Tomás Abraham: "La pobreza del pensamiento político en nuestro país se debe a un espíritu de secta que se justifica en nombre de ideologías que no son más que etiquetas de placebo"

Share
Tiempo estimado de lectura: 8 minutos

abraham

 

Por Enrique de la Calle
Para Agencia Paco Urondo

Entrevista con el filósofo Tomás Abraham. El reportaje se realizó por correo electrónico (incluyó varios mails con repreguntas). La presentación de un nuevo libro como excusa para hablar sobre política nacional, kirchnerismo y su cortocircuito con el socialismo de Binner.

-Se editó recientemente el libro “El No y las Sombras” (Eudeba), que contiene un conjunto de textos suyos sobre diferentes autores, en su mayoría filósofos. Se pueden encontrar reflexiones sobre grandes autores del pensamiento de la humanidad. ¿Qué encontrarán los lectores? ¿Por qué vale la pena volver sobre la filosofía?

Tomás Abraham:-No existe la filosofía, existen los filósofos. Si se quiere hablar de un género,encontramos tal variedad de estilos y estructuras formales como los tiene cualquier otro arte. En la filosofía tenemos Leonardos como Picassos, Sénecas como Maquiavelos. En cuanto al contenido, los filósofos han pensado su tiempo y han tratado de organizar sistemas de pensamiento en una dura lucha contra las tradiciones. Los filósofos que han marcado la historia estos dos milenios y medio, han sido disidentes. Si no fuera así, no serían más que preceptores de escuela. La producción filosófica tiene un reservorio de imágenes teóricas en relación a la política, la ética y la metafísica, inagotable, provocador, incitante.

Pensar el pensamiento es un arte, una acción transformadora de mundos.

-De algún modo su libro puede incluirse en un conjunto de textos que en los últimos años tratan sobre filosofía (incluyo en ese conjunto una serie de trabajos de José Pablo Feinmann y también la edición de libros de diferentes autores). ¿Está de moda la filosofía? ¿Por qué cree que ocurre eso?

-La filosofìa y la moda no van juntos. La moda en el momento en que se habla de ella, pasó de moda. La actualidad de la filosofía se debe a que filósofos de hoy la ponen a funcionar en relación a los problemas que nos planteamos los seres humanos en el presente. Nietzsche habló del nihilismo, que no quiere decir que nadie cree en nada, sino que todo se discute. Dispersión axiológica. ¿Qué puedo saber? ¿Qué puedo esperar? Qué debo hacer? ¿Qué es el hombre?, las preguntas de Kant, no tienen respuestas porque no son preguntas, son incitantes del pensamiento.

-Usted aborda en el libro a filósofos que no están vivos. ¿A qué se debe esa decisión (si es que existió una decisión al respecto)? ¿Le interesan los filósofos contemporáneos? ¿Qué piensa de los debates que la filosofía (y los filósofos) proponen para comprender la actualidad?

-No fue una decisión porque parte del libro reedita prólogos a obras maestras que me pidió editorial Santillana, y hay otros trabajos sobre filósofos sobre los que me interesa escribir. Kierkegaard, Kojève, Strauss, Sartre, Wittgenstein, Foucault, no están vivos, pero piensan cada día mejor.

En este momento estoy trabajando textos de filósofos que están todos vivos, desde Sloterdijk, a Rabinow, Rose, Gordon, Rancière, Agamben, y otros más.

-Lo traigo a los debates actuales y a la Argentina: ¿Qué opina sobre el nivel del debate intelectual que se da hoy en el país?

-Para debatir hay que tener ganas de pensar. Para pensar hay que partir de que no se tiene una verdad. Para no tener una verdad hay que ser curioso. Para ser curioso no hay que creer sino buscar. Para buscar…

Por eso no hay debate, hay pelea.

-En algún momento usted participó de debates públicos sobre temas específicos. Recuerdo varias columnas en Perfil o participaciones en la televisión. ¿Consideraba que antes valía la pena y ya no?

-Escribo en Perfil, pero he dejado de escribir en otros diarios y limito mis intervenciones en los medios. No formo parte de paneles y sólo acepto entrevistas personales con tiempo y sin apuro. No me gustan los programas ni los medios preformateados. Uno de los problemas de periodismo llamado “militante” es que se encierra en sí mismo y se convierte en una cruzada doctrinaria. Esto sucede tanto en los medios oficialistas como en los de la oposición al gobierno. Es raro encontrar un ámbito en el que se expresen voces distintas y cuya conducción no tenga fijo su timón en una dirección preestablecida. Por otra parte soy demasiado pasional, y en la tele no sirven las broncas.

-En el libro usted recorre diferentes tipos de intelectuales, varios de ellos giran en torno de una figura emblemática de la Modernidad, que tiene que ver con el intelectual que interviene políticamente. ¿Cómo debe darse esa relación, entre mundo intelectual y política? ¿Con qué tipo de intelectual usted se siente más cómodo? (usted aborda en el libro la figura del “parresiasta”, que también trabajó Foucault. ¿Ese es el modelo que a usted lo conmueve?)

-Por supuesto que conmueve quien juega su vida por una verdad. Desde Juana de Arco, Savonarola a Rodolfo Walsh, pero no debería conmover demasiado. Las relaciones de la verdad con la muerte supone que hay algo más importante que la vida. Y una frase así puede ser enarbolada por fanáticos, inquisidores y psicópatas. Prefiero al intelectual que observa de cerca y piensa de lejos. Aquel que no se calla la boca cuando ve que algo está mal, y en especial si ese algo que está mal se produce en el campo intelectual y político al que se siente más afín. El intelectual tangencial respecto de su grupo de referencia, como decía Tony Judt, el historiador y ensayista angloamericano.

-El kirchnerismo propuso un fuerte debate entre diferentes sectores intelectuales. Por un lado, un sector ligado a la tradición nacional y popular, se acercó al Gobierno. Por otro, un sector más vinculado a la tradición liberal, fue muy crítico del proceso iniciado en 2003. Podríamos ubicar un tercer sector, ligado al progresismo o la izquierda institucionalista, que mantuvo posturas contradictorias. ¿Cómo analiza esas diferencias en el campo intelectual?

-No creo en esas divisiones autoelogiosas. Nacional y popular suena muy lindo y liberal feo; progresismo algo tonto y tibio e izquierda institucionalista, un republicanismo anacrónico. Nada de eso existe como tal.

Los personajes de la política profesional navegan por todas esas riberas y seguirán deambulando por muchas más. El país entusiastamente neoliberal en los noventa- al menos diez años tanto para pobres como para ricos – se pretende hoy bolivariano, tanto para pobres como para ricos. El país que se acomodó en los setenta a los secuestros y luego durante el Proceso a las matanzas, se hizo profundamente democrático durante Alfonsín. En un libro los llamé “democaretas”. La historia nacional no se escribe en el Instituto Dorrego.

Tampoco creo que exista el kirchnerismo, salvo como nombre, una hipóstasis, un fantasma. Tampoco el menemismo, ni el peronismo, ni ningún “ismo”. Me interesa la vida colectiva de la sociedad argentina, la historia de su presente, las formas de vida de su población, la situación y la política económicas, las versiones que el poder da de su génesis, la construcción de la memoria y la simulación.

-Usted en algún momento se mostró interesado en el socialismo santafesino y con la figura de Hermes Binner, de hecho así lo manifestó públicamente. ¿Sigue pensando así? ¿Por dónde pasan sus preferencias políticas?

- He colaborado con Binner varios años, pero lo he hecho a mi manera, no callándome nada ni en privado ni en público. Binner lo aceptó mientras le fue útil. Y yo lo acepté hasta que me cansé de que me pusieran piedras en el camino porque no aceptaban la necesidad de abrir el debate y confrontar puntos de vista con fuerzas políticas sin exclusiones. La pobreza del pensamiento político en nuestro país se debe en gran parte a un espíritu de secta que se justifica en nombre de ideologías que no son más que etiquetas de placebo. Mis preferencias políticas en este momento tienen puesto vacante. Me interesó el socialismo santafesino porque me sedujo un progresismo práctico, concreto, no declamatorio, que tenía el coraje de gobernar durante varios ciclos. Pero, indudablemente, el pasaje del municipio a la provincia, y de la provincia a la nación, requiere de una mutación tanto en la forma como en el contenido que de no llevarse a cabo, frustra toda posibilidad de crecer y acceder a un poder que ofrezca los recursos de la transformación de la realidad.

-¿Qué cosas le parecen interesantes que están pasando en la actualidad?

-Todo es interesante para el curioso y para quien no tiene anteojeras ideológicas. Creo que la sociedad argentina se encuentra en un dilema. Este gobierno ha producido transformaciones sociales - en términos asistenciales - irreversibles. Pero la economía nacional es frágil, no sólo dependiente, sino envuelta en un modelo que si no lleva directamente a una crisis, al menos la roza. No es fácil el cambio. Por otra parte, la conducta de los gobernantes es vergonzosa, pero la lucha contra la corrupción no es la base de una futura gobernabilidad. Creo que estamos llegando a una encerrona, una vez más, igual que en 1975, igual que en 1979 (hablo de economía), en 1987, en 1997-8, y ahora aunque con más recursos porque tenemos algo preciado para vender en el mundo.

Los ciclos virtuosos de la economía nacional son breves, y los cambios necesarios para retomar el proceso no se producen por los intereses del poder político y por sectores de presión. De ahí que la dinámica del sistema entra en un proceso de aceleración propio de las fugas para adelante, una estampida, y se llega a la explosión, que es el modo argentino de cambiar las variables a costa de las mayorías.

Hablo de economía porque creo que el creamiento de las fuerzas productivas – capital, tecnología, trabajo – y la puja distributiva – relaciones de producción - son la clave de las relaciones de poder.

-¿Por qué dice que este modelo “lleva directamente a la crisis (o al menos la roza)”? ¿Cuáles son las variables del modelo económicas más problemáticas?

-Cuando se controlan importaciones no sólo de bienes suntuosos – que además son los que se permiten importar como los coches de alta gama a precio dólar oficial, cuando se crea moneda del tipo Cedín que es una especie de patacón verde, cuando hay un control de cambios como el que se instala ahora que impide todo tipo de ahorro ya que los pesos valen cada día menos, cuando no se tienen créditos para obras de infraestructura, cuando en tres años se duplican los sueldos de convenio, cuando hay una inflación cerca del 30%, cuando se falsean las estadísticas, cuando hay control de precios que es una invitación a la remarcación y a la coima, cuando no hay inversiones en energía, transportes, puertos, logística; cuando se depende de la marcha de Brasil – hoy estancado – cuando el déficit del comercio de bienes industriales es crónico y abultado, cuando una sequía o una inundación son claves para el fin de un ciclo económico, cuando se fugan en tres años 40.000 millones de dólares y se lava dinero para que ingresen 4.000…cuando se estatizan empresas sin acuerdo entre partes, cuando no se termina de solucionar los hold outs…entonces, no hay inversiones de riesgo, no hay modernización, no hay trabajo futuro, no hay futuro.

Todo lo que hay es la economía para salir del paso, cada día más agitada y con más anuncios y controles.

Todo esto repercute en lo social, que de no ser asistido entra en una situación insostenible. De ahí la necesidad de tener una caja no sólo abundante en recursos, sino siempre abundante - la asistencia es un derecho inalienable - obliga a pensar en cimientos y bases más sólidas que una economía de la oportunidad.

-Lo traslado de la economía a la política. Ante esa fragilidad del modelo económico que usted describe, ¿Se vuelve necesario mayor solidez del sistema político que pueda encauzar la economía y no caer en “una explosión”? Introduzco aquí debates actuales en torno a una posible reelección presidencial y también la discusión que algunos sectores proponen sobre el parlamentarismo, como modo de garantizar la gobernabilidad y evitar esos cambios bruscos. ¿Qué opina al respecto?

-No creo que pueda haber solidez en el sistema político sin una solidez en lo social. Ése creo que es uno de nuestros mayores dramas, o falencias. Los sectores con poder de presión son más fuertes que los gobiernos, y de ahí que los gobiernos para resistir se convierten en corporaciones económicas con capitalistas-gobernantes que se integran al poder económico. El kirchnerismo es una fábrica de empresarios con el agravante que al hacerlo desde el poder y asociarse a ellos, no permite control alguno sobre los recursos que genera el trabajo social. Es lo que la jerga llama capitalismo de amigos. Y es corrupto como el que más.

En relación a la reelección y el parlamentarismo, respecto del primero creo que es antidemocrático y anticonstitucional. Son de los que creen que la división de poderes republicana es el límite que un sistema político le pone al poder del dinero y de las armas. Claro que no creo que la división de poderes funcione como la santísima trinidad, no son tres sustancias trascendentes, sino aparatos estatales en tensión permanente que obliga a cuidarse del otro.

El parlamentarismo me suena como otro invento para no enfrentar las dificultades. Se inventa algo porque no se sabe qué hacer.

 

Share