El 26 de abril de 2020 el International Chernobyl Disaster Remebrance Day (Día Internacional de Recuerdo de los Desastres de Chernóbil) conmemoraba los 34 años que han transcurrido desde el trágico accidente nuclear, en 1986, acaecido en la central Valdímir Ilich Lenin de Chernóbil, en el Óblast de Kiev, provincia ucraniana perteneciente, entonces, a la Unión Soviética. Uno de los más relevantes desastres medioambientales del devenir de la humanidad cuya oscurantista gestión habría influido decididamente (entre otras razones de geopolítica internacional) en el trayecto hacia la desintegración del raquis político federal y del Gobierno neurálgico de la URSS, un lustro después.
Y nada más plausible que rubricar la efeméride a través del documental ‘Stalking Chernobyl: Exploration After Apocalypse’, un palpitante e inmersivo filme de la directora, productora y activista paranaense, de ascendencia coreana, Iara Lee (Ponta Grossa, Brasil, 1966), quien se adentra en la ‘Zona de Exclusión’, de la intrépida mano tanto de stalkers (acechadores) como de guías oficiales, para radiografiar cuál es la presente situación en Chernóbil.
Un documental que ha sido estrenado mundialmente de manera online y gratuita –iniciativa en la que ha colaborado ‘Humans Fest. Festival Internacional de Cine y Derechos Humanos de València’ mediante #HumansResistencias, «serie de documentales donde se denuncian situaciones de injusticia en todos los continentes»–, cuyo contenido prosigue disponible a través de las cuentas de Cultures of Resistance Films en YouTube y en Vimeo.
En consecuencia, MAKMA entrevista a la cineasta Iara Lee con el fin de acechar en su compañía los ingredientes y ponderaciones que perfilan su turbadora y audaz película.
¿Cómo se gestó el proyecto de ‘Stalking Chernobyl’?
Cuando visité por primera vez la ‘Zona de Exclusión’ de Chernóbil, en 2017, no tenía intención de hacer una película. Sin embargo, la cultura que encontré allí me cautivó. Tienes esta área que fue el sitio de uno de los desastres más terribles en la historia de la era nuclear, pero ahora han pasado tres décadas. Los bosques y la vida silvestre se han apoderado de nuevo de lugares que los humanos abandonaron. Y la gente también ha comenzado a regresar. Algunos son buscadores de emociones; algunos son artistas; algunos son científicos. Quería documentar lo que están encontrando allí y su fascinación por lo postapocalíptico.
Tal y como se menciona en el documental, las primeras grabaciones existentes después del desastre nuclear se filmaron con una voluntad histórica y sociológica, como documento para las generaciones futuras, pero también como un relato heróico de los acontecimientos. ¿’Stalking Chernobyl’ nace, salvando las distancias, con esa misma intención, 34 años después, para nuestras presentes y futuras generaciones?
Por lo general, no encaro al cine con un propósito didáctico por adelantado. Por el contrario, generalmente, encuentro un tema en mis viajes que me interesa y, si llama mi atención, lo sigo y veo qué deviene del proceso. En este caso, la ‘Zona de Exclusión’ fue un lugar muy cautivador que resuena con todo tipo de problemas sociales y existenciales. No me propuse hacer una declaración específica sobre estos, aunque creo que la película lleva muchos mensajes: incluidos los peligros de las tecnologías que no podemos controlar y el apetito de riesgo, a veces autodestructivo, de la humanidad.
A pesar de la aparente seguridad y coordinación de las visitas turísticas por los lugares menos lesivos para la salud, ¿sigue siendo Chernóbil un emplazamiento de alto riesgo?
Esta es una de las preguntas más importantes que todos nos hacemos y de la que no resulta tan fácil encontrar información. En primer lugar, no soy una experta y por la relevancia del asunto invito a cada uno a informarse por su cuenta antes de hacer la elección de visitar Chernóbil o no. El Gobierno de Ucrania habilita las visitas turísticas coordinadas declarando que no hay ningun riesgo, pero siempre que se respeten los caminos indicados por el guía. Cuando las visitas son ilegales y fuera de este marco los niveles de peligrosidad aumentan considerablemente.
¿Consideras que la popularización de Chernóbil como fenómeno cultural y singular destino turísitico pone en peligro su pervivencia y su legado?
Es sabido que los visitantes –quienes están en tours oficiales y los llamados stalkers, que entran ilegalmente– sacan objetos de la ‘Zona de Exclusión’ como recuerdos, también modifican los espacios y depositan objetos como, por ejemplo, muñecas, que son muy populares–.
La región se ha convertido en un lugar de moda para visitar, pero en lugar de concentrarse en el aspecto trágico, el Gobierno debería promover la ‘Zona de Exclusión’ como un lugar de reflexión sobre el desastre nuclear. Ahora, 34 años después, se estima que la catástrofe habría matado hasta a unas 900.000 personas y dejado a millones de afectados por las radiaciones nucleares, que provocan cáncer y otras enfermedades. Chernóbil se ha convertido en símbolo de la peligrosidad que encierra el uso de la energía nuclear, y es por eso que hay que tener respeto, tratando de conservarlo intacto para generaciones futuras.
La entrevista completa puede leerse en este link