Por Eduardo Robaina
Para La Marea
El nuevo informe del panel de especialistas de la ONU supone un canto a la acción basada en una transición que tiene como principio el ‘crecimiento verde’ y cierto tecnoptimismo.
Fin de las excusas para gobiernos, empresas y líderes mundiales. Desde hoy lunes 4 de abril de 2022 no podrán decir que no saben qué hacer para reducir lo máximo posible el calentamiento global y sus efectos. El IPCC (el panel de especialistas en cambio climático ligado a la ONU) ha presentado su informe sobre cómo mitigar el cambio climático tras cuatro años de trabajo. Reducir hasta casi eliminar el uso de los combustibles fósiles es la acción que deberá guiar a la humanidad en la próxima década. Por ahora esta tarea está lejos de lograrse, y reconocen que las políticas aplicadas hasta el momento aseguran un calentamiento de más de 3 ºC.
Este informe, que viene a completar la trilogía iniciada en agosto de 2021 (qué y quién impulsa el cambio climático) y seguida en febrero de este año (impactos, adaptación y vulnerabilidad), tendría que haberse presentado durante la mañana. Sin embargo, se ha visto retrasada después de que el resumen para responsables de políticas (SPM, en sus siglas en inglés) se haya demorado tres días. Este texto es una versión reducida -y descafeinada- del informe principal, compuesto por más de 3.000 páginas. Tanto el documento principal como el SPM están escritos por los autores, y ellos tienen siempre la última palabra. Sin embargo, el resumen político solo sale adelante si los 195 países que forman parte del IPCC están de acuerdo con su redacción, aprobada línea por línea. Esta revisión comenzó el pasado 21 de marzo y no terminó hasta el domingo 3 de abril por la noche. Como suele ocurrir, una serie de países –aquellos cuya economía se basa en los fósiles– pusieron muchas trabas durante las dos semanas de reuniones.
Ha sido redactado por 278 autores de 65 países diferentes, a lo que se suma la colaboración de 354 especialistas en calidad de colaboradores. Entre los autores principales hay un negacionista climático y dos empleados de las mayores petroleras del mundo. Para su redacción, se han tenido en cuenta casi 20.000 artículos y 60.000 comentarios de especialistas y gobiernos.
“Podemos reducir las emisiones a la mitad para 2030”
Frente al puñetazo de realidad y la dosis de desesperanza que desprenden los anteriores informes presentados en el último año, este tercero es un canto al “sí se puede”, similar al que se entona en los campos de fútbol. La meta es solo una: reducir las emisiones hasta hacerlas casi desaparecer. Para llegar hasta allí hay múltiples caminos.
El panel de especialistas no prescinde de ninguna herramienta que pueda contribuir a la acción climática. Eso sí: si bien el informe desprende una clara apuesta por la transición de los combustibles fósiles a energías más limpias, su vía para lograrlo es a través del crecimiento verde y una apuesta clara por ciertas tecnologías -en muchos casos utópicas– que absorben CO2 y así seguir usando combustibles fósiles. En resumen: el actual sistema económico que ha llevado a esta situación de crisis climática y ambiental seguirá siendo el motor del planeta. Lo único que cambio es que, en vez de ser un motor a gasolina será eléctrico y estará impulsado por energías limpias.
Según el IPCC, hay opciones en todos los sectores para reducir al menos a la mitad las emisiones de aquí a 2030. Lograrlo “implicará una reducción sustancial del uso de combustibles fósiles”, así como una electrificación generalizada, una mayor eficiencia energética y “el uso de combustibles alternativos”, como es el caso del tan de moda hidrógeno (verde).
Durante la pasada década (2010-2019), las emisiones medias anuales de gases de efecto invernadero alcanzaron los niveles más altos de la historia de la humanidad, pero según el grupo de científicos, el ritmo de crecimiento ha disminuido. En este sentido, todas las trayectorias estudiadas que limitan el calentamiento a 1,5 ºC para finales de siglo (durante las próximas décadas es casi seguro que se rebase, pero el objetivo es que vuelva a bajar) llegan a la misma conclusión: son imprescindibles reducciones rápidas y profundas, y en la mayoría de los casos inmediatas, de las emisiones en todos los sectores. Si no es así, será inalcanzable.
Un lustro clave
Para no sobrepasar los 1,5 ºC es necesario que las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero alcancen su punto máximo antes de 2025 como muy tarde, es decir, en apenas tres años. Además, debe haber una reducción del 43% para 2030. Para estabilizar la temperatura en el grado y medio es necesario alcanzar emisiones netas de CO2 a principios de la década de 2050. En el caso de los 2 ºC, a principios de la década de 2070. “Es ahora o nunca”, sentenció Jim Skea, copresidente del Grupo de Trabajo III (responsable de este informe) del IPCC.
Estos esfuerzos se concentran en disminuir, principalmente, el CO2, pero ni mucho menos debe ser el único. El IPCC deja claro que el metano –un gas cuyo potencial de calentamiento puede llegar a ser hasta 80 veces superior al del CO2– debe reducirse en un tercio aproximadamente.
Junto a esto, el despliegue de la CDR (eliminación de dióxido de carbono a gran escala) para contrarrestar las emisiones residuales difíciles de eliminar “es inevitable” si se quiere lograr un nivel neto de emisiones de CO2, recoge el informe.
Menos costes de las energías renovables
Una parte creciente de las emisiones se atribuye a las zonas urbanas. Sin embargo, las ciudades ofrecen importantes oportunidades de reducción de emisiones. El IPCC considera que puede lograrse mediante “un menor consumo de energía” (por ejemplo, creando ciudades compactas y transitables), “la electrificación del transporte en combinación con fuentes de energía de bajas emisiones, y una mayor captación y almacenamiento de carbono utilizando la naturaleza”.
El informe también pone el foco en las enormes desigualdades en las contribuciones al cambio climático. Señala que “el 10% de los hogares con las mayores emisiones per cápita contribuyen de forma desproporcionada a las emisiones globales de gases de efecto invernadero de los hogares”, y que “18 países han reducido de forma sostenida las emisiones durante más de 10 años”.
A diferencia de años atrás, el precio ya no es una excusa. El IPCC apunta que desde 2010 se han producido descensos sostenidos en los costes de las energías solar (un 85%) y eólica (55%), así como de las baterías (85%). Además, ponen en valor las muchas políticas y leyes impulsadas para avanzar hacia la acción climática: «Contar con las políticas, la infraestructura y la tecnología adecuadas para permitir cambios en nuestros estilos de vida y comportamientos puede suponer una reducción del 40-70% de las emisiones de gases de efecto invernadero para 2050. Esto ofrece un importante potencial sin explotar», asegura Priyadarshi Shukl, copresidente del Grupo de Trabajo III.
En cuanto a la nuclear, recientemente catalogada junto al gas por la Comisión Europea como inversión sostenible de cara al sector de las inversiones, el informe difundido este lunes apenas la menciona. El IPCC sostiene en el texto que «la adopción de la energía nuclear y de la captura y almacenamiento de CO2 (CAC) en el sector eléctrico ha sido más lenta que las tasas de crecimiento previstas», y asegura que los datos que van apareciendo desde el anterior informe sobre mitigación (el AR5, de 2015) indican que «las tecnologías a pequeña escala (como la energía solar o las baterías) tienden a mejorar más rápidamente y a adoptarse con mayor rapidez que las tecnologías a gran escala como la nuclear«.
Prioridad a los vehículos eléctricos con mención a bicis y peatones
El transporte es el sector que más agrava la crisis climática en España y a nivel global. Sobre todo el terrestre. Por eso, el IPCC considera que las opciones centradas en la demanda y las tecnologías de bajas emisiones pueden reducir las emisiones en los países desarrollados y limitar el crecimiento de las emisiones en los países en desarrollo.
El grupo que asesora a la ONU señala que “los vehículos eléctricos alimentados con electricidad de bajas emisiones ofrecen el mayor potencial de descarbonización para el transporte terrestre sobre la base del ciclo de vida”. Además, asegura –aunque con una confianza menor– que los biocombustibles sostenibles pueden ofrecer “beneficios adicionales” de mitigación en el transporte terrestre a corto y medio plazo (confianza media).
En cuanto al transporte marítimo, la aviación y el transporte terrestre pesado, el IPCC apunta a los biocombustibles sostenibles, el hidrógeno de bajas emisiones y los derivados (incluidos los combustibles sintéticos) como la mejor solución en la actualidad, aunque estos “requieren mejoras en el proceso de producción y reducciones de costes”. Todas estas estrategias, dicen, tendrán varios beneficios colaterales, como mejoras en la calidad del aire, beneficios para la salud, acceso equitativo a los servicios de transporte, reducción de la congestión y reducción de la demanda de materiales.
No obstante, los autores no se han olvidado de medidas mucho más sostenibles que cualquier combustible por muy verde que sea, como son caminar e ir en bici. El informe asegura que «las ciudades pueden reducir su consumo de combustible relacionado con el transporte en torno a un 25% mediante combinaciones de un uso del suelo más compacto y la provisión de infraestructuras de transporte menos dependientes del automóvil». Resaltan que «las inversiones en el transporte público interurbano e intraurbano e infraestructuras de transporte activo pueden contribuir a cambio a modos de transporte menos intensivos en emisiones. En esta línea, señalan que «las infraestructuras adecuadas, como los carriles protegidos para peatones y bicicletas, pueden apoyar un mayor número de desplazamientos activos localizados».
Es también interesante la mención que se hace de «las iniciativas de la economía circular, las iniciativas de la economía compartida y la digitalización en la demanda de servicios de transporte«, muy presentes hoy día. El informe reconoce que «existen pruebas contradictorias» sobre sus efectos. Por ejemplo, mientras que la desmaterialización puede reducir la cantidad de material que necesita ser transportado a las instalaciones de fabricación, un aumento de las compras online con entrega prioritaria (como hace Amazon) puede aumentar la demanda de transporte de mercancías. Del mismo modo, mientras que el teletrabajo podría reducir la demanda de viajes, el aumento de los viajes compartidos podría aumentar los kilómetros recorridos.
De la industria al uso de la tierra: más opciones de mitigación
Uno de los mayores desafíos está en las emisiones procedentes del sector industrial. Actualmente representa en torno a una cuarta parte de las emisiones mundiales. Reducir su contribución al cambio climático implica, según el IPCC, una acción coordinada a lo largo de las cadenas de valor para promover un uso más eficiente de los materiales, la reutilización y el reciclaje de productos y la minimización de los residuos. El grupo de especialistas reconoce que alcanzar las cero emisiones requerirá nuevos procesos de producción, electricidad de bajas o nulas emisiones, hidrógeno y, “cuando sea necesario, captura y almacenamiento de carbono”. En el caso de esta última, solo se aceptan aquellas capaces de capturar el 90% o más de las emisiones de las centrales eléctricas o el 50-80% de las fugas de metano.
La agricultura, la silvicultura y otros usos de la tierra, “cuando se implementan de forma sostenible”, pueden proporcionar reducciones de emisiones a gran escala, además de eliminar y almacenar cantidades muy significativas de dióxido de carbono. Sin embargo, los autores recuerdan que la tierra no puede compensar totalmente el retraso de las acciones en otros sectores, en una referencia a los gobiernos y su obsesión por solucionar todo problema climático simplemente plantando árboles.
También se centran en la alimentación, con un mensaje en la línea de anteriores informes. Aunque el resumen para responsables de políticas es más descafeinado y no habla de reducir el consumo de carne, el informe principal sí lo hace: «El cambio a dietas con una mayor proporción de proteínas vegetales, una ingesta moderada de alimentos de origen animal y una menor ingesta de grasas saturadas podría suponer una reducción sustancial de las emisiones de GEI». Los autores reconocen que dietas con alto contenido en proteínas vegetales y bajo contenido en carne y lácteos se asocian a menores emisiones. Encuentran, además, que la carne de rumiantes muestra una mayor intensidad de gases de efecto invernadero, y establece claras diferencias de emisiones dependiendo de si es ganadería intensiva o extensiva.
Asimismo, el informe menciona -con «evidencia limitada»- el papel que pueden desempeñar en la reducción de emisiones procedentes de la producción de alimentos las tecnologías alimentarias emergentes. Algunos ejemplos que ponen son la fermentación celular la carne cultivada, las alternativas a los productos alimentarios de origen animal y la agricultura de ambiente controlado.
La digitalización es otra de las vías que explora el IPCC para reducir las emisiones, pero alerta de que puede tener efectos secundarios adversos si no se gobierna adecuadamente. También ponen énfasis en la expansión constante de las políticas y leyes que abordan la mitigación: «Me siento alentado por las medidas climáticas que se están tomando en muchos países. Hay políticas, normativas e instrumentos de mercado que están resultando eficaces. Si se amplían y se aplican de forma más amplia y equitativa, pueden contribuir a una profunda reducción de las emisiones y estimular la innovación”, asegura Hoesung Lee, presidente del IPCC.
Pero sin dinero, por desgracia, todo lo expuesto anteriormente no tiene sentido. Sobre ello pone el foco el IPCC, que denuncia que los flujos financieros registrados no alcanzan los niveles necesarios para lograr los objetivos de mitigación en todos los sectores y regiones. El reto de cerrar las brechas es, además, mayor en los países en desarrollo. Una solución pasa por la cooperación financiera internacional.
A pesar de que la publicación de este informe se ha retrasado bastante, la prensa acreditada no ha dispuesto del tiempo necesario para recibir los materiales, leerlos, analizarlos y escribir como se merece sobre un trabajo que lleva cocinándose desde 2019. Habitualmente se da acceso a los documentos con una antelación de uno a tres días, en el mejor de los casos. En esta ocasión, la ventaja ha sido de menos de cinco horas, con lo que aún es pronto para ofrecer a los lectores un análisis profundo.