Manotazos de ahogados. Mauricio Macri y su núcleo duro dirigencial decidieron pelear hasta el final, aún cuando el ocaso parece sentenciado. El costo de la decisión lo asumirá el país. Los argentinos con el gobierno que viene.
Para tener alguna chance electoral, Macri y sus operadores necesitan confundir a Alberto Fernández, quien es visto como virtual presidente por todos desde el 11 de agosto en la noche, entre los responsables de la inmensa crisis de la economía que el macrismo diseñó bajo la línea del Fondo Monetario Internacional.
Fernández, a la vez, no tiene por qué asumir los costos del plan diseñado y financiado desde la cúspide del organismo internacional.
El vacío de poder que impera no es un invento ni una chicana. Impera. Y Macri tiene que asumir que impera mientras él es presidente y candidato a la reelección. Y que esa candidatura impide cualquier margen para el presidente. Macri decidió priorizar las necesidades del candidato por sobre las del presidente. Y todo lo que pasó desde esa decisión es su consecuencia.
Macri le pide al rival electoral, Fernández, que se confiese macrista si no quiere que Macri lo culpe por las consecuencias del macrismo. Es imposible. La crisis del gobierno comenzó con el gobierno. Desde que descubrió sus cartas, al negociar con los fondos buitres, no se podía esperar otra cosa que lo sucedido luego. El plan: pagar cualquier cosa que los buitres pidieran para abrir el mercado de la deuda externa.
Callejón sin salida
Los resultados de esa política eran predecibles. Inevitables. En abril de 2018, el principal socio del gobierno en la aventura endeudadora decidió romper filas sin avisos previos. Y el modelo explotó. Hasta ahora.
El JP Morgan encabezó una fenomenal corrida que devaluó el ciento por ciento la moneda nacional. Y dejó al gobierno macrista al borde del precipicio. La única soga para evitar caer al pozo era del Fondo Monetario Internacional.
Argentina volvió a las recetas del Fondo de la mano de Macri. Y la recetas que antes arrastraron al país a las caldeadas costas de los infiernos hicieron su parte. Llevar al país a los mismos infiernos. Y a Macri al colapso electoral del 11 de agosto.
Las urnas de las PASO no se dejaron tergiversar por el macartismo ni el miedo ni las operaciones de propaganda de Durán Barba y Macos Peña. La culpa es toda de Macri. No hay socios externos. La crisis es puramente macrista.
Macri y sus estrategas de campaña, entre los que cobraron protagonismo Elisa Carrió y Miguel Pichetto, decidieron jugar a todo o nada para revertir la sentencia de las PASO el 27 de octubre. Los objetivos de la política del Estado responden desde el 11 de agosto en la noche a las necesidades electorales del candidato no a las de la conducción correcta del destino del país.