El Barcelona y la Juventus protagonizan este sábado desde las 15.45 (hora argentina) la final de la Champions con claro favoritismo para los catalanes de Lionel Messi entre el público ateo ante ambas camisetas. Los ricos de Italia que se empobrecieron en los últimos tiempos frente a ingleses, españoles y alemanes en las ediciones de la Copa de Europa, vienen por la historia de la mano de Carlos Tevez.
Dos argentinos son las figuritas difíciles de un partido mundialmente esperado. La perfección técnica y atlética de Messi en contra todo el potrero del Conurbano resumido por Tevez velan armas ante los ojos del mundo en Berlín, la capital de la Europa merkelizada. En definitiva, Messi es el mejor egresado de la escuela moderna de Europa y Tevez es el mejor de todos los que se graduaron en el potrero nacional y popular, a los tiros contra la muerte por hambre cuando no estaba ocupado en patear la pelota. Son los exponentes futbolísticos de dos mundos contrapuestos. Dos banderas.
El mejor jugador del mundo y el mejor de la cantera nacional son argentinos. Los españoles no tienen esa estadística, aunque gastaron fortunas en la formación del mejor futbolista rosarino de la historia.
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¡Qué partido habrá en Berlín!
¿Cómo se detiene a Messi , Neymar y Luis Suárez ?, le preguntaron ayer a Massimiliano Allegri, el entrenador de los turineses. "Con goles", respondió en las entrañas del Estadio Olímpico, sentado al lado de la copa de asas como orejas.
Con igual franqueza, su colega Luis Enrique admitió un rato más tarde que le preocupa menos la marca que el rival le ponga a Messi -capaz, al fin y al cabo, de huir de cualquier trampa- que la eventualidad de perder la posesión en la red exquisita de Andrea Pirlo, Paul Pogba y Arturo Vidal.
La opción de ver surgir un campeón integral agiganta la expectativa mundial por la final de Berlín. Es un duelo por el máximo título a nivel de clubes, pero como una muñeca rusa encierra muchos otros duelos.
Acaso ninguno como el de Messi y Tevez, las dos caras del afiche del partido, cada uno en la plenitud. Jamás una definición europea fue tan argentina. Esos dos apellidos se repiten hasta el infinito en las calles de la capital alemana en las camisetas de los 50.000 hinchas que se trasladaron para presenciar la final.
"Yo por ahí soy más carismático, más simpático, pero Leo es el mejor del mundo", declaró Tevez al pie del césped del Olímpico, coqueteando con rivalidades convenientemente olvidadas.
En la defensa del Barça volverá a estar Javier Mascherano, artesano del carácter de este equipo que persigue la leyenda. El tucumano Roberto Pereyra aguardará turno en el banco turinés.
Quien gane esta noche lucirá también la gloria del triplete. Los dos ganaron la liga y las copas de sus países.
A los italianos los acosa la urgencia de anular a un Messi fogoneado por la prepotencia de su voluntad. "¿Ustedes creen que si pensara que no lo podemos parar estaríamos aquí? Hubiéramos armado un viaje de fin de curso", bromeó Allegri.
No tendrá al pilar de su defensa, Giorgio Chiellini, lesionado y sin opciones. Le queda resolver entre Andrea Barzagli, un ropero de 34 años y con molestias, o Angelo Ogbonna, de menos recorrido este año.
La final tendrá un marco descomunal, con 75.000 personas dentro del estadio y varias decenas de miles desperdigadas por la ciudad después de fracasar en el último intento por pescar una entrada de reventa.
Fuente: Cancha Llena