El periodista entrerriano que defendió el proyecto k en el peor momento, cuando las protestas del campo potenciadas por los medios hegemónicos pusieron en jaque el modelo, dijo no va más. ¿Por qué? Lo cuenta en esta entrevista de Pablo Marchetti en el diario Perfil.
Por Pablo Marchetti
Para Perfil
Lucas Carrasco pateó el tablero. Provocador, el periodista, bloguero y ex panelista de Duro de domar y notero de 678, publicó un texto en su blog donde anuncia que se pasó a la oposición. Además, dijo que vio algo que no podía contar, pero que aquí cuenta en detalle: la articulación de una red de blogueros y trolls oficialistas para actuar en las redes sociales. Lucas, más desbocado que nunca, destroza a La Cámpora, a Máximo Kirchner, a Boudou y hasta a Cristina… aunque sigue apostando por un “kirchnerismo sin corrupción”.
—¿Qué te pasó?
—Yo odio a los Kirchner profundamente cuando se ponen refundadores y desvirtúan un ideario nacional, popular y progresista que es preexistente a ellos. Los odio cuando Cristina dice: “El esfuerzo fiscal de todos”. No, mentira. El esfuerzo fiscal es de la gente que viaja en colectivo o en esos trenes de mierda. Porque Cirigliano no hace ningún esfuerzo fiscal. Y a la vez amo a los Kirchner, los amo profundamente, porque vos y yo éramos marginales con nuestras ideas. Y hoy esas ideas son sentido común.
—¿Creés que hoy todavía es así, que el kirchnerismo sigue poniendo esas ideas marginales en el ideario del sentido común?
—El algún punto sí. Esta semana estatizaron el Belgrano Cargas. Si De la Rúa hacía eso, era reelecto. O por lo menos nosotros nos hubiéramos cuestionado la virulencia con que le pegábamos a De la Rúa. Así que odio a los Kirchner por desvirtuar las cosas por las que los amo.
—En la nota en tu blog en la que decís que te pasás a la oposición, contás que viste algo que no podés decir qué es. ¿Qué viste?
—Yo hice una investigación para Miradas al Zurdo (sic) sobre la agencia La Ese, donde hacían trolls para Clarín. Quince días después, Lanata “descubre” que el Gobierno había armado eso. No dice que Clarín lo había armado. Yo dije que Lanata tenía razón y en el Gobierno se enojan conmigo. Y dije que Lanata tenía razón porque a mí me invitaron a dirigir eso que querían armar. Yo hacía una peña todos los jueves, donde iban de todos los ámbitos. Ahí estaban todos los blogueros y me ofrecen dirigir a mí el call center del Gobierno. Dije que no.
—¿Y qué pasó después?
—Pasa un año y al kirchnerismo lo estaban haciendo mierda en las redes. Ya la rebeldía, que antes éramos los kirchneristas, eran los antikirchneristas. Lo noto y me duele, porque nosotros no habíamos ocupado ese espacio que habíamos conquistado antes, y porque el que quería seguir siendo rebelde se tenía que ir. Yo nunca abandoné el blog. Pero Matías Castañeda, Julia Mongolini (sic) y Franco Vitali, que es subsecretario de algo, no escriben más. ¿Por qué? Porque les compraron el silencio.
—¿Cómo te llevás con Diego Gvirtz?
—Gvirtz es amigo. Y vos sabés que lo defiendo en privado. Gvirtz creó un producto fascinante que fue lo único efectivo, durante un tiempo, del kirchnerismo. Y eso hizo que locos como vos o como yo tuviéramos cabida. Ahora no hay más espacio para los locos.
—¿Por qué?
—Porque la política tomó esa línea editorial. Y una cosa es la línea editorial y otra la política. Cuando la política toma la línea editorial, pasa a ser más importante lo que diga Florencia Etcheves, de quien estoy enamorado, que el que pavimenta una ruta. Y en realidad lo que importa es pavimentar una ruta. Por eso estoy a favor del gobierno de los Kirchner, pero no soporto a los Kirchner. Además, no es que le pegamos a Magnetto con las universidades, Martín Becerra, vos, yo…
—Claro. Una cosa es Pablo Llonto pegándole a Clarín en 2003, solito, y otra es Boudou hoy con la camiseta de “Clarín miente”.
—Tal cual. Estratégicamente. Boudou se formó en la dictadura y después en la Ucedé. ¿En qué momento empezó con las categorías que está nombrando, con el “lean los diarios”?
—Además, ¿qué diarios?
—Y, esos diarios cadorcha donde trabajo yo. Porque, ponele, PERFIL es una cadorcha, pero con preocupación por vender diarios. Entonces, la tapa de Noticias es: “Se viene otro avión directo a la Casa Blanca” y después adentro dice que el avión cayó antes, que no pudo llegar. No importa, tiene preocupación por vender. Miradas al Sur, en cambio, tiene una medianera entre la Side y la realidad, y esa medianera es una aplicación ideológica.
—¿Y qué pasa con los intelectuales afines?
—Los setentistas (los camporistas, los reales) tienen poca vida en el Gobierno y no pueden decidir nada. A Horacio González, que a mí me cae muy bien (como persona no lo conozco, hablo de él como intelectual), no le dan pelota nunca. A Ricardo Forster (que lo sacan a pasear por C5N, que es fascismo con derechos humanos) jamás se le ocurre una idea hacia el futuro. Por lo tanto, no se compromete. Por eso habla todo el tiempo de “reparadora”, “democratizadora”, “conchadelalora”… Y después está Jorge Giles, que es verdaderamente un gil.
—Me parece que en vos hubo un cambio con el tema del choreo. Un tema que aparece en el programa de Lanata, por más que vos no lo descubriste con Lanata. ¿Puede ser, entonces, que el problema, más que el choreo, sea cómo reaccionaron frente a la evidencia de que hay choreo?
—Claro. Acá hay un problema con los que defienden a Boudou: es un yuppie, no se sabe de qué labura, de cuarta. Defenderlo, culturalmente, nos hace pelota. El otro día vos publicaste en Twitter una foto de Videla con Ernestina de Noble y Julio Grondona. Y Grondona hoy es un aliado. Entonces, en el relato, pueden encontrarme a mí un vínculo con la dictadura cuando tenía 4 años, pero a Grondona nunca le encontraron nada. Esa imbecilidad para seleccionar la historia que considera la semiótica como el reemplazo de la lucha de clases me parece una huevada total.
—¿Seguís considerándote kirchnerista?
—Yo nunca fui un kirchnerista crítico, siempre fui un kirchnerista con sentido del humor. O más aún, soy un kirchnerista sin televisor. Y hoy es muy difícil sostener ciertas cosas porque el kirchnerismo pasó a su etapa religiosa.
—Sin embargo, es la primera vez que te veo criticar desde afuera.
—Una vez estábamos en la casa de Patucho Alvarez (que todavía no era presidente de Télam, era gerente de Canal 7), con Iván Heyn, y discutíamos porque Julia Mongolini, que está por cumplir 31 contratos (perdón, 31 años), se había ido de La Cámpora. Y estaba muy preocupada. Heyn decía que no es una cuestión de irse o estar, que hay que dar los debates adentro. Yo en esos momentos me estaba por ir, pero me quedé pensando en eso. Supongo que Mongolini también. Pero bueno, pobre, en ese entonces era muy joven. Tenía apenas 25 contratos.
—¿La cuestión es si dar o no los debates adentro?
—Claro. A ver, yo no creo en la boludez de que PERFIL es anti K. En PERFIL trabaja gente como la que trabaja en Tiempo Argentino. Y esta gente que va acá caminando, si su jefe mata a la esposa, no renuncia a la empresa. Los empleados estatales no dicen “hasta que deje de haber hambre no queremos aumento de sueldo”. Nosotros somos trabajadores.
—OK, pero vos te hiciste famoso como “bloguero K”…
—Yo siempre quise construirme aquí un espacio independiente como el que tenía en Entre Ríos. Y decidí estar en los medios del oficialismo y huir, desmarcarme. Porque yo no llegaba como llegaste vos, siendo el loco. Yo llegaba siendo nada para el público de acá. Entonces, siempre me iba a quedar con ese estigma. Y vos sabés lo que es la tele. Uno puede escribir un montón, hasta podés escribir una novela genial, que no pasa nada. Tenés cinco minutos de tele y te cogés a todos.
—Bueno, no está mal…
—Sí, ponele. Pero por eso me genera desprecio la tele. Porque además es una trituradora, todos te olvidan si no estás. Y se pasan quejándose toda la vida de Duro de domar si los sacan. Vos no, por suerte. Yo tampoco, pero mi caso es distinto. Y todo eso te termina llevando a Puerto Madero. Cristina el otro día dijo: “Cuando yo caminaba por la calle”, y es una mina que hace diez años no pisa Palermo, ya no hablamos de Constitución a las tres de la mañana para conseguir monedas.
—¿Vos sí andás por Constitución?
—Estuve el sábado pasado, porque fui a un recital de Zambayonny en Lomas de Zamora. Me tomé el 151 y fui hasta Constitución y vi ahí un bar adonde yo había ido diez años atrás. Constitución está muy tranquila por la militarización. Es efectiva la militarización. Pero a la vez es una verga. Constitución hace diez años era todo Washington Cucurto. Hoy cambió mucho.
—¿Qué más cambió? No digo en Constitución, me refiero al país.
—Ahora tenemos que ver cómo defender a los trabajadores. Hubo una etapa en que teníamos que defender a Cristina Kirchner porque si no se caía todo. Y donde incluso ustedes, los que no eran kirchneristas, cuando veían que del otro lado venía la tropa de la derecha, cerraban filas.
—Obviamente, para mí ése fue el tema. Nunca fui kirchnerista, pero una cosa era 2008, 2009, cuando la salida era por derecha y el Gobierno se enfrentaba a Clarín y a la Sociedad Rural, y otra es 2011, cuando después del 54% el primer proyecto que envía Cristina al Congreso es la Ley Antiterrorista. Y encima, la segunda fuerza no era la derecha sino, aunque lejos, la centroizquierda.
—Pero también era una minoría intensa, entonces nosotros éramos necesarios. Hoy hay que ordenar la tropa y ya no somos necesarios.
—Ahora hacen falta Chiche Gelblung, Mauro Viale…
—Claro.
—Nunca publicaste un libro. ¿Por qué?
—A mí me llamaron de Planeta para hacer un libro sobre el kirchnerismo. Yo, recién llegado a Buenos Aires, lo busco al Conu, Fabián Rodríguez, que estuvo antes en la Secretaría de Justicia, para que me ayude con el territorio. Y en Planeta nos dicen que Máximo tenía que comprar mil ejemplares por adelantado. O sea, nos piden una coima en Planeta. Entonces, me levanto y me voy. Me fui a un bar con Fabián, que estaba absolutamente de acuerdo conmigo. Al mes sale el libro de mi amigo, firmado por Aníbal Fernández, con prólogo de la Presidenta, que lamentablemente escribe ella, muy mal, en Planeta. Y a las dos semanas estaba el Conu negociando con Planeta para escribir él el libro. Me echaron a la mierda.
—Hay gente en el oficialismo que dice que la corrupción es un daño colateral. Vos mismo, en algún momento, minimizaste el tema…
—Para mí la corrupción sí es un problema, porque es gente que no conoce la calle. Los funcionarios a ese nivel creen que la gente los ama y está pendiente de su vida. Viven como esos pelotudos de la tele. ¿No caminan por la calle Santa Fe? Esa avenida tan coqueta, como dice una vieja canción de Ignacio Copani. Bueno, esa avenida tiene cada tres locales un tipo durmiendo. Y a mí eso me demuele.
—Siempre dijiste tener una buena relación con Máximo. ¿Hablaste todo esto con él?
—No, no hablé con nadie más. Pero quiero que quede claro que nosotros peleamos por una batalla cultural que yo no quiero regalar. Si yo digo que soy opositor, es porque quiero decir hasta qué grado puedo llegar. O sea, yo no soy Vandor. No soy Moyano, que era y es un vandorlero, mezcla de Vandor y bandolero. Yo soy de este espacio que siento que también te representa a vos. Pero bueno, vos estás casado y sos pollerudo, y yo hablo de soltería, ja.
—Yo estoy casadísimo, enamoradísimo, y disfruto mucho eso. Qué bueno que vos puedas disfrutar de tu soltería, ja.
—Es que en buena medida yo me quise ir antes para poder volver cuando me necesiten. Me parece que no podemos educar así. Cuando se estatiza Aerolíneas, ni hace falta contar que van todos mis amigos ahí. Entonces, sacan a relucir una lista de periodistas coimeados. Pero en esa lista también estaban Víctor Hugo y Mario Wainfeld, a quienes borraron con métodos stalinistas. A mí el blog me lo quisieron cerrar varias veces.
—Estás sin laburo. ¿Cómo vivís?
—Emilia (Claudeville, modelo, panelista de DDD y ex novia de Lucas) me paga el alquiler hasta que consiga trabajo.
—¿Qué opinás de quienes dicen que la libertad de expresión está amenazada?
—En la Argentina reina la libertad de expresión. Eso sí, hay que pagar el costo. Como en cualquier país, hasta los más avanzados del mundo. Pero a mí no me interesa la libertad de prensa. A mí me interesa dejarle algo al piberío, que tenga dónde reflejarse. Decirles que puede haber un kirchnerismo honesto. Porque si este gobierno se cae por la presidenta de los 70 millones de argentinos y los 40 millones de dólares (o a la inversa, ya ni sé), hay que dejar en claro cuáles son esos valores.
—El problema es cuando se pase la factura y se diga: “Mejor probemos con la derecha, porque cuando probamos con el progresismo nacional y popular se afanaron todo”.
—(Ernesto) Tenembaum me dijo algo muy interesante el otro día. Yo le decía que mi gran temor era a un revanchismo tipo el ’55. Y él me dijo: “Si éstos gobiernan 12 años así, el próximo que venga va a gobernar así”. Es interesante el planteo. Porque así les fue bien. Ahora, ¿se puede profundizar? Y... con los pibes tan conservadores, no sé. A mí me preocupan los pendejos de La Cámpora. Porque arrancaron queriéndose comer el mundo y ahora los tienen vigilando periodistas en las redes sociales.
—Entonces, ¿oficialista u opositor?
—Por un lado, este gobierno le devolvió la dignidad a mucha gente. Ahora, si la Presidenta me pone a sus caniches Abal y Medina para discutir eso, yo soy opositor. Pero si hablamos de lo verdaderamente importante, yo voy a estar en la primera fila para defenderlo.