La carrera presidencial entró en la recta final hacia la línea de meta de su primera etapa, las PASO. La pelea es entre dos: Alberto Fernández, del Frente de todos, y Mauricio Macri, de Juntos por el cambio. El resto quedó a una distancia inalcanzable. La cita con las urnas es el 11 de agosto.
Las dos fuerzas en pugna tienen su núcleo duro de votantes incondicionales. A esos electores no los hará cambiar nada de lo que pase hasta los comicios, a diferencia de los que decidieron sus candidatos por razones particulares. En esos casos, si desaparecen esas razones, podría cambiar el voto. Lo mejor para evitar riesgos en este segmento sería clausurar la campaña de inmediato.
El problema es que la suma de esos dos grupos no asegura un triunfo. Hay que seguir sumando. Y eso implica ampliar o retocar los postulados de la plataforma para contentar las demandas de los votantes que se quieren sumar. La apuesta tiene un riesgo: que los retoques para sumar nuevas adhesiones sean inaceptables para algunos de los votantes convencidos con la vieja plataforma.
Entonces: la clave en este tramo de la campaña es atrapar la mayor cantidad de votos entre los electores ciclotímicos, indecisos y desinteresados sin desencantar a los ya convencidos.
Fernández, que lleva como acompañante a Cristina Fernández, marcha en punta seguido de cerca por el presidente Macri, con Miguel Ángel Pichetto de compañero. La distancia entre los competidores se alarga o se acorta, según quién maneje el cronómetro (quién haga la encuesta).
En el transcurso de la carrera, los dos revelaron las bases de sus estrategias para disputar el liderazgo.
El resultado de las PASO no define la competencia, sino que ordena la grilla de largada de la segunda etapa: las elecciones generales. Esa instancia se definirá el 27 de octubre. Si el ganador saca más del 45 por ciento de los votos se queda con la Presidencia, como si saca más de 40 por ciento y el segundo queda a más de 10 puntos porcentuales. De lo contrario, el presidente surgirá del ganador de la segunda vuelta en la que competirán sólo el primero y el segundo de las generales.
Las campañas
El candidato peronista apostó en su propaganda mediática a hablarle al electorado de su trayectoria política, haciendo foco en su rol durante el gobierno de Néstor Kirchner, y académica, además de recordarle las falencias del gobierno y los efectos sobre sus vidas.
En su discurso de campaña, Fernández privilegió las ideas y formas de expresión con más demanda entre los votantes independientes no macristas por sobre las proclamas celebradas por el núcleo duro que mantiene el apoyo incondicional a Cristina. Hasta ahora, Fernández ocupó el papel protagónico de la campaña del Frente de todos, con la ex presidenta corrida del centro de la escena.
Macri usó en la carrera por su reelección un combustible similar al que usó en 2015 para llegar a la Presidencia, con retazos de su gestión como aditivo. La confrontación con el kirchnerismo en general y con Cristina en particular es el tractor principal de su candidatura. Esta vez, además, la propaganda macrista se enfocó en emparentar el kirchnerismo con el pasado y a éste con infierno al que no hay que volver.
En la gestión, rescata algunas proclamas efectistas a la vez que evita por todos los medios que se filtren en la campaña la economía y los tarifazos en la energía.
En la campaña del oficialismo, Macri comparte el protagonismo con la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, quien cuenta con mejor valoración en el electorado que el presidente. Y Pichetto también juega un rol importante en la arena proselitista.
El impacto de los medios
Entre los factores externos que influyen decisivamente en la definición de la carrera electoral, la actuación de las empresas del sector de la comunicación tiene un valor inigualable. En esta pista, el oficialismo le saca una ventaja amplia al principal contendiente opositor.
Al poder de influencia que, salvo excepciones, los gobiernos tienen sobre los medios gracias a la pauta estatal, se le suma en este caso el alineamiento sustentado por la empatía de los intereses de las empresas periodísticas con la ideología y los objetivos de la política del presidente.
En el universo de la comunicación, es incomparable el poder de fuego que le otorga al Grupo Clarín la desproporcionada concentración de medios que está bajo su control. El holding, que se enfrentó al kirchnerismo en el amanecer de la primera Presidencia de Cristina, no gasta tiempo ni recursos para disimular su apuesta a la reelección de Macri. Los medios más potentes de su emporio participan de una red funcional a la estrategia proselitista de la corporación. Aturden a sus audiencias con propaganda oficialista , demonizan a los opositores o distraen la atención, según convenga.