Los participantes del Sínodo de la Familia en Roma decidieron por ajustada mayoría una apertura hacia los divorciados católicos que volvieron a casarse, descartaron una equiparación de las uniones de parejas gay con el matrimonio entre un hombre y una mujer y reiteraron "la tolerancia cero" a la pedofilia. Después de una serie de operaciones políticas y mediáticas ocurridas desde las vísperas del Sínodo, el argentino Jorge Bergoglio revalidó sus títulos de líder ante una parada difícil para el papa: remover las reglas del conservadurismo vaticano, que condena el divorcio por sobre la pedofilia o el sexo homosexual.
Los 265 padres sinodales, los cardenales y obispos con derecho a voto aprobaron los 94 puntos de su documento final que abre la vía a estudiar, caso por caso, el acceso a los sacramentos de los divorciados que vuelven a casarse e invitaron a los sacerdotes a utilizar el "discernimiento".
Se estudiarán los casos y otras circunstancias como el comportamiento hacia los hijos durante el divorcio, si hubo intentos de reconciliación, la situación del otro cónyuge y las consecuencias de la nueva relación para el resto de la familia, informó Efe. El documento pidió que la iglesia dé apoyo a las parejas jóvenes en el tema de la "sexualidad", al considerar que "la familia, aunque es el lugar pedagógico principal, no puede ser el único lugar en el que se aborde la educación sexual". También en el texto se reiteró que "hay tolerancia cero" a la pedofilia.
Además, el Sínodo de Obispos recordó la posición de la jerarquía católica en torno a las uniones gay: "No hay fundamento alguno para analogías ni siquiera remotas con el matrimonio y la familia", expresó.
En el cierre, el Papa Francisco enfatizó que "se intentó abrazar la misericordia de Dios sin caer en el riesgo del relativismo o en demonizar a los otros". "El diálogo resultó enriquecido y animado por diferentes opiniones que se expresaron libremente y por desgracia a veces con métodos no del todo benevolentes", agregó el pontífice.
Con la votación del documento final terminaron las tres semanas de deliberaciones en Roma, texto que fue entregado al Papa, quien ahora deberá decidir cómo procede con las recomendaciones del Sínodo.