Por Delfín Melero
para Marca
Robert Lewandowski. Desde hoy, el Real Madrid jamás olvidará el nombre del delantero polaco, futuro jugador del Bayern, pero que todavía está en el Borussia Dortmund. Bien lo sabe el Madrid, que hubiese pagado por adelantar su marcha y contratar un jet privado vía Múnich. Cuatro goles suyos, cuatro, cuatro, cuatro (lo repetimos hasta cuatro veces para entender la magnitud de tal cifra en una semifinales de Champions) dejan a los blancos muy lejos de Londres, lejísimos. El descomunal delantero del Borussia dejó en nada el gol de Cristiano, que había empatado tras un error de Hummel que persiguió Higuaín. Fue el único respiro del Madrid. En las estrellas del negro cielo alemán para los blancos sólo se leía Lewandowski.
El Real Madrid recordará toda la vida a Lewandowski. Firmó cuatro goles como si fuese la orden del día, sin más. Marcó a un toque para abrir el marcador, jugó en línea para hacer el segundo, completó una obra de arte en una baldosa para convertir el tercero y remató desde el punto de penalti. La pena fue máxima fue para el Madrid, que jamás pudo controlar al polaco. Sólo lo ha conseguido Guardiola para convencerle.
El partido superlativo de Robert Lewandowski aleja las orejas de La Décima. En las del Madrid sopló el todavía 9 del BVB, equipazo que dejó a los de Mourinho en nada. No se recuerda un Real Madrid más inofensivo, más inútil, castigado por un delantero demoledor en su última noche europea en el Westfalen con la camiseta amarilla.
El Real Madrid sólo vio Londres en el horizonte al filo del descanso, con ese error de Hummels, con ese gol de Cristiano a pase del Pipa. El 1-1 no fue nada más que un sueño, una alucinación. Lewandowski, en una segunda mitad grandiosa, enterró casi todas las opciones madridistas y convertió en pesadilla, otra vez, un partido en Alemania, la tierra no prometida.
Sería injusto a pesar de la história exhibición de Lewandowski hablar sólo de él. El Dortmund hizo un partido perfecto y contó con un misil para disparar. Defendió al Real Madrid hasta convertirlo en un equipo del montón. Xabi Alonso no pudo ni respirar, no le ayudó Modric, Özil se sintió olvidado en su país y hasta Cristiano estuvo bajo llave. Weidenfeller también le negó la libertad.
Al Madrid entró en el partido y ya iba perdiendo. Un centro de Götze, con el que el Westfalen tuvo un pacto para olvidarse un par de horas de su traición, y un remate de ese hombre, Lewandowski, cocinaron el primero. Después, el Madrid no encontró el camino, sólo se lo mostró Hummel con ese error al filo del descanso, pero todo era una trampa. Al Madrid le esperaba una apisonadora.
El gol madridista y el grave error del buenísimo central del Dortmund no alteraron a Klopp. Tampoco a sus hombres. Gündogan fue capaz hasta de dejar mal a Xabi Alonso, que completó el peor partido de su carrera. Con 3-1, dentro del área, se llevó a Reus por delante como el Dortmund hizo con el Madrid. Lewandowski no perdonó. Disparó al centro de la portería y al corazón del madridismo.
Antes de eso, el polaco ya había metido tres. Puso el 2-1 justo tras salir de vestuarios, aprovechando un agujero madridista. Tuvo el equilibrio de jugar en línea con el fuera de juego y batió a Diego con un remate que no fue el mejor. Justo es también hablar del gallego, vendido en los goles y salvador en unas cuantas ocasiones que dan vida, aunque sea poco, en la vuelta.
El tercero se hizo en una baldosa. Lewandowski tomó un balón muerto, pisó la pelota y castigó al Madrid con un derechazo que entró por la escuadra. Eso pasó en el 55' y el polaco tiró al Madrid de las orejas de La Décima.
El Madrid no tuvo respuesta. A Mourinho le quedó meter a Benzema y Di María justo después del 4-1. La solución no llegó. Queda el Bernabéu, sí, pero la remontada exige una noche al alcance de la Lewandowski, el nuevo ogro alemán aunque juegue con Polonia.