Luisa Kuliok sobre la Feria del Libro de Mendoza: "Quiero que la gente acompañe, Braceli es un ser de mucha luz"

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La Feria del Libro 2016 está dedicada a Rodolfo Braceli y en el acto inaugural se espera la presencia de Luisa Kuliok, quien invitó a acompañar al mendocino, "un ser con mucha luz, una poética, y lo que va a brindar en la feria va a ser para no perderse", describió en una entrevista con radio Del Plata.

Kuliok y Braceli, a dúo, leerán el 9 de setiembre en el Le Parc "Plegaria Furiosa Para las Madres y Abuelas de las Plazas":

— Permiso, Memoria.
— Permiso, Conciencia.
— ¿Qué sería de nosotros si Ellas, las Madres Abuelas, no existieran?
— ¿Qué quedaría de nosotros si Ellas no hubieran salido
    a alumbrar la más eterna de las noches?
— ¿Qué sería de nosotros? ¿Qué?
— ¿Estaríamos de pie? ¿Estaríamos en cuatro patas? ¿Estaríamos?
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— Ellas nacieron para semillar semillas.
Ellas nacieron para resucitar lo desaparecido.
Ellas gritan con el alarido y gritan con el silencio.
Pueden desentenderse del hambre y del frío y del dolor.
Supieron, ellas, convertir a la intemperie en abrigo
y a la desgracia en linterna.
Fueron la única la luz que atravesó aquella demasiada noche
impuesta por los dueños de la vida y de la muerte.
Ellas se tutean con el milagro
pero no esperan que caiga del cielo.
Una de dos: lo hacen o lo hacen, al milagro.

— Si el diablo mete la cola, no importa:
ellas siguen adonde iban.
Si Dios no baja, no importa:
ellas llegarán donde querían.
Ellas van, siempre van:
van cuando van y van cuando regresan.
Van hacia adelante, aunque giren:
ellas son la memoria del círculo.

— Ellas, al miedo, lo dejaron sin uñas sin dientes sin aliento.
Pueden, ellas, mirar la oscuridad sin un temblor,
y pueden mirarlo al sol sin bajarle la mirada.
Tenaces, porfiadas, tercas,
ellas son el templo andante
del último resto de locura que le queda al mundo.

—Alguna vez tejieron, ellas.
Alguna vez hicieron arroz con leche.
Alguna vez posaron sus labios sobre la frente ardida de su criatura.
Alguna vez sus corazones presagiaron la noticia
antes de que, en la mitad de la noche, les voltearan la puerta.

— Ellas hacen la casa y las cosas de la casa.
Y hacen de comer, como ninguna.
Pero, todo, absolutamente todo lo dejaron
y salieron y salen y saldrán, ellas, huracanadas,
a encarar la obscena impunidad,
a enfrentar el falso coraje del crimen asesinador.

— Salen, ellas, a vadear el asco del absurdo,
cada día, salen, a desandar la muerte
hasta el tuétano de las últimas consecuencias.

— Salen, ellas, como locas,
haciendo abandono de hogar
y de aconsejada prudencia y de miedo cautelar.

— Salen, ellas, a morder, a escupir y a blasfemar
¡como diosmanda!

— Salen, ellas, a cachetear a los que se esconden
en la abstinencia, en la distracción,
en el borrón y cuenta nueva.

— Salen, ellas,
a darle vuelta los bolsillos a la muerte.

— No necesitan brújula, ¡para eso sus corazones!
— No necesitan sol, ¡para eso sus corazones!
— No necesitan luz ni luna, ¡para eso sus corazones!
— No necesitan escudos, ¡para eso sus corazones!
— No necesitan pensar, ¡para eso sus corazones!
— No necesitan armas, ¡para eso sus corazones!

— Salen, ellas, a cara descubierta,
a buscar, en el desierto.
Y la lluvia les baja por pómulos hombros pechos vientres piernas.
Y el sol les seca pómulos hombros pechos vientres piernas.
Y tienen, ellas, olor a sí mismas.

— Salen, ellas, casa afuera,
porque aprendieron que ni el mundo ni la vida
terminan en el umbral del egoísmo.

— Salen, ellas, semilladoras, panaderas de la memoria.
Van sembrando, van regando, van preñando la tierra arrasada.
Y la tierra se deja.
Tienen, ellas, tratos con la tierra. ¡Entre vientres es la cosa!

— Allá vienen, ahí van:
no las fatiga la fatiga,
no las alcanza la desesperanza,
no las derrumba el insomnio.
No se dan tregua y no dan respiro.
Cultísimas o apenas alfabetas,
ellas, a la hora del dolor de los dolores,
son iguales:
todas tienen dientes en la voz y uñas en los dientes.
Todas se dan tiempo para regar las plantas.
Todas le dan siempre otra oportunidad a la primavera.

— Llegado el caso, ellas pueden ladrar
y relinchar y aullar ¡y graznar también!
Y pueden voltear la pared y cambiar de lugar la pirámide.
Y pueden hacer hablar a la piedra.
Y más todavía:
pueden deletrear el desierto, arena por arena
hasta encontrar el rostro de la arenita que buscaban.
Y cuando la encuentran, a su arenita,
dicen hijo mío, hija mía.
Y nada más dicen,
se están abrazando.

— Camino se hace al andar, conciencia se hace al girar.
Girando hacia adelante,
haciendo ese anillo de fuego,
ellas aprendieron en carne propia desgajada:
que la guerra es un vientre masticador de inocencias en brote,
que a los mapas los carga el diablo,
que la indiferencia es la madre de todos los crímenes,
que la Verdad, la tan buscada, no se cansa de esperar
porque, ellas, ¡no se cansan de buscar!

— La rueda no fue inventada. La rueda ya estaba.
La rueda es la tierra, la tierra madre.
Si es rueda la Vida, rueda por ellas.
Rueda por sus corazones con paciencia.
Rueda por la ciencia de la paciencia.
Rueda porque ellas estaban antes que el viento
y cuando el viento pase seguirán estando.
Las madres que las parió, ellas, tan capaces de todo:
capaces de sembrar en el mismísimo abismo,
capaces de zurcir, finito, la herida absurda de la Vida.

 — Ellas, alocadas, furiosas,
desgajadas de sus gajos,
siempre siempre siempre buscan.
Dejan atrás este oeste norte y sur:
Buscan buscan persiguen la verdad.
¿La verdad aquí no está?
A ellas no les importa: seguirán buscando
por los siglos de los siglos.
Porque ellas no quieren que así sea y Amén.

— No hay caso con ellas:
la Vida les abre camino, las ve deshacerse y hacerse.
No hay caso con ellas:
¡no se casan de resucitar!

— Ellas conseguirán lo imposible.
Lo conseguirán tarde o temprano. Y si no, después.
Ellas, si no es hoy, conseguirán lo que buscan,
después que el fin del mundo pase.

— Así fue. Así es. Así será.

— Pero, ¿por qué?
¿Por qué ni de noche a ellas se les apaga el sol?

— Porque saben, ellas, pensar con el instinto.
Porque tienen, ellas, el optimismo de la memoria.
Porque ¡ya basta de acusar a la piedra, de la pedrada!

— Porque cuando llegue el momento de rajarle el vientre al Apocalipsis
(ese momento llegará, llegará…),
ellas, justamente ellas, serán las que hagan profundo el tajo.
No les temblará el pulso.
Y después del tajo, ellas, desde muy adentro,
le arrancarán una aurora,
al Apocalipsis.

— Entonces, acunarán al nuevo día,
le arrimarán el pezón y le darán de mamar.
Y la Vida no tendrá más remedio que continuar,
¡por ellas, las del vientre!
¡por ellas, esposas de la Vida!
¡por ellas, mujeres de la Vida!
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— Permiso, Memoria.
— Permiso, Conciencia.
— ¿Qué sería de nosotros si Ellas, las Madres Abuelas, no hubieran existido?
— ¿Qué quedaría de nosotros si Ellas no hubieran salido a alumbrar
la más eterna de las noches?
— ¿Qué hubiera sido de nosotros? ¿Qué?
— ¿Estaríamos de pie? ¿Estaríamos en cuatro patas? ¿Estaríamos?

— Sin ellas, los puntos cardinales
no serían cuatro, ni tres, ni dos, ni uno, ni nada.
— Sin ellas, esta olvidadiza patria idolatrada,
sería un definitivo agujero con forma de mapa.
— Sin ellas, de tanto tocar y tocar y tocar fondo, hubiéramos desfondado el abismo.

Y al día siguiente interpretarán El último padre "que es muy movilizador, quiero que la gente vaya y acompañe", remarcó Kuliok.

 
 
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