El escenario electoral entró en ebullición cuando Cristina Fernández anunció que secundará a Alberto Ferández en una fórmula presidencial. La decisión conquistó de inmediato la aprobación de siete gobernadores enrolados en el peronismo federal.
Con ellos más los mandatarios que ya militaban en el espacio que contiene al kirchnerismo, la fórmula sumó la adhesión de todos los gobernadores peronistas, salvo el salteño Juan Manuel Urtubey y el cordobés Juan Schiaretti. Era ese uno de los efectos buscados por los protagonistas del acuerdo.
Cada uno a su turno y con sus modos, se expresaron a favor del anuncio el tucumano Juan Manzur, el riojano Sergio Casas, el santiagueño Gerardo Zamora, el chaqueño Domingo Peppo, el entrerriano Gustavo Bordet y el sanjuanino Sergio Uñac. Los siete militaban más o menos cerca del espacio denominado Alternativa Federal, que lideran Urtubey, Schiaretti, Miguel Pichetto, Roberto Lavagna y Sergio Massa.
El resto de los gobernadores peronistas participaban ya -de una u otra manera- en el armado referenciado con el kirchnerismo. Integran ese grupo la catamarqueña Lucía Corpacci, el formoseño Gildo Insfrán, la santucreña Alicia Kirchner, el puntano Alberto Rodríguez Saá y el pampeano Carlos Verna.
La derrota de Daniel Scioli a manos de Mauricio Macri en 2015 determinó una fractura en el hasta entonces oficialista Frente para la Victoria. Los que perdieron las razones de su alianza con el kirchnerismo con la salida del poder quedaron enfrentados con los que mantuvieron inalterable su lealtad con el proyecto encarnado por Cristina Fernández.
El senador nacional Pichetto y el diputado nacional Diego Bossio, junto al gobernador Urtubey, encarrilaron el desbande con un plan destinado a contener a la dirigencia peronista que veía en la confrontación con el kirchnerismo la única vía para su supervivencia.
Irrecuperables y Massa
De entrada, el grupo escindido del FpV tendió puentes con el gobierno de Macri en sintonía con la línea que por entonces seguía el Frente Renovador, de Sergio Massa. Esa estrategia fue clave para enrolar en el espacio a varios gobernadores peronistas, que estaban urgidos por las necesidades de la gestión más que por las de armado electoral. Entonces, pactar lo mejor posible con Macri era la prioridad.
Así, el peronismo antiK logró hacerse un lugar en la escena política. Reunió un grupo legislativo con los votos suficientes para determinar el triunfo o la derrota del oficialismo en ese ámbito. Terminó facilitando la aprobación de casi todas las leyes claves para Macri, aunque antes lo obligó a negociarlas con los gobernadores. Mantuvo los pies dentro del plato aún después de Massa sacara los suyos.
A más de tres años de la ruptura con el Frente para la Victoria, el destino del peronismo antiK es incierto. Fracasó su estrategia para abrirse paso al centro de la escena con el desplazamiento del kirchnerismo a la marginalidad. Y, ahora, tambalea la construcción de una alternativa peronista antiK con pretensiones electorales.
La conformación de una fórmula encabezada por Alberto Fernández fue celebrada por siete gobernadores que comulgaban con el espacio alternativo del peronismo. En la unidad buscada por el renunciamiento de Cristina Fernández tienen lugar todos los peronista, advirtieron los armadores del espacio. Urtubey se autoexcluyó. Massa dejó una puerta abierta. Pichetto y Schiaretti se mantuvieron en silencio.