Vélez le ganó a Boca y agudizó la crisis del equipo de uno de sus máximos ídolos históricos: Carlos Bianchi

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Mauro Zárate festeja su gol contra Boca. Foto: Télam

 

Vélez le ganó a Boca 1 a 0 en Liniers con un gol de Mauro Zárate a los 28 minutos del primer tiempo, en un juego de la quinta fecha del Torneo Final. El resultado agudizó la crisis que afecta al conjunto entrenado por Carlos Bianchi, uno de los ídolos que tienen los velezanos.

El entrenador de Vélez, José Turu Flores, salió victorioso de su primer cruce por los puntos al frente del equipo contra Boca. Su equipo fue ampliamente superior al de Bianchi, aunque la diferencia en el resultado haya sido la mínima.

Los locales sabían a qué jugaban, tenían delanteros picantes, cada jugador ocupaba un rol en la cancha y en el equipo y todos fueron solidarios, presionaron y corrieron hasta el último minuto. En cambio en los visitantes no hubo una idea de juego elaborado, algunos jugadores quedaron desorientados dentro del sistema táctico y el único delantero siempre estuvo aislado peleando contra los dos centrales rivales.

Ordenado, con toque, buena distribución y con Zárate y Pratto, conformando la mejor dupla de ataque del fútbol argentino, Vélez pasó por arriba a un Boca que solo reaccionó con algunos escasos y poco fructíferos intentos individuales. Encima desde el banco no llegó ninguna solución: Bianchi metió a Perotti y a Martínez pero se guardó el tercer cambio y dejó a Juan Román Riquelme mirando todo desde afuera.

Durante la primera media hora de juego Vélez dominó la pelota con el consentimiento de su rival, que optó por entregarsela o al menos no hizo nada por recuperarla.

Bien parejos en todas sus líneas y sin fisuras, los de Flores se sintieron superiores desde el inicio. Sin embargo la chance más clara la tuvo Gigliotti al capturar un rebote que dio Sosa después de un remate de Sánchez Miño. Pero Sosa tapó el remate de Gigliotti a quemarropa.

Así fueron durante todo el partido los intentos del equipo de Binachi, un equipo cortado sin conexión, que solo creó peligro con tiros de larga distancia. Sánchez Miño nunca tuvo compañía para hacer la banda izquierda y llegar al fondo.

Rivero sufrió aún más por el costado derecho. Lautaro Acosta, el más peligroso de todos, debió realizar la doble tarea de enganche y media punta; debió ocupar tantos espacios que terminó el partido fusilado. Y Gigliotti, el pobre Gigliotti si tuvo oportunidades fue solo por su enorme voluntad o por alguna pelota en largo de Fernando Gago o alguna pelota. Por juego asociado o toques cortos da la sensación de que Gigliotti nunca podrá meter un gol.

Fuente: El Gráfico

 

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