El campo tributará este año por retenciones a las exportaciones entre 8500 y 9000 millones de dólares. Es un 35 por ciento más que el promedio anual entre 2002 y 2017.
Según la Sociedad Rural, en esos 15 años las retenciones captaron 93.863 millones de dólares. Es decir, 6257 millones de dólares por año, en promedio.
La reestructuración de las retenciones de Mauricio Macri incrementó la transferencia de dólares del campo al Estado. El impuesto lo creó Eduardo Duhalde, en 2002, y lo ratificó el kirchnerismo. Surgió como herramienta para regular los precios internos de las materias primas y redistribuir la renta extraordinaria de las empresas más favorecidas por la política económica.
La recaudación por retenciones estimada por el gobierno para este año representa cerca del 1,77 por ciento del PBI. Sin esos ingresos, desaparecería hasta la última chance para la eliminación del déficit fiscal primario.
Blanco sobre negro
En febrero, el gobierno celebró un superavit internaual del 0,1% del PBI, sin considerar los costos de la deuda. Contemplando los pagos de intereses, el resultado financiero fue deficitario en torno al 0,3% del PBI. Los intereses de la deuda consumieron el 16% de la recaudación en febrero, con un crecimiento interanual del 55%.
Los números fríos condenan, antes de ser interpretados. La celebración por el desempeño fiscal no existiría si Macri cumplía su promesa de eliminar las retenciones al campo, con la que cobijó los intereses de una porción voluminosa e influyente de la base de sustentación electoral que lo llevó a la Presidencia.
[youtube]7DG9wTPNNgY[/youtube]Las promesas de campaña se sustentaron durante los primeros meses del gobierno de Macri. No bien asumió, el Presidente eliminó retenciones para algunas actividades agropecuarias y definió un esquema para la eliminación progresiva del impuesto a las exportaciones de soja.
Cumplió, entonces, con uno de los pilares de su campaña. Al mismo tiempo, sentó las bases para la demostración cabal de la falacia que sustentó la postura de su espacio electoral (el Pro, los radicales, Elisa Carrió, las corporaciones resumidas en AEA, y los oportunistas, entre otros) contra las retenciones a las exportaciones del campo que gozaban de márgenes de rentabilidad extraordinarios.
La realidad le pasó por encima. Ningún plan de derecha o izquierda que pretendiera sostener una gestión medianamente sustentable podía prescindir de un gravamen a la renta del campo.