las 385 víctimas relevadas fueron identificadas por familiares o por la misma policía como personas con algún tipo de enfermedad mental(FL)
Además, el diario capitalino evita hacer un análisis clasista de las víctimas, pero un seguimiento constante de los casos de gatillo fácil en los medios estadounidenses revela rápidamente que la mayoría de las víctimas pertenecen a las clases populares y a la clase media trabajadora.
No obstante, para los analistas citados por el Post el problema de la violencia policial no es estructural, sino una consecuencia, reversible, de la falta de seguimiento y control a nivel nacional.
"Tenemos que ver más allá de lo que es legal y comenzar a enfocarnos en lo que se puede prevenir. La mayoría de los tiroteos se pueden prevenir", opinó Ronald Davis, un ex jefe de policía que actualmente ocupa la oficina de Asuntos Policiales orientados a la comunidad en el Departamento de Justicia nacional.
"La policía tiene que dejar de perseguir a los sospechosos saltando vallas y rejas, y aterrizando encima de alguien con un arma. Cuando se hace eso, no hay otra alternativa más que disparar", agregó el funcionario del gobierno de Barack Obama.