Denis de Moraes: "El cuarto poder ya no es el cuarto poder, porque se imbricó de tal manera con los poderes económicos y políticos que no tiene posibilidad de ser un contrapeso"

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En Medios, poder y contrapoder, el investigador brasileño reúne ensayos propios con otros de Ignacio Ramonet y Pascual Serrano. El trabajo pone en cuestión la configuración actual de los sistemas mediáticos en América latina. 

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Por Natalia Aruguete
Para Página 12

El profesor de la Universidad Federal Fluminense Denis de Moraes se reunió con Página/12 en ocasión de la reciente publicación de Medios, poder y contrapoder (Biblos). En la charla, el investigador brasileño desplegó los ejes de un trabajo en el que confluyen ensayos de su autoría con otros de los investigadores Ignacio Ramonet y Pascual Serrano. Todos estos escritos están atravesados por un denominador común: poner en cuestión la configuración actual del sistema mediático –objeto de una fuerte concentración en manos de un puñado de “megagrupos y dinastías familiares”– y, como contrapartida, reconocer la emergencia de mutaciones comunicacionales a partir de la llegada de Internet con efectos significativos en las prácticas periodísticas en red con sentido contrahegemónico, enfrentadas a lógicas dominantes que atraviesan el plano ideológico, cultural y económico.

–Usted menciona una penetración del discurso neoliberal en el sistema mediático, ¿cómo se vislumbra ese discurso en la narración noticiosa?

–Me parece necesario hacer una distinción sobre el neoliberalismo contemporáneo. Por un lado, el neoliberalismo no para de exhibir rotundos fracasos en los países en los que actualmente continúa vigente, o en los que ya no está vigente por causa de crisis sucesivas. Por otra parte, el neoliberalismo permanece actuante, vigoroso, incisivo, en el plano ideológico y cultural. Esta distinción es importante porque hubo una época, los años ’80 y ’90, en la que ambas partes eran exitosas. El triunfo del neoliberalismo era a la vez ideológico, cultural y económico. Hoy en día, está en crisis desde el punto de vista económico, sobre todo en América latina y del Sur, donde se manifiesta de manera más fuerte sólo en tres países del Pacífico. Aunque por suerte, a partir del día 14 de marzo de 2014, en Chile habrá un cambio importante para debilitar la Alianza del Pacífico. Desde el punto de vista ideológico-cultural, lamentablemente las ideas de celebración de la vida para el mercado siguen siendo hegemónicas.

–¿A qué se debe?

–A la potencia de las máquinas mediáticas, que se benefician mucho del proceso de digitalización, de tecnologización de la vida y que aumentan, además, su potencia de irradiación en las sociedades contemporáneas.

–¿En qué las beneficia la digitalización?

–Las beneficia porque hay una expansión exponencial de los productos y servicios de entretenimiento culturales y de información con las nuevas plataformas o multiplataformas integradas, como las llaman los neoliberales. Hay una explosión de nuevos productos, servicios y canales digitales. Esta formidable expansión digital está permitiendo una ampliación de la plusvalía de los grandes grupos monopólicos mediáticos, en la medida en que los mismos productos están siendo producidos y distribuidos en varios canales y medios en todos los continentes con un costo bajo. Por otra parte, la variedad de contenidos se multiplica exponencialmente en estas multiplataformas digitales, por lo que la oferta de contenidos cubre un horizonte amplio y diversificado de necesidades y aspiraciones de audiencias, en todas partes y al mismo tiempo.

–¿Qué características tiene la visión de la realidad social que instala esta lógica de distribución de contenidos?

–Esos contenidos están todos matizados por visiones de mundo, por concepciones, por puntos de vista y medidas de valor muy semejantes que consagran la economía de mercado, la rentabilidad, el lucro y los mantras de la era digital de manera obsesiva y neurótica. Entonces, hay una variedad enorme de contenidos en circulación social en todas partes, pero las orientaciones, las interpretaciones que presiden la elaboración y la divulgación de esos contenidos, son muy parecidas. Hay una prevalencia desmesurada de valores como individualismo, competencia, éxito..., todo parece estar vinculado a la necesidad de triunfo, de victoria y a una disputa por ganar posiciones en la sociedad, que son difundidas por las máquinas mediáticas globales.

–Según se plantea en el libro, el avance de la digitalización permite consolidar el discurso hegemónico y la desterritorialización pero, al mismo tiempo, es considerado una suerte de amenaza, de resquicio para un discurso “contrahegemónico”. ¿Cómo compatibilizar estas dos visiones?

–Eso tiene que ver con el título del libro, Medios, poder y contrapoder. Creo que este diagnóstico común de los tres autores tiene que ver, por un lado, con la explosión digital y, por otro, con el momento de crisis que vive el llamado cuarto poder: la prensa. Es muy interesante observar el escenario contemporáneo de los medios monopólicos.

–¿Por qué?

–Porque de un lado se ve esta posibilidad casi infinita de rentabilidad, de multiplicación de contenidos, canales y medios, de buscar siempre más lucro al menor costo posible. Simultáneamente, las grandes empresas enfrentan un momento de crisis, que tiene –a nuestro juicio– dos puntos clave: la pérdida de credibilidad de los medios de información en la opinión pública en grados e intensidades diferentes en función de cada contexto histórico y social. Esta pérdida tiene que ver con los procesos de control de la información, de la opinión y con una percepción cada vez más generalizada en amplios sectores sociales de que los medios son agentes políticos e ideológicos que tratan, casi todo el tiempo, de elegir e interpretar la realidad social de acuerdo con sus intereses propios y con sus intereses económicos y financieros.

–¿Por qué cree que se produce esta crisis?

–Tiene que ver con el segundo punto clave al que me referí antes. Nosotros compartimos la idea de que el cuarto poder ya no es el cuarto poder, porque se imbricó de tal manera con los poderes económicos y políticos que no tiene más la posibilidad de ser un contrapeso, una especie de fiscalía de los abusos o errores de los otros poderes, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Los vínculos económicos y políticos de los grandes medios con el bloque hegemónico en la sociedad debilitaron su proceso de evaluación más racional y sensato de los otros tres poderes, por lo que hay una pérdida de credibilidad producto de los procesos de manipulación y mistificación de control casi absoluto de los contenidos que son difundidos. Por otra parte, porque los medios no son más esa especie de poder que tenía la capacidad de criticar los abusos de los otros poderes. A nuestro juicio, la percepción social de esta situación es cada vez más evidente y, por eso, los grandes diarios de América latina en este momento presentan caídas expresivas en sus tiradas: Clarín en Argentina, O Globo en Brasil.

–¿La caída en la tirada de estos grandes periódicos se explica por la crisis de credibilidad, como usted afirma, o se trata de cambios en los hábitos de consumo de información, que se generaron con la llegada de Internet?

–A mi juicio se justifica por las dos versiones. Una versión interna: el cuarto poder está en crisis, los grupos con toda su sofisticación estratégica y gerencial, con las multiplataformas y los grandes medios, no consiguen ampliar su base de audiencia, sobre todo la prensa tradicional: diarios y revistas. Y también por el hecho de que hay efectivamente una crisis de atención motivada por una explosión de medios y una posibilidad descentralizada y diversificada de los lectores de tomar contacto con el mundo a través de las informaciones en varios vehículos y canales, sobre todo Internet.

–Es cierto que hay una disponibilidad de información multiplicada, proveniente de una mayor diversificación de fuentes de información. ¿Pero en qué medida puede plantearse como una idea estable el que los medios tradicionales hayan perdido el control de la producción informativa y del establecimiento de la agenda pública frente a los nuevos medios?

–Es una excelente pregunta. Esta diversificación informativa y de entretenimiento permitida y disponible por Internet y otras formas de comunicación instantánea no tiene que ver directamente con Internet, aunque haya una convergencia con Internet cada vez mayor. Efectivamente, hay una diversificación imprevista y creciente. Sin embargo, hay dos cuestiones relevantes para no perder de vista el poder de los medios.

–¿Cuáles?

–Las agendas informativas continúan siendo definidas por los grandes medios. Uno de los problemas más sensibles de la comunicación alternativa es que, tanto agencias como blogs y portales críticos y contrahegemónicos, continúan dependiendo –de manera general, aunque con excepciones que deben ser rescatadas– de las agendas mediáticas. Claro, hay hechos y acontecimientos que son obligatorios en los noticieros, pero muchos otros son definidos por las intensidades, énfasis y elecciones de los grandes medios. El segundo punto que no podemos perder de vista es que la penetración social de los grandes medios sigue intocable. Esto tiene que ver con una expresión que utilizamos en el libro: “la colonización del imaginario social por parte de los grandes medios”. Este es un proceso histórico y social largo que no para de profundizarse. Tiene que ver con hábitos de lectura, con hábitos de audiencia, tiene que ver con la potencia tecnológica de las máquinas mediáticas y con la capacidad de influencia en términos de valores, de mentalidades, de puntos de vista, de concepciones del mundo que los grandes medios siguen manteniendo de manera incisiva.

–En el libro también se habla del “fin del monopolio informativo”, pero no debemos desconocer la brecha digital existente: el acceso a los nuevos medios no es una práctica generalizada. Y el tipo de información que se intercambia entre los medios ciudadanos sigue concentrada en un sector ciertamente pequeño y elitista.

–Hay una diferencia entre el fin del monopolio informativo y el fin del monopolio de la audiencia, que ciertos sectores de la izquierda –a mi juicio, mal informados y sin capacidad de entendimiento más consistente– no entienden: no se trata sólo de apuntar que hoy hay más posibilidades de acceso, de producción y difusión de información. No tienen una visión clara y nítida de que el monopolio de la audiencia continúa vigente. Frente a eso es necesario debilitar esos monopolios, es una lucha política fundamental. No es suficiente desarrollar las posibilidades de producción, difusión e intercambio de sociabilidad en red. Internet no es suficiente para reducir el monopolio, es sólo un medio complementario que enfrenta problemas que son propios y externos.

–¿Cómo definiría a unos y otros?

–Propios porque hay necesidad de habilidades técnicas, de acceso a programas informáticos, de patrones culturales y educativos diferentes. Los accesos y usufructos son desiguales, frente a ello las tecnologías no tienen la capacidad de disolver las desigualdades que son graves, provocadas casi siempre por un modo de producción que es, por definición, excluyente; el capitalismo es una fábrica de desigualdades. Por lo que imaginar que Internet es suficiente para debilitar el monopolio de audiencia, de formación de las mentalidades y de los valores es creer en un sueño imposible. Debemos utilizar Internet como medio complementario, suplementario, de diversificación, descentralización, de circulación de mayor cantidad de opiniones y de voces sociales. Pero eso tampoco es suficiente porque los medios monopólicos están presentes en Internet de manera hegemónica. Los principales portales de Internet, en términos de audiencia, son de los medios monopólicos. En el libro hay un estudio de mi autoría sobre las agencias alternativas en red, un fenómeno espectacular en América latina, de descentralización de fuentes, de prácticas, de modalidades colaborativas no lucrativas, y eso es una novedad desde México hasta la Patagonia. Son casi una centena de agencias periodísticas, contrahegemónicas, alternativas, que se expresan a través de Internet; un fenómeno espectacular pero no suficiente para poner en riesgo el monopolio mediático. Para lograrlo en América latina son necesarias varias leyes de Servicios de Comunicación Audiovisual, una acción firme, permanente y prolongada del Estado, en el sentido de transformar los marcos regulatorios, de permitir que otras voces sociales tengan acceso a la radiodifusión pública.

–¿Cree que las leyes son una herramienta suficiente para que eso se logre?

–Claro que las leyes no son suficientes. Se precisa de una especie de alianza entre todos los sectores, entre todas las herramientas que luchan por la comunicación como derecho humano. Porque se necesita financiamiento y sostenibilidad, que es un problema grave. Yo diría que éste es un momento en el que no tenemos derecho de elegir una forma de actuación para democratizar los medios.

–¿Y cómo se enfrenta este obstáculo?

–Nosotros tenemos el deber de buscar asociar todo junto al mismo tiempo. De un lado, movilizar a la sociedad y presionar al Estado para alcanzar nuevas legislaciones, marcos regulatorios, acciones del poder público de defensa de la comunicación como derecho humano. Al mismo tiempo, necesitamos profundizar estas experiencias de comunicación alternativa en red, necesitamos multiplicar más aún los portales, los blogs, las agencias informativas, ocupar las redes sociales con el sentido de criticar, formar nuevas ideas, otros valores. Una especie de bloque en el campo de la sociedad civil. Ese bloque tiene posibilidades de producir, editar y difundir más, pero no será suficiente solamente explotar el mundo de Internet, la comunicación móvil, la comunicación instantánea. Entonces no tengo la ilusión de que más leyes de medios vayan a resolver todo, de manera alguna. Creo que son indispensables, pero no sin una acción cada vez más organizada, consecuente, permanente, de nuevas experiencias periodísticas y comunicacionales en el campo de la sociedad civil, que trabajen de manera independiente y autónoma para ocupar las redes sociales con contenidos más ciudadanos. Allí habría una especie de frente, creo que ése es el sentido que Ignacio Ramonet, Pascual Serrano y yo encontramos.

–¿Cuál es el diagnóstico de ese frente que han formado?

–Hay una explosión del periodismo y es plenamente posible que ocurran dos cosas: un periodismo más ético, más plural, más ciudadano, más independiente, más autónomo, más participativo. Por otro lado, es posible un tipo de comunicación de manera general, que a nuestro juicio depende de dos cosas: de la acción ciudadana y también de la presión y movilización de las sociedades con la idea de la comunicación como derecho humano. Me parece que la clave es que nosotros en este momento no tenemos el derecho de elegir un único camino para la lucha por la democratización. La necesidad de contrapoder, de contra-información y de contra-opinión debe estar presente en todas las áreas, en todos los lugares de acción posible.

–Usted ha mencionado que los medios son agentes políticos e ideológicos. ¿Cuál es la definición de medios como actores políticos que subyace a los ensayos que componen el libro?

–Entendemos que los medios son actores políticos de primera línea. Ellos elaboran, unifican y divulgan valores y concepciones de mundo que influyen la conformación del imaginario social. Cada cual con sus estilos, lenguajes y formatos, actúan de manera incisiva en las disputas de sentido y poder en la sociedad contemporánea, priorizando temas y difundiendo determinados enfoques sobre la realidad, a partir de ópticas sintonizadas casi siempre con los intereses de grupos y clases más o menos homogéneos y preponderantes. Sin delegación social para eso, asumen posiciones y orientan sus noticieros como si fueran “intérpretes de la opinión pública”. En tal perspectiva, los medios operan como verdaderos partidos políticos.

–¿En qué se expresa esa lógica de operar como partidos políticos?

–En que interfieren, con énfasis específicos, en los modos de conocimiento, interpretación y entendimiento de los hechos y situaciones. Ellos demuestran exacta noción de su papel clave en la batalla de las ideas por la hegemonía cultural y política, incluso cuando procuran reducir al mínimo el espacio de circulación de visiones alternativas y expresiones de disenso, por más que éstas continúen manifestándose y resistiendo. La meta es neutralizar pautas informativas y análisis críticos generalmente contrarios a la lógica económica y a las concepciones políticas dominantes.

 

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