En enero de 2013, Francois Hollande, sorprendió a los analistas con el anuncio de una intervención militar francesa en Malí, ex colonia en África del país europeo. La razón esgrimida por el presidente para mandar tropas a Malí fue poner freno a los grupos rebeldes que controlaban una parte del país y amenazaban con quedarse con todo el territorio y, entonces, serían una amenaza para Europa y el Mundo, en los términos del mandatario galo.
Este viernes, la capital de Malí fue el escenario de un ataque extremista con al menos tres muertos en un hotel en el que fueron tomadas de rehenes 170 personas.
Casi tres años atrás, a los analistas de la política francesa los sorprendió la decisión viniendo de un líder que llegó al gobierno francés con la bandera pacifista al tope del mástil y la promesa explícita de retirar las tropas que el derechista Nicolás Sarcozy mandó a Afganistán como cuota por ser parte del club de la guerra que encabeza Estados Unidos y Alemania, en yunta.
Pero con la imagen por el suelo después de traicionar las banderas económicas y sociales de su partido, el socialismo, Hollande tomó la política de Sarcozy para sí y emprendió su primera aventura guerrera en Malí.
La operación militar le redituó puntos en las encuestas en lo inmediato, como rescató en su momento un reportaje de la BBC.
Dos años después, en enero de 2015, Hollande estaba nuevamente con la imagen por el piso. Remontó cuando fue atacada la sede de la revista satírica Charlie Hebdo, el séptimo día de este año. Hubo 12 muertos, entre ellos cuatro de los dibujantes más célebres del semanario, y una conmoción que traspasó las fronteras.
La imagen de Hollande antes de los atentados del 13 de noviembre en París otra vez era de las peores de los líderes europeos. En diciembre hay elecciones regionales. Después de declararle la guerra al Estado Islámico, al que ya estaban ayudando a bombardear desde mucho antes del viernes trágico parisino, los analistas suponen una mejora en los índices de aceptación de Hollande en su país.