[youtube]QREfi_wIMr0[/youtube]
El cineasta Marcelo Charras estrenará en el Gaumont de Buenos Aires la película documental La Paz en Buenos Aires, un documental sobre un inmigrante boliviano y leyenda de la lucha libre que sobrevive en la Capital de Argentina montado shows de lucha, y que se llevó el premio mayor en la categoría de cine nacional en el festival Mendoza Proyecta.
Se trata de un revelador documental de observación que se estrena en el Cine Gaumont y en el que su director elabora un minucioso retrato de Erasmo Chambi, o “El Ciclón”, quien transmite a su hijo la pasión por el deporte y su voluntad de trabajo y superación diaria.
La película muestra, desde una distancia respetuosa y atenta, la vida de este inmigrante boliviano que en su país fue un luchador muy popular -existieron figuritas, pósters y muñecos de su personaje- y que hoy vive con su familia en Buenos Aires, diseñando y confeccionando trajes en su sastrería, y entrenando luchadores en su propio ring para dar espectáculos de lucha libre en clubes de barrio.
“Si bien el mundo de la lucha boliviana en Buenos Aires es pintoresco y atractivo, no quería quedarme solamente con eso, necesitaba otra profundidad. Lo que me hizo ver que ahí había una película fue que Erasmo no sólo le transmite a su hijo Luis la pasión por la lucha, sino que el joven se transforma un poco en él y revive su pasado”, afirmó Charras en relación con la génesis del filme.
En ese sentido, el director explicó que el personaje de “El Ciclón” revive hoy en Buenos Aires en el cuerpo del hijo de Erasmo y agregó que “ese legado tan fuerte que se hereda era central para el filme, porque perpetúa un saber de generación en generación, a tal punto que incluso usa el mismo traje azul que su padre usaba cuando luchaba en Bolivia”.
Charras pasó un año entero visitando y compartiendo momentos cotidianos con Chambi y su familia para conocer sus rutinas y ganarse su confianza antes de poder empezar a filmarlos en la intimidad de su vida diaria, y en ese lento proceso introdujo tímidamente una cámara y poco a poco algunas luces y a los otros miembros del equipo técnico necesario para rodar la película.
“Lo principal es lograr que con una cámara adelante ellos sigan siendo ellos y no se pierda la espontaneidad de lo que está pasando. Hice mucho trabajo previo para poder ganarme su confianza, ya que la comunidad boliviana es bastante cerrada y fue complejo que ellos me adoptaran como uno más”, recordó el cineasta en una entrevista con Télam.
Pero más allá del registro de Chambi y su familia, lo que más llamó la atención a Charras fue “ese vínculo tan fuerte entre padre e hijo, y esa pasión por la lucha que se perpetúa de una generación a otra. Ahí me di cuenta que había una película para mostrar y no sólo una cosa exótica y nada más”.
“También me interesaron sus múltiples actividades: sastre, entrenador y organizador de eventos, entre algunas cosas más. Si bien la película no habla directamente de su lucha por sobrevivir, o de las dificultades que viven los inmigrantes, me parecía importante mostrarlo como un extranjero que está en un país que le es ajeno y a veces también hostil”, sostuvo el director.
Para Charras, lo de Chambi “es algo que siempre tiene que ver con la lucha libre, porque si bien está retirado y sus años de gloria quedaron atrás, él mantiene siempre el espíritu de la lucha. Al ser un luchador profesional eso terminó transformándolo en un luchador del día a día”.
El cineasta, que venía de hacer “Maytland”, sobre el director de películas pornográficas Víctor Maytland, señaló que “la idea de hacer una película de este tipo, un documental de observación, fue previa a encontrar a Chambi, porque tras haber visto un par de películas sobre pequeños mundos atravesados por un personaje fuerte, quería probarme en ese desafío”.
“Mi primera película también habla de un submundo medio marginal con un personaje oculto. Dudé en hacer una ficción, pero la mirada distante y contemplativa de aquellas películas me inspiraba y resultaba atractiva. Por eso, hacer esta película fue como aprender a filmar de otra manera, porque parte del proceso fue transformarme en un documentalista”, reconoció.
Charras piensa que “en una ficción uno puede planearlo y controlarlo casi todo, uno camina sobre seguro, mientras que en el documental tenés que ser más paciente y liberarte de estructuras, hay que aprender a trabajar en el caos y con la incertidumbre de no saber si va a servir lo que filmaste. Hay que rescatar pequeños fragmentos de realidad con mucha paciencia y la verdad que el factor suerte a veces se torna fundamental”.
En ese sentido, el cineasta sostuvo que fue importante el tiempo que pasó con Chambi y su familia para conocer sus rutinas, sus quehaceres y sus entrenamientos: “Armé un plan de filmación que contemplara todos los momentos que necesitaba que hubiera en la película y después esperaba a que eso sucediera”.
Fuente: Télam