Por Francesc Peirón
Corresponsal de La Vanguardia en Nueva York
Cómo no preguntarse la razón por la que la Administración Trump opta otra vez por un pirómano como apagafuegos.
La cuestión rondó ayer en el mundo científico estadounidense. El presidente de Estados Unidos está ultimando un grupo dedicado a examinar si el cambio climático afecta a la seguridad nacional. A pesar de que desde su propio Gobierno han surgido informes, firmados por diferentes agencias, incluido el Pentágono, de que el calentamiento global es un peligro real, para algunos inminente, Trump se empeña en remar a la contra y alardear de negacionista. Mientras, entre los demócratas se extiende la idea de un new green deal para combatir los efectos de esta amenaza, asunto del que los ciudadanos son más y más conscientes.
Según el borrador del llamado “comité presidencial en seguridad climática”, el elegido para coordinar este equipo de doce integrantes es William Harper. Este físico de 79 años de la Universidad de Princeton y asesor de la Casa Blanca en el Consejo de Seguridad Nacional logró fama por mantener una postura contraria al sentido común.
Su teoría, que parte de alguien que no es un especialista en climatología, sostiene que a mayor cantidad de dióxido de carbono, habrá más beneficios.
Hay trampa, advierte un investigador de la NASA, especializado en nubes, que prefiere el anonimato. “Si se incrementa el CO2, esto provoca el efecto de que las plantas, la vegetación, crezcan más. Pero si hay más polución, se incrementa la intoxicación del ecosistema, por lo que esas plantas acaban muriendo”, explica.
Harper alcanzó notoriedad por su hipótesis en el 2015, cuando acudió a declarar a una comisión del Senado de Estados Unidos. Greenpeace desveló que el científico había accedido a escribir un informe a petición de una compañía petrolífera de Oriente Medio, aunque en realidad era un cebo lanzado por la propia organización ecologista. En ese documento, Harper recalcó que “la única manera de limitar el CO2es prohibir los combustibles fósiles, lo que sería una política totalmente inmoral e irracional”.
“Harper resulta una figura marginal hasta para los escépticos”, declaró a AP el almirante retirado de la Armada de EE.UU. David Titley, hoy profesor de Meteorología en la Universidad de Pensilvania. Además de esos poco convencionales puntos de vista, las dudas sobre este comité surgen desde el planteamiento. Ahí se especifican dudas respecto a las conclusiones de otros informes, porque “no han sido sometidos a una revisión rigurosa por expertos independientes y contradictorios que examinen las certezas y las incertidumbres climáticas, así como las implicaciones para la seguridad nacional”.
A finales de noviembre, un grupo de 300 científicos, trabajando para trece agencias gubernamentales, alumbraron un documento de 1.656 páginas, a requerimiento del Congreso, en el que alertaron de que los daños se llevarán el 10% de la economía de Estados Unidos antes de final de siglo si no se toman medidas urgentes.
Pero sus advertencias chocaron con la política de desregulación emprendida por Trump en relación al legado de Obama.
La vinculación de cambio climático y seguridad nacional ha aparecido en muchos otros informes. Sin ir más lejos, en uno publicado el pasado mes por el director de la inteligencia nacional. En ese texto se relaciona el deterioro medioambiental con la competición por el combustible fósil. “Los peligros del clima, como la meteorología extrema, altas temperaturas, sequías, inundaciones, incendios de bosques, tormentas, la subida del nivel del mar, la degradación y acidificación de los océanos, se han intensificado, amenazan las infraestructuras, la salud, el agua y la seguridad alimentaria”, se subrayó.
Una encuesta reciente de las universidades Yale y George Mason mostró que los ciudadanos alarmados llegan al 29%, el doble del resultado obtenido en el 2013. Cada vez son menos los que dudan del cambio climáticos y cada vez son más los republicanos preocupados. Para Trump sigue siendo una teoría conspirativa.