"Yo no soy tu esclavo y tu no eres mi dueño. Yo no soy tu mono". Por esa sencilla forma de poner a un periodista en su lugar Tarantino se ganó titulares como "La inesperada ira de Tarantino", "Quentin Tarantino responde con feroces y arrogantes frases a un periodista de televisión británica", entre otras frases que nunca hacen foco en la pregunta tendenciosa y malintencionada del cronista y sí, por supuesto, se escandalizan por la reacción del entrevistado.
Si los decanos de las facultades de periodismo prestan atención a esta entrevista se ahorrarían un año de currícula. "Yo no soy tu esclavo y tu no eres mi dueño. Yo no soy tu mono". Muy pocos entrevistados ponen en caja de esa manera a un periodista. Muy pocos en su carrera tendrán la chance de que les muestren en la cara sus canalladas. La mayoría irá por la vida maní en mano a ver si los monitos, como tratan muchos a los entrevistados, les dicen lo que quieren para titular.
Este señor de la tv británica fue con el librito de los títulos cantados (o escritos desde la casa) a querer sacarle un título obvio nada menos que al cineasta en cuya obra la obviedad y el lugar común es cortado de cuajo como la hierba mala.
Pobre periodista, pero tampoco vamos a echarle toda la culpa. Son muchos los que creen que las películas donde la violencia es un goce estético de alto vuelo son las responsables de las calamidades del planeta. Son muchos a los que tuercen las comisuras de la boca con asquete por un katanazo de Uma Thurman pero no les parecen violentas las miles y miles de películas con las que Hollywood destila su odio a los latinos, su violencia de clase, su elitismo y su darwinismo cultural. Seguramente la escena de la película de Sex and the city donde una de las glamorosas protagonistas se niega a comer y tomar productos mexicanos porque, se deduce, son malos para la salud es de lo más cándida y no es para nada violenta y racista según estos jueces (por poner un ejemplo) para los cuales esa película seguro sólo habla de amores y zapatos. Ah no, pero esas buenas gentes no toleran que Tarantino haga pelear a los 88 locos en la casa de las Hojas Azules con escenas que hasta parecen coreográficas, eso no, por favor, qué va. La bajada de línea burda pero entre algodones en contra de todo lo que no sea estadounidense sí es tolerable. Kill Bill es un horror.
Así es como por las remilgadas formas del pensamiento ñoño llegamos un día a ver a Tarantino engrupido por un inglés que niega sus mañas periodísticas diciéndole que lo que él quiere es hablar "con seriedad". Lo que el divino periodista - ya nos encariñamos con el sujeto- quiere realmente hacer es llevarse un título miserable que de alguna manera relacione las matanzas como la de Connecticut con las películas como las de Tarantino. O sea, el mono trata de que Tarantino se meta con él a la jaula y sea de su monada.
Y el bueno de Quentin comete el pecado original de la Biblia periodística según la cual ningún entrevistado puede no estar de rodillas. Y encima se de el lujo de mandarlo a hacer bien sus deberes: "ya he dicho mil veces lo que pienso de la violencia, buscalo en Google".
Oh, hermano Tarantino, has pecado, has pensado, no te has arrodillado. Tu penitencia será pasar por mil títulos maliciosos que se disfrutarán en la jaula de los monos cuando salgan en el diario. A ver si así aprendes que el periodista nunca es un idiota, nunca hace preguntas tendenciosas, nunca juzga de antemano y nunca desperdicia la oportunidad de entrevistar a uno de los más revolucionarios cineastas de los últimos tiempos.
*Atención periodistas ñoños, muchas personas acaban de ver esta escena, seguro habrá matanzas con katanas a troche y moche, o asesinatos masivos con armas en las escuelas. Estén atentos para contar en sus diarios que el culpable es Tarantino.
Por Gabriela Valdés
@gabivaldes