La cantidad de horas de trabajo perdidas en todo el mundo durante el primer semestre de 2020 fue significativamente más alta de lo que se había estimado, mientras que la recuperación sumamente incierta en la segunda mitad del año no será suficiente para regresar a los niveles anteriores a la pandemia, aún en el mejor de los escenarios, y se corre el riesgo de ver una pérdida constante de empleos a gran escala, adviertió la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
En el caso de Argentina, "de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el PBI argentino caerá entre el 8,25% y el 10%. Así, nuestras proyecciones indican que como consecuencia del impacto de la pandemia se perderían este año entre 750.500 y 852.500 empleos en el país", según le dijo a BAE Negocios Pedro Américo Furtado de Oliveira, director de la OIT en el país.
Según el Observatorio de la OIT: COVID-19 y el mundo del trabajo. 5.a edición , las horas de trabajo, a nivel mundial, disminuyeron del 14 por ciento en el segundo trimestre de 2020, lo que equivale a la pérdida de 400 millones de empleos a tiempo completo (sobre la base de una semana laboral de 48 horas). Este es un incremento considerable con respecto a las estimaciones del Observatorio anterior (publicado el 27 de mayo) que preveía una disminución de 10,7 por ciento (305 millones de empleos).
Las nuevas cifras reflejan el agravamiento de la situación en numerosas regiones durante las últimas semanas, sobre todo en las economías en desarrollo. A nivel regional, la pérdida de horas de trabajo fueron: Américas (18,3 por ciento), Europa y Asia Central (13,9 por ciento), Asia y el Pacífico (13,5 por ciento), Estados Árabes (13,2 por ciento) y África (12,1 por ciento).*
La gran mayoría de los trabajadores del mundo (93 por ciento) sigue viviendo en países con algún tipo de cierre de los lugares de trabajo, con las Américas experimentando las mayores restricciones.
Segundo semestre de 2020
El nuevo Observatorio presenta tres escenarios para la recuperación en el segundo semestre de 2020: de base, pesimista y optimista. Señala que el resultado a largo plazo dependerá de la trayectoria futura de la pandemia y de las decisiones políticas de los gobiernos.
El modelo de base – el cual supone un repunte de la actividad económica en línea con las previsiones actuales, el levantamiento de las restricciones en el lugar de trabajo y la recuperación del consumo y de las inversiones – prevé una disminución en la pérdida de horas de trabajo de 4,9 por ciento (equivalente a 140 millones de empleos a tiempo completo) en relación al cuarto trimestre de 2019.
El escenario pesimista asume una segunda ola de la pandemia y el regreso de las restricciones, lo cual ralentizaría la recuperación de manera significativa. Como consecuencia se produciría un descenso de las horas de trabajo de 11,9 por ciento (340 millones de empleos a tiempo completo).
El escenario optimista asume que las actividades de los trabajadores se reanudarán rápidamente, impulsando de manera significativa la demanda agregada y la creación de empleos. Con esta recuperación excepcionalmente veloz, la pérdida de horas de trabajo disminuiría hasta 1,2 por ciento (34 millones de empleos a tiempo completo).
El impacto sobre las mujeres
El Observatorio constata además que las trabajadoras han sido afectadas de manera desproporcionada por la pandemia, creando el riesgo de que algunos de los modestos progresos en materia de igualdad de género alcanzados en las últimas décadas se pierdan y que las desigualdades de género relacionadas con el trabajo se agudicen.
El grave impacto de la COVID-19 sobre las mujeres está relacionado con su sobre-representación en algunos de los sectores económicos más afectados por la crisis, tales como la hostelería, la restauración, el comercio y la industria manufacturera. A nivel mundial, casi 510 millones (40 por ciento) de todas las mujeres empleadas trabajan en los cuatro sectores más afectados, frente a 36,6 por ciento de hombres.
Las mujeres también predominan en los sectores del trabajo doméstico, la asistencia sanitaria y los servicios sociales, donde corren mayores riesgos de perder su ingreso, de infección y de transmisión, y es menos probable que tengan protección social. La distribución desigual del trabajo de cuidado no remunerado antes de la pandemia también ha empeorado durante la crisis, exacerbada por el cierre de los colegios y de los servicios de cuidado.