"Impeachment" contra Trump

El problema con el proceso de destitución

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Tiempo estimado de lectura: 7 minutos

Donald Trump visto por Miguel Bayon, El Nuevo Día, Puerto Rico.

Por Chris Hedges
Para Truthdig

El proceso de destitución (impeachment) de Donald Trump no detendrá el profundo deterioro que aqueja a la república estadounidense. No le restituirá mágicamente la democracia a las instituciones. No nos devolverá el Estado de derecho. No limitará el apetito depredador de los grandes bancos, la industria de la guerra y las corporaciones. No eliminará el dinero corporativo de la política ni terminará con el sistema de sobornos legalizados. No detendrá el negocio de la vigilancia y el monitoreo de la ciudadanía realizado por empresas de seguridad privadas. No terminará con el dominio del terror ejercido por las fuerzas policiales paramilitares en los barrios empobrecidos ni terminará con el encarcelamiento masivo de 2,3 millones de ciudadanos. No impedirá que los agentes de inmigración persigan a los indocumentados y les arranquen a sus hijos de los brazos y los encierren en jaulas. No pondrá fin a la extracción de combustibles fósiles ni al inminente ecocidio. No nos dará una libertad de prensa que nos libere del mandato corporativo que convierte las noticias en una farsa para hacer dinero. No terminará con las guerras infinitas y fútiles. No mitigará el odio entre las tribus guerreras del país, sino todo lo contrario, lo exacerbará.

El impeachment es cosmético. Se trata de reemplazar la cara pública del imperio con un mandarín político como Joe Biden, quien está sumergido hasta la cabeza en la corrupción y en el servicio obsequioso a los ricos y al poder corporativo. Biden llevará adelante las mismas políticas suicidas, pero con el apropiado decoro real. Las élites gobernantes ya están saturadas de la vulgaridad, estupidez y asombrosa ineptitud de Trump. Se volvieron en contra de Trump no porque este haya cometido una ofensa atroz merecedora de la destitución -hubo numerosas ofensas de este tipo incluyendo el uso de la presidencia para el enriquecimiento personal, la incitación a la violencia y al racismo, la divulgación de información clasificada a funcionarios extranjeros, la obstrucción de justicia y la incapacidad patológica de decir la verdad- sino porque cometió el error fatal de tratar de eliminar a un miembro de la élite gobernante.

Sí, Trump presionó al presidente de Ucrania Volodymyr Zelensky para que le diera datos de ilegalidades cometidas por Biden y su hijo Hunter Biden, que seguramente existen. Aparentemente el presidente Trump retuvo unos 400 millones de dólares en ayuda militar a Ucrania para ejercer presión. Sí, intentó bloquear la difusión del reporte de un denunciante con detalles sobre su conducta. Sí, es una violación de las leyes, percibida por muchos demócratas en el Congreso como una ofensa que amerita el juicio de destitución.

Sin embargo, este tipo de negociaciones sucias es común en las relaciones políticas internacionales. Christopher Steele, un exoficial de inteligencia británico, fue contratado para sacar a la luz los trapos sucios de Trump y Rusia por GPS Fusion, una agencia de inteligencia contratada para investigar a Trump por Perkins Coie, una firma de abogados que trabajaba para el equipo de campaña de Hillary Clinton y el Comité Nacional del Partido Demócrata. Hace cuatro décadas William Casey, el encargado de la campaña electoral de Ronald Reagan, les pidió a los iraníes que no liberaran a los rehenes estadounidenses secuestrados en Teherán antes de las elecciones presidenciales de noviembre para perjudicar al candidato y entonces presidente Jimmy Carter, según afirmaciones de Gary Sick, que era un funcionario de Carter en Irán. Los rehenes fueron liberados el día que Reagan asumió la presidencia, en enero de 1981.

Hillary Clinton, por lo que sabemos, nunca habló por teléfono con Steele. Reagan, por lo que sabemos, nunca habló por teléfono con el presidente iraní. El error fatal de Trump fue que no ocultó su pedido y lo hizo él mismo. Este tipo de presión solapada para dañar a un oponente político requiere el uso de hábiles insinuaciones, reuniones secretas, presiones cuidadosamente calibradas y la condición de poder negarlo todo. Trump no tiene ni idea de cómo se juega este juego. Por ello, parece destinado a integrar el club exclusivo de los presidentes a los que se les inició el proceso de destitución: Andrew Johnson y Bill Clinton.

Pero Trump no se irá callado cuando le den las buenas noches. Intentará llevarse consigo a todo el andamiaje podrido. Y podría tener éxito.

“Los demócratas medran al silenciar e intimidar a los que como tú, mi amigo, lo apoyan”, dice un llamado para reunir fondos en beneficio de Trump, enviado esta semana poco después de que se anunciara el impeachment. ”Quieren quitarte tu voto. El presidente Trump quiere saber con quiénes puede contar en los momentos más importantes.”

Pero la campaña de recaudación de fondos para el inminente proceso de destitución será suave en comparación con lo que yo creo que vendrá a continuación. La retórica de Trump, a medida que se incremente la presión, se hará más incendiaria. Como lo ha hecho en el pasado, incitará abiertamente a la violencia contra la dirigencia del Partido Demócrata y los medios de prensa a los que ha catalogado como “enemigos del pueblo”.

No son pocos los miembros de la clase trabajadora de Estados Unidos que se sienten, y con mucha razón, gravemente traicionados y manipulados por la élite gobernante. Ha sido destruída su capacidad de recibir un salario sostenible. Están atrapados en comunidades deterioradas y sin tener una salida. No ven un futuro ni para ellos ni para sus hijos. Su opinión de las élites gobernantes que los traicionaron es profundamente hostil.

A pesar de su incompetencia, Trump al menos expresa esa rabia. Y lo hace con una vulgaridad que le gusta a su base de apoyo. Pienso que ellos no son ciegos ante el narcisismo, la corrupción y la ineptitud. Pero él es el instrumento que ellos usan contra aquellos políticos como los Clinton que les mintieron con consecuencias mucho más graves. Trump es el arma que usaron contra esos políticos. Las encuestas sobre las elecciones presidenciales de 2016 mostraron que un 53% de los que votaron a Trump, lo hicieron porque no querían a Hillary Clinton y solo un 44% estaba motivado a respaldarlo.

“La gente ha dejado de votar por los candidatos que les gusta o los motiva”, señala Matt Taibbi en Insane Clown President: Dispatches From the 2016 Circus (Presidente payaso-loco: Reporte desde el circo de 2016)“Votaron contra los candidatos que odian. En las protestas y marchas priman los sentimientos de disgusto y rabia. Es impresionante la falta de idealismo y especialmente la falta de un sentido de hermandad y de un propósito en común con el otro lado (por ejemplo, liberales y conservadores no pueden imaginar un futuro productivo compartido, ni siquiera imaginarse como ciudadanos del mismo país).

La destitución de Trump podría ser vista por sus simpatizantes como un esfuerzo para quitarles esta forma primitiva, e ineficiente quizás, de desafío, o rebeldía. Es aún otro mensaje a los marginados, en especial a los de la clase trabajadora blanca, de que sus vidas, sus preocupaciones, sus esperanzas y sus voces no importan. Este enorme segmento de la población, como bien lo sabe Trump, está armado hasta los dientes. Hay más de 300 millones de armas de fuego en manos de civiles estadounidenses. Entre ellas se incluyen 114 millones de revólveres, 110 millones de rifles y 86 millones de escopetas. La cantidad de armas de guerra en manos privadas -incluyendo los rifles semiautomáticos AR-15 usados en las masacres de las escuelas Marjory Stoneman Douglas High School, en Parkland, Florida y Sandy Hook Elementary School en Newtown, Connecticut- es de alrededor de 1,5 millones. Estados Unidos tiene la tasa más alta en el mundo de personas que poseen armas de fuego, un promedio de 90 armas de fuego por 100 personas. Hay un promedio de una o más matanzas por día en el país.

El estancamiento económico, social y político junto con la creencia de que las expectativas para nuestras vidas y las vidas de nuestros hijos han sido frustradas, engendra violencia. Trump, en la lucha por defender su existencia política, usará la retórica como gasolina para encender el fuego. Demonizará a sus oponentes como la encarnación de la maldad. Intentará profundizar las divisiones y antagonismos, especialmente en lo que respecta al tema racial. Catalogará a sus oponentes políticos como enemigos irreconciliables y traidores. Exigirá omnipotencia, poderes de dictador. Muchos de aquellos que lo ven como al líder de una secta, querrán darle esos poderes. Pues cuando el aura mágica del poder de Trump está bajo ataque, los miembros de la secta se sienten atacados. Él es una extensión de ellos. Trump representa el anhelo de millones de estadounidenses, especialmente de aquellos de la derecha cristiana, por un líder de la secta.

Los esfuerzos del Partido Demócrata y de gran parte de la prensa, incluyendo CNN y el New York Times, para destituir a Trump de la presidencia, como si nuestros problemas estuvieran contenidos en su figura, tendrá resultados contraproducentes. Un demagogo como Trump fue generado por la crisis política, económica, cultural y social del país. Esas fuerzas crecerán con mayor virulencia si Trump es destituido. Cuanto más tiempo tardemos en confrontar e identificar las fuerzas corporativas responsables de la miseria de más de la mitad de la población y de nuestro sistema democrático quebrado, más se propagará la enfermedad de la secta en EE.UU. Trump existe gracias a la toma del poder por parte de las corporaciones. S olo podremos evitar la caída en el abismo, si nos liberamos del gobierno de las corporaciones y reconstruimos nuestras instituciones democráticas, incluyendo los cuerpos legislativos, las cortes y los medios de prensa.

Si no logramos derribar el poder de las corporaciones, los explosivos enviados por correo a los críticos de Trump y líderes del Partido Demócrata -incluidos Barack Obama, Hillary Clinton y Joe Biden- junto a George Soros, James Clapper y CNN, supuestamente por Cesar Sayoc Jr. -ex stripper y fanático de Trump que vivía en su auto- devendrán una forma común de expresión política. Los intentos de asesinato con el tiempo serán exitosos si no se hace nada para combatir las causas. La ley de la selva y el asesinato político convertirán rápidamente a Estados Unidos en un Estado fallido y terrorífico.

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